Escribir es montarse en un
caballo de vientos, con crines de tormenta, patas de espuma y cola de fantasía.
Escribir es tocar la flauta,
como un loco sobre el tronco de un árbol.
Es ver ardillas y papagallos
por las ventanas.
Es una rosa roja que nunca
muere.
Escribir es el llanto dulce
que me dejó mi padre.
Escribir es beberse la música
y derramarse en una feliz borrachera.
Escribir es visitar rincones
de silencio.
Escribir es olvidar,
olvidarlo todo y dejar que los recuerdos crezcan de nuevo como pequeños niños con
ojos de estrella.
Escribir es la falda verde y
anaranjada de mi hija que baja las escaleras en un torbellino desde donde se
desprenden todos los colores.
Escribir es ver el azul
suspendido de una aguja.
Escribir es mi casa llena de
canciones y risas.
Escribir es el poema triste
que se me instala en el pecho.
Escribir es el beso en la
madrugada.
Escribir es amar con amor y
llorar con llanto.
Escribir es poner a la disposición
del papel, el alma.
Caracas, marzo de 2001
Caracas, marzo de 2001
PD: Este pequeño ensayo o lo que sea, fue una tarea que
me asignaron, en uno de los múltiples talleres
literarios que hice en Caracas. Buscando otra cosa, apareció y me alegró mucho,
sobre todo, la imagen de la falda
anaranjada y verde de mi hija, cuando la buscaba en las clases de flamenco y
bajaba corriendo las escaleras (tenía como 13 años), parecía un remolino de
colores, y lo sigue siendo.
Siguiendo con mi terapia para la tristeza y el estrés, porque todavia tengo cemento en el alma:
Recurso # 8: ESCRIBIR
Y Sancho