viernes, 23 de agosto de 2019

SALIR EN GÓNDOLA



Kicking Horse Gondola, Golden, British Columbia

El fin de semana pasado, salimos en góndola, literal y metafóricamente.

No una góndola veneciana, sino más bien una alpina, de esas que suben a los esquiadores, ciclistas, o a los que simplemente vamos a disfrutar de la vista, a la cima de las montaña.

El paseo en góndola nos costó $50 canadienses, e incluía un tour ($8 adicionales) para ver al oso Boo (no lo garantizan), un osito huérfano que vive en una reserva natural de la zona. 

Costoso, pero bien valía la pena.

Y hasta aquí la parte literal de la “salida en góndola”.

La parte metafórica sucedió gracias a un pequeño contratiempo. 

La góndola se accidentó y nos dejó varados a 3.000 metros de altura. 

En el ínterin tomamos chocolate caliente, meditamos el paisaje y hasta nos reímos de la posibilidad de que nos bajasen en los “vehículos” que ya venían al rescate. 

Perdimos el tour, pero igual, el oso Boo estaba durmiendo, así que, después de una relajada espera, satisfecha el alma y calientito el cuerpo, arreglaron la góndola y nos devolvieron los $50 (pensábamos que solamente nos devolverían el valor del tour de Boo) ¡Qué gran país Canadá!. 

Boo, lo conocimos en foto.

Eso se llama “salir en góndola”.

En mi tierra, un afortunado giro del destino ante lo que parece un contratiempo, una situación que termina mejor de lo esperado, un salto inesperado de la suerte es “salir en góndola”.

Pero lo importante de la anécdota, aparte del “no hay mal que por bien no venga” y que no hace falta amargarse ante las contrariedades que tienen solución, el evento desató una sutil vibración cósmica que detonó una avalancha de “salidas en góndola” en mi vida.

Triviales varias, como encontrar en rebaja el traje perfecto para una boda, o conseguir todos los semáforos en verde cuando estoy apurada; y otras más importantes, como ganarme un viaje a Hawai en una rifa y la sorpresiva llamada de mi editor diciéndome que mi libro sale a publicación muy pronto.

Las últimas dos las inventé, pero hay que poner intención.

Presiento que vienen muchas, “salidas en góndola” en mi vida, con o sin teleféricos u osos.

Sólo me propongo soltar las amarras de mi imaginación y dejarme llevar por la  amable corriente de la buena fortuna.

Mientras tanto, disfruto del paseo, en góndola...

PD: creo que este es el post (317) más optimista que he escrito en los últimos 33 meses, desde aquel naufragio (251). Hasta a mí me sorprende, será el viento de la montaña.
..

lunes, 19 de agosto de 2019

WEEKEND IN THE MOUNTAINS






A pink rose welcomed us



and the smell of wood



Mountains



rivers



silence


Our companions

  

The cabin expands


in the abundance of loving family


 Fire
Sacred smoke
 A flame




The spirit of life
is there...






Leonor/Natalia
Agosto 18, 2019

PD: Lo escribí en inglés es y en dos minutos en el "guest book" de la cabaña donde nos quedamos. (lo editéun  poquito para que no me regañen mis amigos poetas de verdad) Un fin de semana entrañable en las Rocky Mountains canadienses.






viernes, 16 de agosto de 2019

EL OCULISTA




“Mis ojos son dos planetas rojos. Desiertos.

Surcados por un río rojo, donde flotan las imágenes, los recuerdos.

Una corriente abundante, en su accidentado torrente.

Un viaje acuoso. Un navegar lento.”

Esta fue mi aproximación poética durante una visita de rutina al oculista.

Ser espectadora de mis propios ojos, agigantados, inmóviles, en la gran pantalla del consultorio de mi oftalmólogo resultó ser una experiencia casi surrealista.

El Dr. Fung me examinaba con sus máquinas modernas, encandilándome con luces muy brillantes, soplando aire dentro de mi ojo, dándome instrucciones: “open, close, blink, blink again…” y yo, fascinada, sólo observaba en la computadora a su lado, esa esfera translúcida, parecida al planeta Marte, con sus mares oscuros y volcanes luminosos.

Todo esto mientras él hablaba de córnea, mácula, pupila.  El río rojo y tortuoso, me dijo el Dr. Fung, es el nervio óptico que lleva toda la información al cerebro.

Fascinante.

Es la explicación científica, y yo me pregunto, ¿cómo puede ese hilito tan delgado, contener el caudal de toda una vida de colores, lugares, rostros, ensueños?

Al final me dijo que no tenía ni catarata, ni glaucoma, ni degeneración macular. Todo perfecto excepto la presbicia.

Salí del consultorio, contenta y con fórmula de ojos nuevos.

Dispuesta a seguir navegando mis mares y mis cielos.

Ya lo dijo el poeta Pablo Neruda:

“Ay, amar es un viaje con agua y con estrellas…”



PD: Gracias a mi superamigo FP por acompañarme a la cita, porque me dilataron la pupila y no podía manejar.