lunes, 3 de marzo de 2025

LA GUAYABA

 


Cerré los ojos y dejé que su dulzor se deslizara por mi garganta y por mis recuerdos.

En el jardín de la casa de mi infancia había dos matas de mango, una de cambur, un árbol de aguacate y uno de guayaba.

También surgían trinitarias y rosales que regalaban sus aromas. Al fondo, una pared cubierta de Riqui Riquis donde los colibríes iban a beber.

A mí como niña, toda esa exuberancia me resultaba “normal”.

Hoy en día, después de una breve convalecencia, cuando el termómetro se desploma y marca -20° C y la nieve cubre con su manto luminoso mi paisaje canadiense, recordar aquel idílico vergel me resulta extraordinario.

Y todo gracias a un cartón de jugo de guayaba que me regaló una buena amiga.

Ni sabía que se conseguía en estas árticas latitudes, pero sí y, además, marca Del Monte (“No compre del montón, compre Del Monte”, vino a mi mente aquel comercial)

Mientras me extasiaba con la bondad y “el olor de la guayaba” (también regresa a mi memoria el título de ese libro sobre Gabriel García Márquez), me fugué en un viaje lleno de verdores, fragancias, turpiales y guacamayas.

Desde la distancia, pude ver a esa niña inquieta, explorando, trepando por las ramas, corriendo por el jardín que la vio crecer.

Una parcela de ensueño, un lugar de abundancia.

Volví a la nevera y me serví otro vaso lleno de trópico, de fruta picada por los pajaritos, de mi mamá pintando sus rosas pálidas en el caney.

Son mis raíces que hoy en día se trepan por las ramas nevadas de los majestuosos pinos.

La verdad aparte de todas las bondades nutritivas de la guayaba (fuente de casi todo el abecedario de vitaminas), su “realismo mágico” va mucho más allá.

Después de una breve visita de mantenimiento al quirófano: sopa de pollo, y yo agregaría, jugo de guayaba para el alma.

Como lo recetó el doctor.

2 comentarios:

  1. Hola Natalia
    Nunca he probado guayaba jajaja, juraría que no las hay en el super. Me dieron ganas de algo vitamínico.
    Un abrazo

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