viernes, 27 de abril de 2012

SOBRE LOS SANTOS


Yo pensaba que el cuento  más perfecto que yo había leído era “El Libro de la Arena” de J.L. Borges, hasta que leí “La Santa”, de G. García Márquez. Si no los han leído, les sugiero que lo hagan pues son ambos un inmenso placer hipnótico. Dicen que “El Libro de la Arena”, escrito en 1975, es un presagio, o una analogía, de la internet, cuando ni siquiera existía.

Pero a propósito de los santos, ese cuento de” La Santa”, del cual no voy a contar nada para no arruinarles el final, me hizo caer en otra reflexión mágica.

Nosotros los latinoamericanos somos muy “santeros”, en el sentido que tenemos un santo para todo. Yo misma, a veces pido los favores de San Pancracio, para el trabajo; a San Antonio, para que me aparezcan las cosas perdidas (y si aparecen hay que darle un pan a un pobre como decía mi mama); a San Judas Tadeo, que no sé qué hace, pero en cada cuadra de Caracas hay como tres  quintas con el nombre de San Judas Tadeo. Caracas, la ciudad de las direcciones imposibles.

También le pedimos a los Arcángeles, San Miguel es mi favorito, el de la espada flamígera; San Gabriel, que decía mi mama que era el más ocupado, tuvo mucho trabajo,  el de dar buenas noticias.

Y por supuesto, nosotros los latinoamericanos siempre estamos prendidos de la Virgen, en todas sus advocaciones.

Es algo lindo, yo creo. Hoy mismo, que mi hija presenta su último proyecto de universidad, en mi mente le desee el clásico, anda con Dios y la Virgen, y ella cada rato me recuerda, si le prendí la vela  a San Pancracio ( aunque ya dije que no prendo velas, pero aquí hay unas de pila… safety…auxilio ¿en que me he convertido?) para que consiga trabajo.

Hace tiempo, una doctora canadiense que conocí en un curso de escritura, contó como anécdota curiosa, algo que para nosotros es muy natural. Dijo que se quedó en shock porque una paciente grave le dijo un dia: pray for me, Doctor. Contaba la doctora, que ella no supo qué hacer con aquella petición, que no durmió como en tres días, como si le hubiesen puesto un papa caliente en las manos. Profunda diferencia cultural.

Pero, he aquí mi reflexión: hay otros santos anónimos (y no es porque vayan a reuniones), que son incluso más santos. Tan santos que pasan humildemente por la vida, sin que nadie ni siquiera los recuerde, probablemente en eso radica su grandeza.  

Ese es precisamente el regalo de “La Santa”. Es mi momento magico de hoy viernes.

Aquí el link.

martes, 24 de abril de 2012

JOYAS DEL CORAZON


 
Las joyas antiguas están impregnadas con el aura de sus dueños.   Llevan su estela, sus historias, sus romances, sus aventuras, a veces hasta sus maldiciones. Espero este no sea el caso. Me fascinan sus propiedades mágicas y talismánicas.

Me pregunto, qué cantidad de eventos cósmicos tuvieron que ocurrir para que, esta sortija que recibí inesperadamente, llegara hasta mi dedo índice. La probabilidad de ocurrencia era tan remota, como el chance de que un mono se sentara al piano y le saliera una pieza de Chopin (esta analogía, que utilicé en una oportunidad para explicar un evento altamente improbable de mi vida,  creo que es de Stephen Hawkins).

La joya es una herencia de la familia de mi esposo, una sortija de hombre, enorme,  que mi esposo no estaba interesado en usar, y que de pronto saltó de una gaveta, sin que nadie sospechara como llego allí.  La sortija de Alf.

A Alf lo conocí poco, pero, para agradecer el honor que me hace al dejarme usar su sortija,  me puse a recordarlo.

Alf era el padrastro de mi esposo, tenía un acento británico inescrutable, ni siquiera M. lo entendía. Preparaba los mejores desayunos del mundo, mientras tarareaba cuatro notas monótonamente. Usaba gorro de dormir, como en las comiquitas, de esos largos con una bola en la punta.

Una vez me dijo me dijo, que él era un hombre feliz, pues había encontrado su pequeña porción de paraíso, su humilde casa en el medio del verde de Gales. Pero siempre, y no sé por qué razón, repetía la anécdota de Federico Chopin, quien está enterrado en Paris, pero su corazón reposa en Polonia. Era un amante de la música de Chopin.

Y con este último recuerdo de Alf, se me aceleró la magia, corrí a buscar los Nocturnos para Piano de Chopin  y a prepararme para dormir.  

Ya no prendo velas, por el asunto del safety. Ahora acompaño a mis ausencias, con agua y a veces flores. También porque le va mejor a mis recuerdos.

Así  me quedé mirando la sortija de Alf, en mi dedo índice. Las notas melancólicas de Chopin, se mezclaron con el olor de los huevos fritos con tocineta, chorizo, tomate y morcilla que Alf nos preparaba todas las mañanas, en su pequeño paraíso.

Y aunque ya me estoy asustando porque últimamente he revivido a muchas presencias del mas allá, (me parece que puede ser efecto de ese vaso de agua que les dejo todas las noches),  pues, así  recordé a este señor, Alf, a quien conocí muy poco, pero a quien enterraron en su paraiso junto con su corazón, un hombre que encontró su tesoro, y de paso, fue tan amable de dejarme su sortija.

Verdaderamente, las joyas antiguas tienen aura y nos dejan en la piel un halo mistico y dorado. Creo que tenemos que honrarlas y meditarlas con humildad, pues es un honor  tenerlas, son joyas prestadas, joyas del corazón.

Y termino con la inscripción en la lápida que guarda el corazon de Chopin en Varsovia:

“For where your treasure is, your heart will also be”


 

jueves, 19 de abril de 2012

QUERIDO SANCHO


Mi papa siempre decía, citando a Diógenes, el filósofo griego:  mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro.  Mi mama, al contrario,  replicaba que, después de haber criado a seis hijos, no quería nada con perros. Así  eran de opuestos, y así se amaron por casi 60 años.

Yo estoy tratando de poner en perspectiva esto de tener un cachorrito.  Y no puedo, sencillamente nos hemos enamorado del  buen Sancho. Esto es el comienzo de mi enajenación.

Y como el nombre de nuestro perrito fue elegido en honor al compañero fiel del hombre de La Mancha, pues, el fin de semana,  tuve el impulso de volver a la herencia de mi hermano, la edición del IV centenario del Quijote, que el conservaba en su oficina y que por fortuna llegó a mis manos.  

Mi hermano siempre me comentaba, que, en sus momentos de quietud, en la oficina, hojeaba el Quijote para encontrar sabiduría. Él era un hombre sencillo, pero sabio, ya lo he dicho otras veces. Una figura quijotesca, acaso.

Pues bien, después de todos estos días de saturación perruna, tomé mi Don Quijote que conservo  en mi mesita de lectura como libro de cabecera y lo abrí en la página donde mi hermano Rafael  lo dejó marcado  para la eternidad.  Entonces leí:

¿Qué hay, Sancho amigo?  ¿Podré señalar este día con piedra blanca o con negra?

Mejor será - respondió Sancho - que vuesa merced la señale con almagre, como rótulos de catedrales, porque le echen bien de ver los que le vieren.

De ese modo – replicó don Quijote  - buenas nuevas traes.

Y la verdad no entendí nada, pero sonó todo como un buen augurio, un mensaje. 

Como dijo Isabel Allende hace poco, la muerte es un obstáculo serio en las comunicaciones, pero no  insalvable ( algo así,  es mi interpretación)

La verdad, este momento mágico no va a ser muy elaborado, porque estoy muy cansada, de limpiar la casa (algunos accidentes de Sancho), de celebrar mi cumpleaños (17 de Abril, gracias), en el cual que me han dado tarjetas de perros, bolsitas de perro, galletas de perro, libros de perro y la verdad me siento un poco culpable, porque al final es un perro. 

Pero ya no me importa dar rienda suelta a mi enajenación. Me lo dijo Franz Kafka (el menos pensado), en uno de los infinitos libros que me han caido en las manos:

"All knowledge, the totality of all questions and all answers, is contained in the dog"

Buenas nuevas traes, querido Sancho…

lunes, 9 de abril de 2012

EL MANTEL DE JACINTA


Este momento mágico comenzó a hilarse casualmente, en una tienda, la semana pasada, y tuvo su momento expansivo, encantador  y conmovedor al mismo tiempo, hace apenas minutos, al abrir un armario. Esta es la historia.

No recuerdo ni siquiera qué estaba comprando, ah, ya me acordé, unos huevitos de Pascua para regalarle a mis compañeras de trabajo que tienen niños pequeños. Cuando me tocó el turno para pagar, me di cuenta que la cajera era una muchacha lindísima, de ojos enormes, sonrisa de marfil y piel achocolatada.  Pero lo que captó mayormente mi atención fue su nombre, Jacynthe.

Inmediatamente, como buena hija de mi madre, pues ella tenía esa costumbre de conversarle a la gente,  le dije:

-       Jacynthe, que bonito nombre. ¿Así se pronuncia?
-       Si, Jacynthe – repitió, con un sonido  fresco y perfumado, con leve acento francés.

Mientras me cobraba los huevitos de chocolate, le seguí conversando.

-       En español seria Jacinta y además es una flor – le dije.
-       Si - me respondió sonriendo – receipt with you or in the bag?
-       In the bag please. Thanks Jacynthe – y tomé mi bolsa sin saber, que además de unos huevitos de chocolate, había salido de la tienda con un mantel y un tumulto de recuerdos.

Y es que ese nombre Jacinta,  me trajo a la memoria a Jacinta Hung. Un personaje de una novela que nunca escribiré, y que vive  en mi memoria gracias a los cuentos de mi mama, igual que Giselo un muchacho que hacia mandados en su casa de la infancia; la tía Solita, que se pasó la vida bordando y  mirando por la ventana; Dionisio, el jardinero borracho, de él si me acuerdo. En fin nombres dignos de García Márquez,  como Honesto Tolentino o Gala Pimienta, buenos nombres.

La historia de Jacinta Hung, es la siguiente. Cuando mi mama de jovencita trabajaba en la Creole Petroleum Corporation, sería el año 1942, conoció a Jacinta Hung. Una chinita, tímida y retraída, casi invisible, pues no hablaba con nadie y la gente, como que la ignoraba; pero mi mama que hablaba hasta con las paredes, cuenta que siempre le buscaba conversación, cosa que Jacinta agradecía, calladamente, como se agradece la bondad.

Sucedió que mi mama se iba a casar con mi papa y, bueno la historia es que tuvo que renunciar al trabajo (mi papa le dijo que él le pagaba el sueldo, ¡qué tiempos aquellos!). Pero antes de irse, mi mama tuvo el detalle de invitar a Jacinta Hung a su matrimonio.

La dulce chinita, no fue a la boda, pero le mandó un regalo. Un mantel de hilo, bordado de cerezas, con una perfección tal, que ni las monjas. Quién sabe cuánto tiempo le habrá llevado a Jacinta Hung bordar ese mantel.  Bordar  es una fineza espiritual, un trabajo de paciencia infinita, como la que Confucio dice que produce resultados inmediatos.

Como me encantaba la historia y siempre le decía a mi mama que alguna vez tomaría prestado el nombre de Jacinta Hung para escribir una cuento o una novela, pues un día mi mama en vida, me dio el mantel de regalo.

Aquí lo tengo conmigo, y después de que he estado días y días, pensando en Jacinta Hung, pues hoy llegué de la oficina y me puse a buscar en los armarios. Allí estaba el mantel, arrugadito y un poco amarillento.

Cuando lo desplegué,  crujiente y bordado con los secretos del tiempo, pues, fue como si conociera a Jacinta Hung en persona y le diera un abrazo.  Me invadió una sensación de profundo bienestar; es la poética del mantel, un placer tardío, un acontecimiento en cada pliegue, en cada pequeña arruga, una riqueza  intima de amistad, de celebración, de agradecimiento, de bondad.

Me sorprendí tanto de que un simple mantel se convirtiera, en un vuelo, en un montón de recuerdos  apretados, como cada puntada que Jacinta Hung  bordó magistralmente en su  espléndido regalo de bodas para mi mama.

En fin, este es mi momento mágico de hoy lunes. Le dije a mi hija que le tomara una foto al mantel antes de devolverlo a lo que ella denomina el gabinete de los trapos y yo el armario de los recuerdos. 

lunes, 2 de abril de 2012

SOLAR


Decía Vicente Huidobro, escritor chileno, que el adjetivo si no da vida, mata. Releyéndome, me doy cuenta de que, últimamente he cometido varios crímenes. La sobre-adjetivacion es un hábito horrible que quisiera erradicar.  Pero como estas son meditaciones impulsivas, me lo tomo como una licencia, a cambio de la emoción del momento y espero me sepan disculpar.

Leia hace poco,  que la perfección, no es el momento en que uno ya no puede añadir más, sino cuando ya no queda más nada que eliminar. También siempre recuerdo  a Bernard Shaw,  “sorry this letter is so long. I didn’t have time to make it shorter”.  Por algo son genios.

Adonde voy es que, ya reflexionando un poco más, y conectando una serie de eventos externos e internos, como esos juegos de unir los puntitos, concluyo que este vicio, exacerbado en estos dias, de la euforia del adjetivo, es parte de mi estado actual, que voy a llamar: Solar.

A este particular estado Solar, quizás podría atribuirle miles de significados según mi pasticho  intelectual de astrología, Tarot, quiromancia, mitología, psicología, semiología, física cuántica, que en diferentes etapas de mi vida, y por diversas razones, me han interesado, he investigado y que he abandonado, una vez sacian el apetito del momento. Conocimientos de humo, matizados por el tiempo, que ahora viven en una especie de oscura alacena, en la cual consigo siempre especias, para condimentar oportunamente, alguna conversación.

Pero no voy a hacer uso de ese recurso culinario en esta entrega. Mi estado Solar es mucho más sencillo. Y es que aquí en estas latitudes, el Sol  en esta época, no se siente, sino que lo empapa a uno. Se mete por debajo de la piel en un torrente agradecido e impetuoso. Pienso que esto debe ser lo que sienten las matas en la Primavera, o  como cuando , en Venezuela, despues de la sequía, reciben las primeras lluvias.  Ayer justamente, mi esposo y yo, contemplábamos idiotizados y una vez más, asombrados, como un tulipán se abría paso a través de la tierra,  tras tantos meses de oscuridad e invierno. Misterios del Universo.

Esa es mi sensación Solar que, de ahora en adelante y por los próximos seis meses, voy a atrincherar en mi cuerpo y a defender contra viento y marea, como se defiende la felicidad, el amor y las cosas que a uno le regala a la vida y que en esta época de Pascua de Resurrección, hay que agradecer.

Esta es la luz astral que me despierta en estos días, que se mete en mi casa a borbotones, y que el otro día hizo que se abrieran ante mi siete puertas. Seis puertas de verdad, de madera, de vidrio, con llaves y  cerraduras, y otra puerta mágica, transparente, sin bisagras, ni cerrojos, una puerta inesperada. 

Hasta ahora he borrado más de doce adjetivos y todavía quedan más de diez, tampoco soy buena para contar.  Voy a dejarlo hasta aquí, pues si me pongo a eliminar lo malo, terminaría borrándolo todo. Escribir estas cosas es quizás  mi particular manera de huir de la perfección.

Por ahora, me voy a investigar que hay detrás de mi misteriosa puerta. 
 
Que el verso sea como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema ;

Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.


El Poeta es un pequeño Dios

ARTE POETICA /Vicente Huidobro