lunes, 21 de noviembre de 2016

PENELOPE


Conozco a tres Penélope y con todas me identifico de alguna manera:

Penélope, la del bolso de piel marrón y zapaticos de tacón, la de Serrat.

Penélope Glamour, la de los Autos Locos, glamorosamente pésima al volante, como yo.

Y Penélope, la esposa de Ulises, la que teje y desteje su propia espera.

A esta última me quiero referir.

Tejer, con estambre o tiempo, es un ejercicio de paciencia y perfección.

Dos virtudes de las cuales adolezco.

Si uno pierde la cuenta, o comienza con mal pie, el resultado es un adefesio.

Si uno se descorazona, y piensa que es muy difícil el reto, hay riesgo de abandono.

Si uno se conforma con los errores, y sigue adelante sin corregir,  el resultado es mediocre.

Si uno no disfruta el proceso, en vez de un placer, es una tarea insoportable.

Si uno quiere avanzar rápido, es probable que uno termine desbaratando, y en vez de ganar tiempo, termina uno perdiéndolo.

Tejer, con lana o con el hilo de la existencia,  enseña a comenzar  de cero cada día, si es necesario, las veces que sean necesarias.

Tejo y destejo.

Con el tesón y la paciencia de Penélope.

Cada día de mi vida, con sus aciertos y errores, se parece mucho al suéter azul que le estoy tejiendo a mi esposo.

Una verdadera Odisea.

 

PD: Entre maldiciones, y refunfuños, cada noche tejo y destejo mis errores, en este proyecto de suéter gigante en  el que me embarqué. Es mi meditación, lección de paciencia, esa que "cuando es infinita, produce resultados inmediatos".  Al final disfruto el proceso, igual que la vida, con sus remiendos, correcciones, reinicios. Como dice el poeta  Kavafis, en su poema Itaca “…no hagas con prisas tu camino…”  

 


sábado, 12 de noviembre de 2016

250




 Este es mi “Momento Mágico” número:
 
250


Empecé este blog el 21 de julio de 2011, un día en que me decidí a “atrapar el aire con una red de cazar mariposas”,  como dijo James Barrie autor de Peter Pan.

Agradezco a mis pocos, pero fieles lectores por su paciencia y compañía en mis 250.

Gracias!!





TRES MARIAS Y CUATRO GATOS



Por allí, en un rincón se encontraba Picasso.

Más allá Gaudí, en la barra,  junto a un poeta muerto.

Otro artista, dándole los toques finales a un guion.

Así, en el bullicio de la hora de almuerzo, en un lugar donde el tiempo se empoza en la penumbra del bar,  me comí un pedazo de pan mojado en infancia y bebí del vino aromático, bondadoso y honesto de los recuerdos.

Allí estaban ellas, las tres Marías, belleza plena y sonrisas intactas.

Nada hay más atemporal que la sonrisa.

El triple abrazo me supo a uniforme de colegio, morado, a recreo, a cantina, a clase de matemática y examen de castellano, a laboratorio, a fiesta, baile, paseo.

También olor a camino andado.

Maternidad,  despedidas, entrega.

Trabajo infatigable, batallas  ganadas y perdidas, alegrías, tristezas, sin rastro de rencor.

María Cristina, María Auxiliadora, María Eugenia.

Nos abrazamos entrañablemente  y seguimos.

Picasso y Gaudí se levantaron de la mesa y se perdieron por un callejón lleno de arte e historia.

El azar me regaló este encuentro con la amistad, una tarde de ocio en Barcelona.

 
 
PD: Este encuentro con mis amigas del colegio a quienes no veía desde hace veinte o treinta años (llega el momento en que uno pierde la cuenta),  sucedió en septiembre de este año, en el restaurant Quatre Gats de Barcelona. Realmente un “momento mágico”, pues nuestras vidas transcurren en Inglaterra, Suecia, Brasil y Canadá, así que la probabilidad de encontrarnos en la vida era ínfima. Tardé un poco en escribirlo, pero creo que fue un momento, aunque breve,  muy especial, emotivo y simbólico y es este mi pequeño homenaje para recordarlo. Y de paso mi amiga María Cristina y su esposo Martin, manejaron muchos kilómetros para compartir un día con nosotros en Liverpool, donde estaba  junto a mi esposo de visita. Gracias MC,  nadie hace eso por mí! , así que de verdad, espero un día poder retribuirles la atención.