sábado, 27 de diciembre de 2014

AMANECER


A veces son de plata bruñida

Los hay de aceite

De soldadura de acero

De fragua

De impulso vital

Los he visto pasar  día tras día, ante mis ojos adormecidos

Cuando manejo a la oficina

O cuando me asomo a mi balcón un día de ocio

Son tan bonitos, que apaciguan cualquier tipo de  soledad.

Son los amaneceres

Y en ellos hay lágrimas y esperanzas

Misterios y esplendores

Naufragios y  rescates

Algarabía y silencio

Pronto amanecerá otro año

Con texturas inciertas

Penumbras y caricias

Olvidos y recuerdos

Otro año amanecerá

Con toda su seducción

Mezcla de viento

De emociones

Humanas

Amanecerá otro año

Lleno de dudas,


Estado existencial del hombre

Año para crecer y amar

Cada amanecer

Es el tiempo intacto

Aquí, en este planeta,

Inhóspito y difícil

Absurdo y cruel

Gentil y amable, acaso

Otro año

Aquí

En la vida

Lugar  privilegiado

Donde suceden los sueños.

Este amanecer lo tome desde mi oficina, hace unas cuantas semanas, grite como una loca, llame a todo el mundo a verlo, y nadie se asomo jajaja, Yo si que lo disfrute.
 


PD: Disculpen el sentimentalismo, una vez más… Mañana salgo a sumergirme en unos días de playa y sol, a  recibir un nuevo año, un nuevo amanecer lleno de bellos sueños.  Feliz Año Nuevo!

sábado, 20 de diciembre de 2014

ARGENTO

Es la época del brillo.

Así que me propuse poner una mesa Navideña esplendorosa.

Pre-Navideña en este caso, porque es para despedir a los viajeros.

La familia venezolana, hoy en día, está  siempre en constante despedida.

Puse mi mantel  sedoso, mi vajilla más fina, cubiertos, copas, servilletas de papel, porque las de tela había que plancharlas (todo tiene un límite).

Entonces, para dar el toque radiante, decidí sacar la “platería”.

No se espanten. No vivo en Downton Abbey (mi serie favorita)

Mi platería se reduce a cuatro objetos heredados:

Una brisera, regalo de mi mama.

Una bandejita con las iniciales MV, regalo de un hada, la Tía Olga.

Una campanita, con la que solían llamar a la mesa en mi casa de Altamira.

Y la cigarrera, con las iniciales de mi papa JHA. (para el pousse café de mi esposo, aunque se tiene que ir castigado a fumar al garaje)

Cuando  saqué estas preciadas  piezas de sus escondites del tiempo, estaban negras y opacas.

Limpiar la plata no es algo que haga frecuentemente.

Me armé de guantes plásticos, trapo y Silvo, y me senté a frotar pacientemente mis argentos.

El esparadrapo  blanco se puso negro y  la luz comenzó a asomarse.

Igual que los recuerdos.

De la campanita, salieron melodías de  asado negro, con arroz blanco y plátano fritos.

De la cigarrera,  espirales de humo, de canciones y poemas.

De la bandejita de plata salió un rayo azul bondad, es lo que recuerdo de aquella y otras hadas.

Y de la brisera de plata y cristal, reconfortante y bueno,  emanó el calor las manos de mi mama.

Terminé de frotar mi platería, como si de una lámpara mágica se tratase.

Allí quedaron, relucientes.

Mi mesa quedó muy linda.

Esta noche prenderé la vela incandescente del hogar, en mi brisera de cristal y plata recién pulida.

Cierto que no limpio la "platería" con mucha frecuencia, pero  lo que si hago muy a menudo es sacar brillo…

.. a los recuerdos.

Que tengan todos una  esplendorosa y Feliz Navidad!

 

Con esta entrega  me despido,  por ahora, a menos que me ataque el deseo incontrolable de la magia antes de que termine este año. Es muy probable, porque como dice mi esposo cuando” I make up my mind”, hago exactamente lo opuesto.

Para mí ha sido un placer y una alegría, compartir con todos ustedes.

Un abrazo muy especial a Rafael, Roland, Ester, Fina, Beatriz, Joaquín,  Marcos, Ester del Pozo, Vero,  no los conozco personalmente  y sin embargo, se acercan con constancia a mi alma. Es una alegría instantánea, cuando me levanto  en la batalla y leo sus comentarios. Son ustedes muy amables y demasiado talentosos!

Y también un abrazo muy fuerte para quienes me acompañan en estas letras en silencio, pero que de alguna manera, me dejan sentir sus sensibles presencias, las cuales recibo con humildad.

Un caluroso abrazo, desde Calgary!

 Diciembre 20, 2014

lunes, 15 de diciembre de 2014

MEDIA FIRMA



Estoy “magic less”

Así que decidí compartir alguno de mis antiguas historias de oficina.

Como diríase vulgarmente: Un refrito.

Disculpen.

1998 y hoy, 2014, no he cambiado nada.

Sólo mis hijos me recuerdan el paso de los años.

En esta historia tenían 12 y 10 años, hoy 28 y 26.

La Media Firma habla de la prisa.

La prisa de entonces, es diferente a la prisa de hoy, pero prisa al fin.

Me dio gran nostalgia releer este cuento, parte de una colección de Cuentos de Oficina (1996-1998).

El tiempo pasa, y como diría mi papa y el gran poeta Omar Khayan:

Es más tarde de lo que imaginas…


MEDIA FIRMA (1998)

 Todos los días de mi vida comienzan apurados.  Allí estábamos los tres: Santiago, Leonor y yo, esperando el autobús del colegio a las seis y treinta tres de la mañana. Yo, dormida; Santiago, nervioso y Leonor, terminando la tarea que no hizo el día anterior.  Cada uno en su propio estilo.

El autobús amarillo subió la calle lentamente, como un robusto gusano trepando la corteza de un árbol.  Leonor, al verlo, me dijo con voz angustiada: Mami, fírmame el cuaderno que hoy lo van a revisar.  Sin saber de qué se trataba comencé a firmar como loca. Me percaté de que tenía mucho tiempo que no revisaba el cuaderno. Rápidamente y con media firma, pasé por todas y cada uno de las páginas que tenía atrasadas, sin ni siquiera leer, ni tener la menor idea qué  había allí escrito.

La oruga amarilla se aproximaba. Mi hija y Santiago me gritaban frenéticamente: ¡Apúrate, mami, apúrate!. Firmé como si se me fuera la vida en ello, como si necesitase de mi último aliento para llegar a una meta desconocida, como si el inmenso gusano amarillo fuese a devorarme. Al final mi media firma era un garabato ilegible. El autobús estacionó a nuestro lado y yo estaba exhausta, como si hubiese corrido un maratón.

No sé exactamente qué ocurrió en ese instante, pero al cerrar el cuaderno para devolverlo a mi hija, las páginas flotaban unas sobre otras. Cada hoja con mi firma en una esquina de su día, de su año escolar, como para dar fe de mi existencia en la suya. Me quedé mirando el trazo tembloroso, el sello de mi presencia apurada en su vida. Intenté averiguar qué cosa tan importante me había ausentado de esas páginas. Las últimas semanas habían sido tan rutinarias como siempre. Mi vida diaria transcurre en una oficina, tras una computadora, en un carro, las mañanas son frenéticas, las noches son de cansancio. El trabajo arrasa mis horas. Prisa y cansancio, y en el medio yo, en un terreno donde todo, hasta mi firma,  ocurre a medias. Entendí que ese garabato ilegible e incompleto era mi presencia abreviada y torpe, imperfecta, en la vida de quienes más amo.

Santiago y Leonor se despidieron con un Chao mami. Plácido, su nombre es un poema, el conductor del autobús, fumaba plácidamente un cigarrillo. El gusano amarillo entró en las fauces de la ciudad. Yo regresé a casa sintiendo una gran inquietud. En el camino vi algunas mujeres, muy parecidas a mí, con los rostros cansados y ojerosos: firmando breve. Pensé en tantas madres con medias firmas.

Me  preparé un café,  vi el reloj. En pocos minutos regresé al mundo de la velocidad. Sentada en mi oficina, transcurrió otro más de mis días. Al final de la tarde pusieron un contrato frente a mí.

-      Debes firmar todas las páginas -  dijo mi asistente –  usa tu media firma.

-      ¿Media firma? ¡Jamás! – le respondí – de ahora en adelante firma completa en todos los documentos. Es una nueva regla: No se admiten medias firmas en este departamento.

¡Ni  en mi vida!, pensé para mis adentros.