lunes, 31 de julio de 2017

AGOSTO - EL PIANO


En música, los silencios son tan importantes como los sonidos.

Me lo enseñó mi maravillosa profesora de piano, Marilú.

Yo siempre tan acelerada, tan ansiosa y precipitada.

Marilú me marcaba las pausas de la partitura.

Sin esos vacíos breves, precisos y necesarios, la totalidad de la obra musical se derrumba y no tiene ningún sentido.

En la vida pasa igual.

Y el honrar sus silencios, cuando llegan, es otra manera de apreciar su majestuosa e impredecible melodía.

Después del silencio, siempre, llega la nota precisa que resuelve y que derramará cascadas de armonías.

Solía tocar el piano.

Música venezolana.

La más bella del mundo.

Joropos, seis por derecho, danzas, contradanzas, valses, merengues.

A veces sorprendía a mi esposo, tan inglés, tarareando compases del “Jarro Mocho” o la “Mañanita Caraqueña”, que de tanto oírlas a fuerza de yo practicando, pues se le pegaba.

Pero mi piano se silenció, más bien se rompió y estalló en mil pedazos, hace algunos meses.

Y vivo en ese signo triste del pentagrama, silente, entre un bemol y un arpegio.

Recuerdo el silencio perfecto.

En Caracas eran los sapitos del atardecer.

Aquí es la nieve.

A veces, busco el ruido, porque la música duele.

Los recuerdos felices golpean más que los tristes.

La felicidad recordada no alegra, a veces más bien expande la magnitud de lo perdido.

Pero recordar es vivir de nuevo, aunque duela.

Quisiera que Agosto me devolviera la música, las notas alegres de la música de mi bello país, las partituras polvorientas, arrugadas y olvidadas.

Mañanita… La dulzura de tu Rostro…Cierto Curita…El Porteño… Conticinio…Jarro Mocho…El Trancao...

Este mes, me sentaré en el piano, después de este denso silencio sostenido.

En memoria de tantos agostos felices a su lado, y para que siga tarareando la Mañanita Caraqueña, allá, en algún lugar de la Vía Láctea.

Lo intentaré…

miércoles, 12 de julio de 2017

CAPITULO 3 - DANA LA LLAMA - AGUA FLORIDA

Dana Llama

El Agua Florida limpia y disuelve la marea negra.

Así llamo a la tristeza.

Dana Llama me roció con esta agua aromática y fue como si se drenara de mi cuerpo todo vestigio de oscuridad.

Me volví transparente.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, en lugar de estar en mi oficina gris, estaba en un lugar muy verde.

-     - Bienvenida a mi tierra – dijo Dana Llama.

Yo me quedé envuelta en ese aroma sagrado.

Esto del duelo es un viaje alquímico.

La trasmutación del dolor incandescente, incesante, en fluido maleable y dúctil.

Noble.

Y allí estaba yo, de repente en un lugar donde todo habla y parece mensajero de buenas nuevas.

Un lugar donde el amor es eterno y no acaba nunca.

Donde los espíritus protectores son seres de luz que nos guían.

Donde las respuestas son justas, trascendentales y necesarias.

Donde las flores son buenos pensamientos, emociones, percepciones, acciones.

Donde la madre es cósmica, y transforma nuestras más densas energías en sutiles formas.

Donde el alma es una campana que recibe, repica y transforma constantemente. 

Dana la Llama me llevo a un lugar donde comienza la sanación del cuerpo y el espíritu.

Donde fluye el poder de la intención y la presencia eterna del ahora y siempre.

Un cielo donde las constelaciones ofrecen escaleras al cielo (su canción favorita)

El ojo de la Llama. 

El Alfa.

El Urubamba.

La Vía Láctea.

La búsqueda de la mayor integridad y unidad con el amor que me rebasa.

Al final, Dana la Llama me condujo hasta una especie de milagro, donde nunca creí poder estar.

El viaje continúa…

PD: Regresando de un periplo de balance y equilibrio, donde todo lo que podía salir bien, salió bien a Dios Gracias. Perú, me robó el corazón.  Dana La Llama, la mascota, siempre en mi morral, asomada. Mi tránsito a través de este proceso alquímico que llaman “duelo”, sigue, pero recibo con gratitud el regalo del Gran Misterio, esa divinidad que habita en Los Andes, donde se venera lo visible y lo invisible.

Mi corazón iluminado y agradecido.

lunes, 3 de julio de 2017

JULIO – EL COLIBRÍ



Julio se lo dedico al Colibrí.

El diminuto pájaro ingrávido y colorido que se acerca al néctar de la vida.

Tejedor de sueños.

Mensajero y guardián del tiempo.

Para unos, símbolos de audacia y de conciencia.

Para otros de coraje.

Eternidad, continuidad.

Resurrección.

La frágil criatura que parece morir en la inconsolable noche helada y resurge de nuevo en el amanecer.

Creo que el único pájaro que sabe volar en retroceso.

Para no olvidar el pasado, pero sin insistir.

Wiracocha, el Hacedor del Universo, en estos últimos días, me enseñó a entender el alma como flor.

Esa que cierra sus pétalos ante el dolor.

Pero que siempre resurge y recupera lo perdido.

Es el destino ineludible de las flores.

Amor, alegría, belleza.

El Colibrí invita a sanar.

A recordar con gozo.

A abrir los pétalos a la luz más pura.

A sentir la presencia plena de cada momento.

En Julio, el Colibrí me invita a volar.

A seguir…

Gracias amigo Colibrí.

Quieto

no en la rama

en el aire

No en el aire

en el instante

el Colibrí


Octavio Paz