martes, 21 de mayo de 2019

VERBOS ACTIVOS



Correr, marchar, nadar, caminar, trepar, pedalear, en fin…

Tantos verbos activos juntos me dejaron cansada, como si hubiese corrido un maratón.

Sin embargo, en esta entrega quiero reflexionar sobre otras acciones que requieren menos músculo, pero mucha más energía, sabiduría y dedicación. Más que palabras, son un arte pues…

Una de ellas es el verbo “Estar”, de los más activos que conozco, del latín stare, y que paradójicamente, en una de sus voces significa “estar inmóvil”.

Y es que a veces la presencia silenciosa y compasiva, el “Estar”, en su inmovilidad, ofrece más calor y luz que una turbina generadora.

Y eso me lleva a un segundo verbo, con casi las mismas características termoafectivas (palabra que acabo de inventar): Acompañar.  

Otra vez me sorprende la etimología de la palabra, pues la raíz latina proviene de comedere (comer) y panis (pan), “comer del mismo pan”. (fuente Google)

Y no puede lo anterior estar más en sintonía con mi reciente visita familiar a Chicago, para “estar” y “acompañar” a mi sobrino nieto en el día de su Primera Comunión. Una ocasión realmente especial, llena de afecto familiar, ese que a los venezolanos tanta falta nos hace hoy en día.

Independientemente de las creencias religiosas de cada quien, “comer del mismo pan”, el Eucarístico, o el de la panadería, ese “Acompañar”, es una sencilla manera de celebrar el misterio la vida.

Tengo que admitir que he tenido que ejercitarme por muchos años, en la alegría y en la adversidad, para entender la importancia e intentar practicar el exigente biatlón de estar y de acompañar. 

Cuantas veces, el intelecto mata a estos dos atletas, diciendo, por ejemplo: ¿Y para qué voy si no hago falta? o ¿para qué estoy aquí, si ya no hay nada que hacer, o ya es tarde? o “No contribuyo en nada, no sé qué decir, así que no soy útil.”

Lo utilitario casi siempre cancela la magia, eso creo.

Para “Estar” y “Acompañar” no hace falta hacer ni decir nada.

Es un silencio cadencioso, una música intima dentro del corazón.

Es justamente esa quietud, esa inmovilidad la que cura, sana, consuela.

En fin, para terminar mi reflexión, concluyo que para estar y acompañar hace falta más energía interna que para correr un Iron Man.

Aprovecho para agradecer a todas las presencias activas  y compasivas en mi vida, las que están, las que me acompañan y me alegran, siempre…

 PD: Como este post está muy serio y a propósito de Primera Comunión, Ultima Cena, etc. me acordé de un chiste, sin ofensa:

Un judío tenía muchísimo tiempo pidiendo audiencia con el Papa y se la negaban, hasta que al fin la consiguió.
-       Buenos Días hijo, ¿qué se te ofrece? - dice el Papa.
-       Buenos Días Su Santidad. ¿Usted se acuerda de la Ultima Cena, allá en Jerusalén, hace más de 2000 años?
-       Si claro hijo, por supuesto que me acuerdo - dice el Papa.
-       La Cuenta…



martes, 7 de mayo de 2019

EL CONDOMINIO

El Condominio


Frente a mi ventana hay un gran pino.

En algunas de mis reflexiones anteriores he elaborado sobre cómo mi iconografía cambió totalmente hace trece años, que son los que llevo en Canadá.

En las ventanas anteriores de mi vida había una mata de mango, una de guayaba y otra de aguacate.

Mi pino es soberbio, enorme, erguido, incólume ante la severidad del clima calgariense.

Cuando una tormenta de nieve azota a destiempo y los demás árboles se quiebran, se cimbran o colapsan, el pino se luce en su magnificencia y superioridad arquitectónica. Sencillamente la naturaleza los diseñó para estas latitudes, y eso ya es motivo de admiración.

Pero esta breve introducción es porque descubrí que mi pino es también un condominio, como esos que anuncian en los medios, seguro, moderno, funcional, con vista privilegiada, y con todas sus comodidades y amenidades.

En la planta baja habita una pareja de faisanes. El Sr. Faisán, elegante, de largo plumaje y copete rojo. La Sra. Faisán, modesta y de plumaje menos vistoso. Que injusticia.

En la planta superior habita una pareja de Robins, esos pájaros, gordos y rozagantes, de pecho anaranjado. Los veo trayendo ramitas, y hojas, deben estar remodelando.

Y más arriba está la familia Pavarotti, se llaman Chickadee, unos pajaritos pequeñitos con un vozarrón impresionante.

De vez en cuando reciben visitas, de las ardillas, golondrinas, y otras no tan apreciadas como las urracas (magpies) o los cuervos.

Pero, en fin, día a día, contemplo la vida plácida, en el pino condominio; bajo la nieve, el granizo, la lluvia o el viento, allí están siempre, las familias acurrucaditas en sus aparentemente precarios pero formidables nidos.

En paz.

Y es que el hogar es eso, paz.

Y ahora es cuando viene lo que les quiero contar.

En mi proceso de duelo, mucha gente me pregunta: “¿y no te piensas mudar de tu casa? Es que esa casa es muy grande para ti…” Etc. Etc. Etc.

Una más de la larga lista de cosas que el Dr. Alan D. Wolfelt define como “True, but not helpful.”

Otros ejemplos que utiliza son: “Tienes que mantenerte ocupada.” “Necesitas dar a tu vida estructura.”

“True but not helpful.” (el duelo lo agota a uno, lo menos que uno necesita es algo tan rígido como estructura)

Pero he de decir que sí.

La idea de que algún día tendré que reducirme o “downsize” como dicen aquí, está en mi cerebro límbico y, sin prisa, a mediano o largo plazo, pues probablemente eso ocurra y encontraré, con la ayuda de mi bella amiga Margarita, un sitio tan encantador como el condominio de mis vecinos.

Un nido como el de la familia Faisán, la familia Robin y los Pavarotti.

Por ahora, este es mi hogar, mi paz, mi refugio. 

Mi cuerpo grande, como dice el poeta.

Y justo cuando termino de escribir este post apareció un maravilloso arcoíris.

¡Gracias!  Telegrama recibido. Sé que estás ahí.

PD: El Dr. Alan D. Wolfelt es un gurú del duelo, tuve la suerte de verlo en persona aquí en Calgary el año pasado y me pareció sencillamente brillante. Ha escrito muchísimos libros, lecturas muy recomendadas para quienes lo necesiten.

sábado, 4 de mayo de 2019

SÓLO HAY UNA

" La Joven Madre" - Arturo Michelena - 1889 - Galería de Arte Nacional, Caracas, Venezuela
    
El hijo abre la nevera y ve que queda una cerveza y le dice a su mamá: “Madre, sólo hay una.”

Un chiste trillado (y malo), pero un poco de humor nunca hace daño. Como leí una vez y repito e intento practicar hasta el cansancio: la distancia más corta entre dos personas no es una línea recta, es el sentido del humor.

Y sigo con una breve, pero ilustrativa anécdota.

Hace poco me atacó Mamá Gansa.

Venía yo con Sancho, de regreso de nuestro paseo de la tarde y una gansa, estaba posicionada en el medio del camino, bloqueándonos. Creo que es la época en que ponen sus huevos y los están cuidando, porque se ven muchas fuera del río. Intentamos rodearla, de un lado, del otro, y no nos daba paso, mientras abría el pico haciendo un siseo gutural que me intimidó. Al final puse cortica la cadena de Sancho y la rodeamos rápido. Acto seguido la gansa, enorme, se me vino encima, revoloteando sobre mi cabeza. Furiosa. Sancho, el más cobarde, ni se inmutó, mientras yo gritaba ¡Auxilio! Sin que nadie me entendiera.

En fin, una anécdota para describir el instinto materno presente en la naturaleza. Yo no sabía que las amables gansas canadienses podían ser tan feroces para defender a sus crías. Gracias a Dios no fue mamá osa o mamá coyote.

En fin, ante la proximidad del día de las madres, y como voy a estar ausente del blog por compromisos familiares, pues hoy quiero hablar de ellas, de nosotras, de esa fuerza oculta que existe en cada mujer, haya tenido hijos o no: la madre.

Una palabra que abarca más que el hecho de dar a luz.

Mi trabajo en la industria petrolera me ha llevado a atender a muchísimos y, a veces, tan largos como mi colección de bostezos, cursos de liderazgo.

Probablemente no esté diciendo nada original, pero desde mi esclarecedor (y cómodo) asiento de primera fila de abuela (no abuelita), al ver a mi hija de mamá de dos, hoy concluyo que la madre es la Líder o Lideresa por excelencia (y que me perdonen los padres, prometo un merecido post para ellos en junio)

Todas, absolutamente las casillas de los puntos que aprendí en mis cursos de liderazgos, los cumple, click, esa mujer, delicada mas no frágil, cansada pero crecidamente incansable; detallista, intuitiva, observadora, dedicada, organizada, doctora, nutricionista, visionaria.

Líder educadora, líder espiritual y, sobre todo, férrea activista en valores para la vida.

Firme, pero amable.

Estricta, pero justa.

Fiera como mamá gansa, pero desbordada de amor.

Tuve la suerte de tener una madre así y mis actuales nietos, y los que vendrán, tienen y tendrán una mamá hecha del mismo material. Lo certifico.

Y debo decir que, aunque tener un hijo(a) es un milagro de luz, estoy convencida de que aquellas mujeres que, por circunstancias de cualquier índole, no los tuvieron o tendrán, poseen igualmente esa intrínseca e invencible condición materna. Ese mismo liderazgo, tan poderoso en su fiereza como en su ternura, tan femenino.

Por eso creo, sin ser feminista, porque el término, como toda etiqueta, me resulta limitante y poco poético, creo que toda mujer, justamente por esa condición maternal, ejercida o latente, que otorga el misterio de la femineidad, somos, disculpen la inmodestia, una fuerza indoblegable de la naturaleza. (en mi país se le llama “cuaima”, pero eso es otro tema)

Una madre con su hijo en brazos es una extraña mezcla entre la levedad de una pluma, la ternura de un cachorrito, el poder de un volcán en erupción y el temple de una espada toledana.

La misma belleza que veo en miles de mujeres que quizás biológicamente no son madres, pero expresan una maternidad exultante en cada acto de sus vidas.

En verdad, como el chiste del comienzo:

“Madre, sólo hay una” y somos todas, mujeres magnificas y de buena voluntad.

Feliz Día de las Madres adelantado.