domingo, 28 de agosto de 2011

Taller de Poesía a la fuerza




Este fin de semana, tenía la magia medio deprimida, así que me puse a vagar lánguidamente entre mis viejos escritos.   Releyéndome, decidí que, hace años, mis ideas eran más originales, mi prosa era más poética, mis historias más frescas. Esto no contribuyó mucho a que mi estado de ánimo mejorara. Pero navegando entre archivos olvidados, encontré un pequeño tesoro.  Me reí sola hasta el cansancio, recordando la situación.

Cuando mis hijos tenían diez y ocho años, inventé, en las noches un taller de poesía. Mi hijo estoicamente hacía lo que yo le decía y mi hija, rocheleaba y saboteaba todo lo que podía nuestro improvisado taller. La metodología era muy sencilla. Yo ponía un tema, por ejemplo, el fuego, les hacía  escribir todo lo que sentían al pensar en el fuego, después, con esas palabras armaban lo que yo llamaba sus “obras de arte”, que guardábamos en un cofre. El resultado fue tan impresionante, que, en aquel entonces, los transcribí para que no se perdieran. Sin más palabras, el resultado está a continuación. Hasta la bochinchera de mi hija sacó imágenes que a mí, ni en mil años se me ocurrirían.

La magia de los poemas de mis niños, es mi "momento mágico" de este fin de semana.


EL FUEGO

El fuego de chimeneas
son dolorosas cataratas
ceniza frotada por madera
sudorosas incandescencias

Y el humo de aquellos

fuegos que asechaban en la tierra

Santiago 
29/08/96

EL AGUA 
El agua de nuestra tierra
Salada y dulce
Y  en el fondo de
aquellas inmensidades de agua
Bellezas, ternuras acuáticas
y dolorosa
crueldad entre los peces

Santiago 

LA NOCHE

La noche con su cálida luna
con sus búhos amargados
mezclados con las ranas lunáticas

Cuando uno siente en su interior
pavor, por murciélagos sangrientos
Las bellas y feas noches que
están en todo el espacio
Sin ningún fin

Santiago 
19/09/96


EL PIZARRÓN
Los pizarrones con sus duros
pensamientos con ese verde fuerte
con tales pensamientos duros

Grima en las uñas con aprendizaje
de sabiduría y con las tizas alérgicas

Santiago 
16/09/96

LA TIERRA
La tierra poderosa
con sus riquezas y
ternuras
Montañas hermosas
con su bella tierra
en su interior

Santiago 

LA SERPIENTE
La serpiente con su
rapidez tenebrosa y aquellos
colmillos afilados
Y después, en algún día oscuro
viendo aquella fría y temblorosa serpiente
con sus escamas sangrientas
vendrá a matarte
con su dulce veneno


Santiago P
18/09/96

LA LUCIÉRNAGA

El brillo en la noche

es la llegada de un insecto

Una curiosidad te entra
pero una tierna luz te llega
Si lo volador lo hace majestuoso y
su brillo lo hace vanidoso
Lo majestuoso puede caer
Y lo presuntuoso se puede perder

Santiago 
3/01/99

POEMAS DE LEONOR A LOS OCHO AÑOS

LA NOCHE

El atardecer desaparece
y viene la noche

Hay muchas estrellas
brillando por oscuridad

Hay luna llena y hay
frío cuando te levantas

Las estrellas son el
espacio  y la luna

La noche se disuelve
en el día por el sol

Leonor 
16/09/96


LAS ESTRELLAS

Las estrellas son
el espacio brillante
como el mar
Son como una pluma y
como un pétalo
de una rosa

Leonor 
29/08/96


LAS OLAS

Las olas son muy bravas

Cuando el frío viene
hacia ellas, los peces tiemblan
y mueren.
Son tristes
contentos y locos
La arena dorada es suave y caliente

Leonor
18/06/96

LAS FLORES
Las flores son muy lindas
Y buenas y ellas
son la naturaleza

Y gracias a ellas
viven las personas
y animales

Leonor 
29/08/96

LAS MONTAÑAS

Las montañas son
lindas y bellas y verdes
Las montañas
son importantes para mí
Tienen muchas plantas verdes

Leonor 
16/09/96



LOS COLORES

El blanco como las nubes
El azul como el mar
El amarillo como el sol
Y el rojo como tu corazón

Leonor 
18/09/96

LAS NUBES

Las nubes son
blancas como el algodón
Y a veces llueve y no llueve
Son bonitas y son
como un colchón

Leonor 

EL MAR

El mar es brillante
como el sol
El mar tiene
muchos peces
lindos

Leonor 






jueves, 25 de agosto de 2011

La niña de pelo lacio y piel aceitunada

De como una explosión de azúcar acortó mis distancias

Recordar es una forma de viajar sin esfuerzo y recorrer en segundos, años cósmicos. Aquí en Canadá donde el espacio y las lejanías son infinitas,  a veces las distancias me envuelven, me arropan, me cubren hasta casi hacerme desaparecer. A veces siento que mi otra vida, la de Caracas, se fue muy lejos.

Creo que el mundo, la vida, se va transformando, imperceptiblemente, a cada segundo y si uno no se detiene de vez en cuando a escuchar esas distancias que fluyen, eso que llaman tiempo, pues uno corre el riesgo de que la corriente de la intrascendencia se lo lleve a uno, y cuando uno caiga en cuenta, ya será demasiado tarde.

No sé a que viene esta introducción un poco densa, será que desde el lunes en la tarde, una visión fugaz, una silueta sin rostro  caminando alegremente por la calle, me devolvió un cierto privilegio y también esta reflexión.
Esta es mi “historia mágica” de esta semana.

El lunes pasado, llegando a la casa, después de un pesado día en la oficina, como suelen ser los lunes,  en el semáforo que queda justo enfrente de la “tienda conveniente”, así las llaman aquí, “convenience store”, me detuve en el semáforo para que pasara una “pedestrian”. Me paro siempre, amablemente, porque aquí, a uno hasta le dan las gracias. Casi nunca me fijo en quien cruza, la verdad, pero esta vez era una niña como de unos doce años, de pelo largo, muy lacio y brillante, piel aceitunada y piernas flacas.

Solamente, la vi de espaldas y pensé inmediatamente que no era de aquí, por el colorido de su piel y su manera alegre de caminar. También imaginé que probablemente iba a la tienda a comprar chucherías, tal y como yo hacía de pequeña todas las tardes al llegar del colegio, cuando presurosamente, me quitaba el uniforme morado y blanco, y me iba corriendo al kiosquito a comprar chicle y todas las chucherías que mi presupuesto me permitiesen.

Hasta ahora, nada especial, solo que continué mi camino hacia la casa, pensando en el chicle bomba, chocolate, los caramelos cítricos, y  todas las golosinas que el señor del kiosko me ponía en una bolsita marrón y que antes de llegar a la casa, ya comenzaba a disfrutar. Me encantaba sobre todo la bola de chicle con la que hacía enormes bombas que me reventaban en la cara. Este recuerdo fue como una explosión de azúcar en mi mente.

Al día siguiente, que casualidad, a la misma hora, en el mismo semáforo, volví a detenerme para darle paso a la misma niñita, que despreocupadamente, ni volteó a ver si venía carro.  Y de nuevo, tuve esa explosión que hizo que se derritieran mis imágenes de la oficina, y se me hiciera agua la boca. Volví a verme a mi misma corriendo por la cuadra de Altamira, pasando por el club, y llegando al kiosquito.

Recuerdo hasta las cosas que pensaba cuando caminaba al kiosco.  Mis pensamientos, a veces eran solitarios, y en eso no he cambiado mucho. Mi infancia, a pesar de ser la menor de seis hermanos, aunque alegre, fue un poco sola en el sentido que mis hermanos eran todos mayores que yo, y a los doce anos, mi hermana la que me llevaba menos, tenia ya 18 y por supuesto, otros intereses. Fui la mascota-nieta de mi mama y mi papa, a quienes no les quedaba mas remedio que cargar conmigo a todas partes,  lo cual agradezco enormemente, pues, cada quien en lo suyo,  tuve mucho tiempo para pensar, para curiosear en los libros, para explorar el jardín y ver las hormigas cargando pétalos de flores, para cazar chicharras y trepar árboles.  Hoy en día, los niños creo que están sobre estimulados, y no les dan espacio para disfrutar de sus soledades. Yo de niña, si que disfruté bastante las mías. Dichosa yo.

En fin, el miércoles, decidí que iba a hacer una parada en la “tienda conveniente”, como a veces hago. Salí de la oficina unos minutos antes, a lo mejor así veía a la niña que me hizo  disfrutar de este momento Proustiano.

Miré el reloj, me paré en la puerta de la tienda a ver si la niñita hacia su aparición. Pero no. Así que entré. El pakistaní, como siempre me saludó amablemente, y ya me ba a cobrar el periódico y la leche, que es lo que normalmente compro.

Pero esta vez no fue así, me fui al mostrador y llené una bolsa de chicles, chocolates, gomitas y todos los dulces que pude. No eran los mismas que en mis recuerdos, pero muy similar en cuanto al contenido de azúcar. El pakistaní se extrañó.

Antes de llegar al carro, me metí como cuatro chicles en la boca, uno tras otro, e hice una bomba gigante que se reventó en mi cara, como en mi mente aquel recuerdo.

La niñita de pelo lacio, piel aceitunada y alegre caminar, nunca apareció ese día. O tal vez sí. A lo mejor esa niña era yo.  .

domingo, 21 de agosto de 2011

Ropa estresada

Sobre las ansiedades de la ropa (o más bien mías)

Creo que, esto de mis momentos mágicos, tienen que ver más con interpretar la realidad de una manera menos ordinaria que lo ordinario, que con hechos sobrenaturales. Se trata de encontrar la intimidad de los objetos, el aliento de cada situación y su resonancia en nuestras propias vidas.

El descubrir la poética de las cosas que me rodean, me reanima, me quita las ansiedades, me deleita. Al principio dije que no quería aburrir con mi  tediosa anécdota personal, pero veo que no puedo escapar de ella, y es mi vehículo para expresar mis estrellas, mis sonoridades, mis rosas. Las que tiene todo el mundo y que es posible ver, con sólo prestar atención. La vida diaria a veces desgasta, por eso me propongo siempre, alterarla un poco. Es mi manera muy personal de mantener mi salud mental. Espero no aburrir demasiado.

A propósito del cambio de estaciones, a continuación mi psicoanálisis, muy poco ortodoxo.

Casi siempre suelo llegar tarde a la oficina. Unos diez o quince minutos después de las ocho, los cuales recupero quedándome un poco más tarde de las cinco. El asunto es que, esta última semana noté que estaba llegando más tarde que de costumbre, y en las mañanas, al ver el reloj, tenia que salir “ ’esgaritada” (venezolanismo para apuradísima) y entrar por una puerta secreta para que nadie notara mi retraso.

Como buena “planificadora” (es mi trabajo, la antítesis de mi vida diaria) decidí repasar la secuencia de mis actividades de la mañana, para encontrar el cuello de botella, o la ruta critica, como se diría en términos del odioso “Project Controls”.

Suena el despertador, me hago la indiferente por cinco minutos y mentalmente gruño y vocifero, me levanto, bajo y me preparo el desayuno, me sirvo una taza de café que  ya mi esposo hizo, subo y desayuno mientras veo las noticias en la  BBC News, me baño, me visto, me maquillo y me voy.

Siguiendo la lógica de estas actividades, pude constatar que el “bottle neck” estaba en el vestirme, o más bien decidir lo me iba a poner. Es allí donde se me iba el tiempo y, analizando un poco, me di cuenta del por qué.

En la oficina hay un código de vestido o “dressing code” el cual yo no respeto fielmente porque, salvo excepciones, detesto el “look” ejecutivo de chaqueta y pantalón. El mejor consejo que he recibido en cuanto a vestirse lo leí en el periódico,  y dice que uno tiene que vestir su verdad, o “dress your truth”. Sin embargo, en Calgary, es el clima el que define la ropa, y ya a finales de agosto, se comienzan a sentir breves, pero aterradores, corrientes heladas en las mañanas que auguran el final del verano. Un recordatorio de que pronto los días van a empezar a acortarse, las hojas a caerse, los colores a desaparecer y ese a quien llamamos cariñosamente “el frío pelúo” a instalarse por largos meses.

Esta fue la clave de mi entendimiento, pues el retraso en vestirme se debía a que parecía que toda mi ropa de verano, las faldas coloridas, las camisas sin manga, las sandalias, los turquesas, amarillos, anaranjados, los vestidos ligeros y floreados, estaban compitiendo por salir del closet, todos al mismo tiempo. Como si presintieran su próximo destino de ir a parar a un oscuro rincón del closet, o peor aún, a una maleta en el sótano donde quizás serian olvidados para siempre. Mi ropa de verano estaba sufriendo de ansiedad.

El viernes pasado, me probé como cinco atuendos. Como un imán, venían a mi cuerpo flores, bufandas vaporosas que nada tenían que ver, accesorios extravagantes llenos de plumas y colorinches, los cuales al confrontarlos con el espejo, por mas esfuerzos conscientes que hiciera para convencerme de que, “Esta es mi verdad”, tenia que resignarme a que me quedaban como un disfraz.  Al final opté por lo más simple, y dejé a mi estresada ropa de verano desconsolada, regada por el piso del closet y salí corriendo a la oficina.

En el carro, entré en la siguiente, simple, pero profunda reflexión. La que está estresada no es mi ropa, sino que soy yo. Mi ADN tropical  no está preparado todavía para el cambio de estación, que aquí en Calgary es muy violento, pues el otoño, que adoro, es sacado de una patada por el invierno que entra dando un portazo de  -35 grados, para tomar posesión y quedarse.

Entonces recordé una frase de mi esposo, que me dijo hace cinco años, cuando nos vinimos a vivir aquí. “Lets embrace our new home” en español no se la traducción exacta, sería algo como “abracemos nuestro nuevo hogar”. Y así lo haré, por otro año consecutivo. Porque la realidad de nuestro nuevo hogar es ésta, el verano es corto, por eso uno lo aprecia tanto, pero las próximas estaciones también tienen un encanto sin igual.

El otoño es una nueva primavera, donde cada hoja es una flor (lo leí en alguna parte) y el invierno es como una alfombra aterciopelada y densa que cubre los colores, apaga los sonidos, nos llama al recogimiento del espíritu. Es el reino de la nieve, la luminosa, que se apodera de la luz. La luz siempre esta allí, sólo que de otra manera. 

Espero que mi estresada ropa entienda ese concepto y desaparezca su ansiedad.

Mañana lunes veré si llego a tiempo a la oficina.

jueves, 18 de agosto de 2011

Santo y Seña: PATULECO

De como la palabra "Patuleco" invitó a mi mamá  a un almuerzo


Fue  como un santo y seña, una especie de "Abracadabra" o "Abrete Sésamo". La palabra "Patuleco" hizo que  mi mamá se sentara hoy a almorzar conmigo y mis dos amigas.  No te asustes Nene (este es un mensaje para mi hija) fue de lo mas divertido. Mi mamá murió hace casi dos años y he aquí mi momento mágico del día.


Casi siempre almuerzo  en la oficina, lo que yo llamo mi "almuerzo triste". No ahondo en el tema porque me deprimo, pero en la noche me desquito, es mi consuelo.  Hoy iba a hacer lo mismo, pero así, improvisadamente, mis dos amigas y yo, decidimos ir a almorzar a un restaurant Vietnamita. 


Mi amiga chilena manejó al restaurante (creo que no confía en nosotras como choferes) Al llegar, cosa rara, no había puesto en el estacionamiento. Dimos algunas vueltas; mi amiga tuvo el coraje de tocarle corneta y gesticularle a una mujer que estaba atravesada, y esta huyó despavorida.  De pronto vimos un puesto espléndido, y aquí comienza esta historia. Mi amiga maracucha dijo, " Ese no sirve, es de patulecos". Para los que no conocen el término, muy venezolano,  este significa coloquialmente, minusválido.


Esta palabra  fue la  llave que abrió una compuerta con los recuerdos mas divertidos de mi mamá, que venían a la punta de mi lengua en tropel, uno tras otro. Como un tumulto de recuerdos cómicos que estaban  empujándose unos a otros para salir de mi boca. 


Nos sentamos a almorzar nuestra poncheras de Pho ( la sopa Vietnamita) y y en menos de cinco minutos nombré a mi mamá como diez veces. Me di cuenta, que como que me estaba poniendo fastidiosa. Traté de controlarme, pero era incontenible. La palabra "Patuleco" me desató  y no importa por donde se dirigiera la conversación, me las arreglaba para intercalar, una palabra, una anécdota. Después hice un gesto muy típico de ella, que fue robarme unos ajicitos bellos, que pusieron como guarnición. Los guardé en mi cartera. (En la cartera de mi mamá uno podía conseguirse desde una arepa, hasta una jamón serrano envuelto en una servilleta llena de pintura de labios, con un caramelo derretido pegado)


En fin, como mis amigas son pacientes, confesé lo que me estaba pasando y ellas se rieron. Hace poco, una de ellas me dijo que la foto de un colibrí, que tomó una amiga mía en Caracas,  le trajo el recuerdo de su mamá, el cual me imaginé perfumado con las flores en las que el atareado picaflor se deleitaba. Mis dos amigas conocen de esta ausencia, así que nos reimos, con una risa llena de nostalgia.


Así terminó  el almuerzo y le dije a una de ellas, en la tarde, que este almuerzo iba a ser mi momento mágico del día. Mi amiga, la misma que había dicho la palabra "Patuleco", se despidió de mi diciendo: "me voy porque en la casa esta mi familia y estoy feliz porque estoy "acompañadita". Y mi amiga lo hizo otra vez: "acompañadita" era otra palabra inconfundible de mi mamá.


Ya entonces tuve la certeza de que el episodio del día no fue coincidencia. Mi mamá estuvo conmigo hoy en ese almuerzo y su mensaje, desde lo inexorable, fue ese, "yo también estoy feliz, aquí, porque estoy "acompañadita".


Y aquí termino. Voy a prenderle su vela, a ella y a mi papá, como hago todos los días, y a tocar la campanita con que nos llamaban al almuerzo todos los días en la casa cuando éramos chiquitos.


Gracias amigas, por haberme regalado hoy un almuerzo todo lo contrario a un "almuerzo triste".













martes, 16 de agosto de 2011

Bolsillos Misteriosos

Sobre criaturas que aparecen y desaparecen misteriosamente


Mi esposo es "hombre de poca fe" y mis "pensamientos mágicos" le divierten un montón pero, como buen ingeniero ( conste que yo también lo soy), tiene la mala costumbre de buscarle la parte lógica  a cualquier situación. Sin embargo, y he aquí mi pequeño triunfo, a veces, muy contadas veces, lo hago dudar. Es precisamente esa duda lo que nos conecta en las mas deliciosas conversaciones. La duda es el estado mas filosófico del hombre, seguido de la curiosidad, que es justamente lo que mueve al mundo, y por supuesto, la imaginación. Como bien dijo Einstein, "la lógica te lleva de A a B, pero la imaginación te lleva a todas partes".


Siempre pongo de ejemplo una pirámide de ónix que insistí en comprar en Chichen Itza hace dos años, mientras él me murmuraba en el oído, que me estaban estafando, que esa pirámide era de plástico, hecha en China, etc. Yo igual compré mi pirámide mágica, no importa si "Made in Manaplas" como diría un amigo, porque, uno es el que le otorga la investidura mágica a las cosas. Cuántas veces no he intentado explicarle esto a mi "hombre de poca fe".  Por cierto, mi pirámide se perdió y hace poco justamente, la eché de menos y le pregunté a Meen sobre su paradero, sospechando que él era el responsable de haberla desaparecido. "Yo no fui" me respondió con su acento enredado, una de las frases que mejor utiliza en español ( mi esposo es británico) 


En fin, hecha esta introducción, a continuación mi relato mágico, a propósito de un corto viaje a Montreal que hicimos este fin de semana, con un objetivo muy definido, el tenis, que al final resultó irrelevante. 


Montreal es una ciudad hermosa, donde convive lo viejo con lo nuevo en sacrílega armonía y donde la gente toca corneta, no respeta a los peatones y  uno puede parar un taxi en la mitad de la calle; en fin una ciudad de verdad. Disculpen, es que llevo tantos años bajo la tiranía del orden y la seguridad, que un poco de caos me resulta estimulante.


Una hermosa noche de verano, donde la luna llena se alzaba  "blanche et pleine, come la tendresse", disfrutábamos de una deliciosa cena en el viejo Montreal, en la Rue Sainte Francois- Xavier, jamás me olvidaré. Los dos alli, sumergidos despreocupadamente, en los placeres del vino y de la buena mesa, viendo pasar la gente. Dicen que el lujo idiotiza, pero para mi esposo y yo, como no es la regla sino la excepción, pues a veces nos idiotizamos a conciencia. 


De repente tuve una visión, que me  dejó perpleja por unos segundos. No se si era una alucinación, pero una criatura que no podía identificar, una especie de gato enorme, o de perro  inflado, apareció súbitamente, caminando presuroso por la acera, para después desvanecerse.  Al final me pareció que era un mapache, con su antifaz de bandido y su cola frondosa, el cual,  como por encanto, apareció y desapareció, misteriosamente. Mi esposo lo certificó con la seriedad que lo caracteriza: "It is a racoon", dijo. 


Entonces empecé a elucubrar mil historias fantásticas sobre el mapache: que hace un mapache en pleno centro histórico de Montreal? Inmediatamente lo investí de esa cualidad mágica que producen los hechos impredecibles. Mi esposo consiguió toda clase de  teorías hiper-realistas. En fin yo decidí, que era un acontecimiento mágico y que esa seria mi historia.


Lo que faltaba de viaje, lo pasé  haciendo esfuerzos desmesurados por inventar una historia de un mapache en Montreal, escapado de otra dimensión, tarde para una boda, etc.  Pero algo fallaba con  mi magia, y es que si uno tiene que hacer esfuerzos, ya no es magia. Tal vez porque el mapache es un animal que no pertenece a mi iconografía, tal vez con un rabipelao se me hubiese ocurrido una historia fabulosa. Mi esposo insistía, la historia es que un mapache corre. Total falta de imaginación, pensé. En fin deje atrás el incidente.


Era el momento  de empacar para regresarnos a Calgary, la ciudad del orden y la seguridad.  Entonces, sucedió  algo muy curioso: Descubrí un bolsillo escondido en nuestro maletín de mano, abrí el cierre, y apareció lo que había extrañado por varios meses: La pirámide de ónix.  Mi esposo se extrañó tanto como yo, lo cual corroboró su inocencia y lo mas placentero, descubrí esa deliciosa sensación de duda en su mirada flemática. Y ahí comenzó otra vez mi imaginación descontrolada. Esta súbita aparición, de este misterioso bolsillo, me hizo pensar en un mundo dentro otro mundo,  universos concéntricos, pliegues del tiempo. Una grieta, un bolsillo secreto  del mundo, quizás el mismo lugar desde donde surgió el mapache.


Guardé orgullosa mi pirámide de ónix,  tan negra, que pareciera que se la hubiera tragado su propia negrura y de pronto, de esa misma negritud hubiese surgido.


Con la historia del mapache, claudiqué. Al final aplicaría la máxima del decálogo del buen cuentista de Quiroga, "la mejor manera de decir que el río corre es esa: El río corre. ( o algo similar, yo nunca recuerdo fielmente las citas)  en este caso, " El mapache corre". La historia de mi esposo.


Al final, igual que el motivo de nuestro viaje a Montreal,  el tenis, resultó irrelevante, la historia del mapache resultó totalmente insulsa. 


Lo mágico, en este caso,  son las incalculables asociaciones mentales que tuve que hacer para llegar a esta obvia conclusión: El mapache corre.





domingo, 7 de agosto de 2011

Organizando la soledad

Dedicado a los que en algún momento estamos solos.

En general, no me gusta organizar nada. Creo que, con buena voluntad, todo tiende a un estado de reposo y equilibrio donde, al  final, todo se conecta y encuentra su lugar. Como dice una máxima: el caos es instrumento del orden.

Siempre recuerdo a un ex compañero de trabajo, maracucho, que estuvo aquí de visita y  acuñó esta excelsa frase: “Yo jamás podría vivir aquí ( Calgary) porque hay demasiada falta de desorganización”.  Me encantó.

En fin, opino que, como uno tiene control sobre muy pocas cosas, pues es perder el tiempo tratar de planificarlo y organizarlo todo. Como dijo John Lennon en una canción, la vida es lo que está pasando mientras planeas tu vida.

Pero a propósito de un  breve momento de  “empty nest” que estoy viviendo,  una novedad  en mi vida, pues se me ocurrió el despropósito de organizar mis soledades.  A lo mejor hubiese sido mas productivo organizar el closet.

Pues saqué una caja grande y me puse a guardar mis soledades, las que he vivido hasta hoy, creyendo, en mi ignorancia ( y arrogancia), que las conocía casi todas.

Para organizar las soledades, hay que apoyarse en los poetas, así que coloqué  en mi caja ordenadamente “la soledad de dos en compañía” de Campoamor. La archiconocida “soledad concurrida” de Mario Benedetti y la “soledad ocupada” de Voltaire. Todas esas las conozco de cerquita.

Cuando me enfermé hace 17 años, sufrí de la soledad Borgiana, “estoy sola y no hay nadie en el espejo” .  También ésta la puse en la caja.

En un momento de mi vida pensé que el amor no era para mí.  Y sentí la peor forma de soledad, la de " y ahora, quien me va a querer a mi?". Y de repente, el día menos pensado, en alas doradas, apareció el amor y aparecerá, os digo, para los que quieran creer.

Cuando me fui de mi país, mi "ground zero", hace cinco años, sentí la soledad de origen. Esa que hace que nos preguntemos: qué hago yo aquí? y por qué?. Pa' la caja...

Hace un año y medio, sentí el vacío cósmico de la soledad de la madre. Es el fin de la niñez, no importa que edad uno tenga, y también la guardé en mi caja, como  una de las soledades más inevitables.

Y así fui guardando en mi caja, una por una, cada una de las soledades que  me han tocado; pero la caja, como barril sin fondo,  como que no se llenaba nunca.



Y entonces comprendí, que la caja de las soledades nunca estará totalmente llena, siempre hay espacio para otra distinta. Siempre habrá lugar para la presencia de alguna nueva ausencia.

Entonces entendí por qué no me gusta el orden, ni la organización y por qué es inútil organizar nada, incluso las soledades, pues todo tiende  a una inevitable falta de predictabilidad y todo declina hacia el desorden.

Siempre he dicho a la ligera, que el que aprende a estar solo, lo aprendió ya todo. Pero, me pregunto, será posible? No lo sé, pero, lo que sí uno puede, definitivamente, es aprender  a escuchar a la soledad.

Cerré mi caja, medio vacía, con los sonidos de mis soledades. Algún día se que me servirán. Espero haber aprendido algo.

jueves, 4 de agosto de 2011

El agua de mi mesa de noche



Mi Mata de Ají Dulce 


Mi casa es el lugar donde las plantas vienen a morir, así como mi nevera es el lugar donde los vegetales  vienen a fenecer, como los elefantes.  En el garaje, conservo un cementerio de macetas de todas las plantas interiores que he intentado cuidar y que irremediablemente han muerto.


 Mi esposo se ocupa del jardín, afortunadamente para el jardín. Una vez escuché en una película argentina, lo siguiente:"Si quieres ser feliz un día, emborráchate. Si quieres ser feliz tres meses, cásate. Y si quieres ser feliz toda la vida, ten un jardín".  Yo tendré que seguir trabajando los puntos uno y dos, porque lo del jardín, sencillamente no se me da. 


Sin embargo, cierto día, un amigo me regaló una matica recién nacida de ají dulce,  germinada con semillas ilegales, traídas de Venezuela. Eran apenas dos hojitas casi microscópicas  que se asomaban en la tierra  y me miraban casi resignadas a su destino, y a  la vez, me recordaban, en su fragilidad, todo el misterio del Universo, del cual de pronto me sentí partícipe. Puse la maceta en la cocina, cerca de la ventana, para que recibiera sol, pero no demasiado. 


Siendo el ají dulce el secreto mas preciado de la gastronomía venezolana, me propuse darle a la matita una oportunidad. La regaría, la pondría al sol, le hablaría, en fin, me propuse que mi ají dulce, no sufriría el destino fatal de todas las demás que habían pasado por mi manos.


Y ahora viene el giro inesperado de esta historia. Todas las noches, antes de dormir, llevo un vaso de agua que coloco en mi mesita de noche o "little table of night" como diría mi amigo, el que me regaló la matica, precisamente. Casi siempre, durante la noche, me tomo la mitad del agua y el resto, simplemente queda allí, velando mi sueño, guardando mis secretos y mis pensamientos.  En la mañana, al levantarme, siempre llevo el vaso de agua a la cocina, pero como es la cantidad justa, comencé a regar la plantita, con el agua de mi mesa de noche. 


El ají dulce tuvo varios conatos de muerte, pero, con el agua de mis sueños, desvelos y pesadillas, comenzó a crecer con ímpetu inusual. Insólitamente la matica sobrevivió, a duras penas, pero allí estaba, luchando por la vida en un lugar extraño, no en el trópico cálido y exuberante, sino aquí, en el Norte helado, inmenso y lleno de soledades. No se por qué  la matita, me recordó a mi misma.  El ají dulce se convirtió en mi espejo. Tras recibir el agua intima de mis horas nocturnas, la planta, ya no en disminutivo, comenzó a tener un carácter.  


A veces amanecía cansada y triste, como yo. Otras veces, quizás después de una noche de buen dormir, una noche amorosa,  amanecía optimista y llena de energía y parecía resplandecer. A las pocas semanas la tuve que cambiar de maceta ( para lo cual utilicé una de las del cementerio) 


Un día ocurrió un milagro, el ají dulce se llenó de flores, pero estando dentro de la casa (porque en las noches baja mucho la temperatura) no podía polinizarse. Así que cada noche, la acariciaba, la estremecía, para ver si sucedía una fertilización artificial. Y así fue. 


El ají dulce tuvo un ajicito, color naranja, que casualidad, mi color favorito. Mi esposo y yo nos deleitamos una noche, y lo utilicé como guarnición en una sopa de calabaza. Una comida muy anaranjada. Su delicada fragancia me trajo recuerdos de esos sabores cálidos e intensos de mi tierra, la sazón de mi mama, de mi nana Margarita. (reminiscencias, no estoy en esa liga gastronómica)


Ya hace una año de esa historia y la mata de ají dulce, sigue sobreviviendo, frondosa, honesta y linda. Como la amistad que mantengo con quien me la obsequió.


Todos las mañanas la riego con el agua de mis sueños o  mis desvelos. Un agua que conoce mis secretos.  Mi ají dulce ya se acostumbró y hasta se ve feliz en este lugar, como yo. Espero que este año también florezca.


"Una gota de agua poderosa basta para crear un mundo y para disolver la noche"
Gaston Bachelard

martes, 2 de agosto de 2011

Mi Nueva Geometría del Absurdo

La dimensión desconocida


Me mudaron de oficina y creo que unas misteriosas fuerzas gravitacionales me atrajeron  a    ésta, mi nueva ubicación.  Mi actual despacho queda en un recoveco oculto, en un corredor escurridizo del piso dos; una dimensión desconocida, pues las personas siguen de largo sin percatarse de este quiebre de perspectiva, de esta inesperada convexidad.


Pero, no sólo cambié de espacio, sino también de orientación y todas las cosas que estaban antes a mi izquierda, ahora están a la derecha. Mi cerebro reptil, el único que creo que utilizo en la oficina,  estuvo todo el día abriendo gavetas de aire, colgando la chaqueta en el gancho que esta detrás de una puerta que no existe, archivando papeles aburridos en archivos invisibles.

Este cambio espacial desató en mí un salto súbito e inesperado en mi psique y por eso lo elegí como mi momento mágico del día. Para vivir mágicamente uno tiene que rebelarse, de a poquito, contra el orden establecido, en este caso, contra el orden exacto de mi nueva oficina.

Con el perdón de Euclides, decidí inventarme una geometría del absurdo, un mundo imposible, donde existen puertas inútiles, que uno puede darles la vuelta alrededor y que no conducen a ninguna parte, un buen lugar donde estar muchas veces.  


Para acomodarme a esta metamorfosis del espacio, volteé mis fotos noventa grados, también mis afiches, mis calendarios, mi reloj donde el tiempo se estira, se encoge, se dobla, se expande como abanico, se enrolla como cucurucho (Ver Foto 8:25pm).


Si uno no remodela su espacio para jugar, el espacio serio y grave, el de la realidad implacable, lo remodela a uno.  Es una prueba de como dos mundos aparentemente irreconciliables, pueden mágicamente coexistir. 


Estoy feliz en mi nueva oficina imaginada, abreviada, irracional. Mi lugar secreto donde me escapo y me entretengo a placer. (un día de estos me botan)




"Porque estamos donde no estamos"  
Pierre -Jean Jouve