jueves, 27 de marzo de 2014

LA BARBERIA

No está el ánimo para celebraciones.  Ni mucho menos.

Pero como dice mi amiga Sol (y me encantó) uno en la vida a veces tiene que llorar por un ojo y reírse con el otro

Después de pasar el sábado en la mañana haciendo diligencias con mi hijo, una de ellas cambiar su regalo de cumpleaños (por razones tecnológicas), Santiago me dijo que lo acompañara a cortarse el pelo.

Estaba apurada, pues tenía un compromiso en la tarde, y varias otras cosas que hacer, pero  asentí.

Entramos a la barbería y aproveché de ir al baño.

Tuve una conmoción cuando pasé al lado de un pipote gigante lleno de pelo humano.

Me espeluqué, algo no muy apropiado para una barbería.

Con esta sensación mórbida me senté a esperar.

Santiago era el único cliente.

El barbero era más bien una “barbera” y cuando la vi tuve que reprimir un ataque de risa incontenible.

Esto me ayudó a borrar de mi cabeza la imagen del pipote.

Dios mío, pensé, espero que  Santiago no quede como ella. (foto al final, sin cara)

Como hubiese dicho mi papa,  “una lora matada a escobazos”.

Esto me recordó una adivinanza, la respuesta al final de la fiesta.

“Si en un pueblo solamente hay dos barberos, uno con un corte impecable y la barba bien cuidada, y el otro, despelucado y peludo. ¿Con cuál de los dos se cortarían ustedes el pelo? Y por qué…”

Pues bien, superadas todas estas bizarras emociones, vi  la imagen de Santiago en la silla, con su babero, capa, no sé cómo se le llama, dispuesto para su corte de pelo.

Allí comenzó la fiesta.

Una fiesta maravillosa a la que fui invitada hace 28 años.

Se apagaron las luces y la silla de la barbería se puso enorme.  

O Santiago se encogió.

Sentado allí  vi a un niñito, un bebe casi, haciendo pucheros, igual que la mama.

Recordé el lugar exacto, Centro Comercial Humboldt, Caracas y a partir de ese momento empezaron los fuegos artificiales, la música, los abrazos, las lágrimas.

Los recuerdos.

La felicidad tan sencilla y plena que sentí cuando vi a mi niño cortándose el pelo por primera vez.

Un acto que, de tan simple, no puede ser sino inolvidable.

Así celebré los 28 años de Santiago.

En la barbería.

En la noche hubo fiesta con amigos, torta y velas.

Alegría.

La peluquera hizo un extraordinario trabajo con Santiago y eso corrobora la respuesta de la adivinanza.

Si en el pueblo hay sólo dos peluqueros, uno impecable y el otro descuidado, pues hay que ir al peludo, porque éste es quien le corta el pelo al otro.

¡Qué linda fiesta!

miércoles, 19 de marzo de 2014

AEQUUS


Sirve para los amores contrariados.

Los que terminan, como la noche.

Los que comienzan, con desesperada opulencia.

También es bueno para las finanzas mermadas.

La salud afligida.

Los días de congoja.

No hay penumbra eterna en la magnificencia del cosmos.

La vida sigue, incesante en su movimiento perpetuo.

Y los tristes, encuentran su consuelo.

Los afligidos recuperan las fuerzas.

A los decaídos se les abre un rincón soleado de esperanza.

Los enfermos  sanan.

Se curan. Si.

La magnánima luz regresa.

Los dioses,  casi siempre tan callados: hablan.

Un momento exquisito en que la luz y la noche se reparten
por igual.

Aequus.

Nox.

Equinoccio.

Después de tanto invierno, que me ha batuqueado por los
cuatro costados, llega la Primavera.

Al menos oficialmente, pues aquí en Canadá,  mi estación
meteorológica portátil, mi piel resquebrajada,  anuncia nieve
 y bajas temperaturas.

No importa.

A pesar del frio, a pesar de todo,  es un momento de rescate
y esperanza, aunque sea  con fervor imaginario.

Y así, en este momento en que la cúpula del firmamento y el
Ecuador celestial deciden ser benevolentes, yo quiero enviar
  un sencillo mensaje.

A mi familia.

A mis amigos.

A mi país  Venezuela, que resiste heroicamente.

A los afligidos y acongojados.

Les quiero enviar un mensaje de Esplendor Solar.

Para que lo sientan y lo reciban mañana.

Y los inunde de esperanza.

De manera muy especial a mi hijo, que cumple años mañana
 20 de Marzo.

Querido hijo Santiago: ¡Sigue soñando grande!

Los sueños chiquitos no tienen magia y a los grandes, les
llega su momento. 

¡Feliz Equinoccio para todos!

viernes, 14 de marzo de 2014

EL INTREPIDO VOLADOR


Como un insecto.

Así me he sentido los últimos meses en mi nuevo trabajo.

Atrapada en papel engomado, el de la rutina.

Mareada por los insecticidas, el de la conversación chiquita (small talk lo llaman aquí, esa que me deja grogui y exhausta).

Aplastada por un matamoscas gigante.

El de la realidad.

Hasta que me dieron mis nuevos anteojos.

Entonces todo cambió.

Hace unas cuantas semanas decidí que ya era hora de usar anteojos, o gafas, como las llaman en muchos  países, y  en las clases de español de mi esposo (Duolingo, lo recomiendo).  (es que "gafas" me suena raro)

Ahora tengo mis lentes “progresivos” (no bifocales, porque eso es de viejos) que supuestamente sirven para leer y para ver de lejos al mismo tiempo.

Adoro mis “gafas” nuevas.

Son modernas elegantes,  y me dan un aire intelectual.

Todo un objeto de seducción.

El asunto es que no veo nada.

Ni de lejos, ni de cerca.

El de la óptica me dijo que tenía que acostumbrarme, así que me los pongo todas las mañanas, al llegar a la oficina.

Y así ando,  dando traspiés, tropezando con los tabiques, sirviéndome el café en el aire, bajando escaleras ingrávidas y con sensación de nave espacial, como si la realidad habitara en otro planeta.

Entonces comencé a disfrutar de mis nuevos lentes y de mi trabajo.

La realidad parece distante detrás de los cristales.

Las personas cambian.

Pierden sus escudos.

Como si se difuminaran sus egos y se distorsionaran sus vanidades.

Con mis anteojos veo claramente  que son sólo comunes y corrientes.

Desde esta otra perspectiva, me  es más fácil ejercer la insolencia crítica.

Hasta el límite que permita la buena educación.

Mis anteojos nuevos me  dan superpoderes.

Ahora soy inmune, a los insecticidas, al papel engomado y  a los matamoscas.
 
Como la versión femenina del “Intrépido Volador”.
(comiquita de mi infancia)

 
 
PD:  Necesitaba una entrada un poco mas light, como para bajar la tension. 

domingo, 9 de marzo de 2014

SAGITARIO A


Sagitario A.

“Sagitario  A” es un hueco negro masivo,  cuyo peso es 4 millones  el del Sol.

Sagitario A  tuvo un antojo hace veintiséis mil años.

Y de allí nació la Vía láctea y su seductora y vertiginosa espiral.

Aquí estamos nosotros hoy.

Pero los científicos van a presenciar este festín, milenario, en unos pocos días, a finales de Marzo.

En eso que llaman “tiempo real “(¿)

Ahora.

Un “ahora” anciano y decrepito.

Un “ya” de veintiséis mil años.

Mi esposo me comentó este artículo, que le mandó mi hijo, ambos fanáticos del cosmos y yo lo escuché como quien oye llover.

Últimamente sólo tengo oídos y atención para lo que está pasando en Venezuela.

No me interesan los Sagitarios, o Escorpios o huecos negros, sino las guarimbas y las protestas.

Es solo hoy, domingo en la noche, mirando el firmamento,  que me acordé de Sagitario A y sus antojos.

Y a mí me dieron los míos.

Me provocó comer “Bienmesabe”, de ese que hacia mi mama con biscochos borrachos de ron y leche de coco prensada en un pañuelo.

El concepto cosmológico de la distancia y el tiempo es muy enigmático para nosotros los mortales.

La distancia solo está en quien la piensa.

El ahora es infinito.

Hay lugares de los que no nos vamos nunca, por más que lo intentemos.

Una madre nunca se va de un hijo.

Aunque no esté.

El lugar donde naces nunca está lejos.

Aunque allí no residas.

Hoy mirando la noche, tuve otro antojo.

Postre de Vía Láctea.

Dulce de leche y Venezuela con siete estrellas.
 
PD: Disculpen si estoy monotematica, pero en verdad mi cabeza, con mi gente, en Venezuela. No hay tiempo ni distancia.

martes, 4 de marzo de 2014

EL CABALLITO


Tengo un amigo imaginario.

Es un caballito.  

Tan pequeñito que cabría en un dedal.

Es blanco, esbelto y tiene una melena de viento larga y sedosa.

 Mi esposo esta celoso de mi amigo imaginario.

“I am jealous” – me dijo la otra noche,  en que le dije que mi amigo imaginario me hacía soñar sueños bonitos.

Me gusta que mi esposo sienta, de vez en cuando, el venenito de los celos.

Siempre soy yo la celosa recalcitrante. Como dice la canción, “tengo celos hasta del pensamiento  que pueda recordarte a otra persona más”

En fin, últimamente he sufrido de insomnio.

En mi mesa de noche hay toda clase de remedios para dormir: valeriana, manzanilla, flores de Bach, Sleepy tea, Nyquil.

Pero nada ha funcionado.

Hasta que apareció  mi caballito miniatura.

Apago la luz, cierro los ojos y una llanura ingrávida, llena de espigas doradas, se posa sobre mis ojos.

Entonces se aparece.

Libre  y salvaje.

Lo veo correr hasta donde termina el horizonte de  mis pestanas y comienzan mis sueños.

Galopa, incansable, por playas de aguas  tranquilas o furiosas,  semejantes a  su indómito e impredecible temperamento.

Se mete por  pastizales inundados  de agua y de  sol.

Sube montañas. Atraviesa ríos.

Irreverente pero siempre gentil.

Hasta que me duermo.

Mi caballito vive en el país maravilloso que se posa sobre mis ojos cada noche.

Un lugar que pienso, repienso y repaso en sus deleites.

Tal vez sea la mezcla de yerbas y pócimas o los celos de mi esposo que lo ponen muy carinoso.

No lo sé.

Pero mi amigo imaginario, mi caballito de la noche, raudo y sin miedo, me salva del insomnio, y me hace despertar con buenos augurios.

El despertar más dulce.

La libertad.
Este es el escudo de Venezuela.