miércoles, 21 de junio de 2023

DIÁLOGO

 

 

No se trata precisamente de un diálogo Socrático.

Pero creo que sí cumple con el concepto fundamental de su metodología: establecer una conversación entre dos o más personas en la cual los participantes son forzados a actuar y pensar críticamente.

En este vigoroso intercambio, los protagonistas se presentan en el terreno de juego dispuestos a servirnos sus mejores ideas en movimiento.

Los argumentos deben ser ágiles y precisos.

Sus intenciones deben llegar a rincones inaccesibles de la psique y del terreno.

Los mejores contrincantes, juegan al desconcierto y, en el momento adecuado, sacan la carta del factor sorpresa.

El caldeado intercambio produce emociones en los expositores.

Duda, frustración y la más peligrosa, el triunfalismo.

Como una vez le escuché decir a un fanático, no hay nada más difícil de ganar que un juego ganado.

Al final triunfa el que haya sabido mantener la calma en los momentos más tensos, el que no se haya engolosinado con el triunfo prematuro, el que haya desplegado en la cancha la mejor propuesta técnica con la mayor caballerosidad y elegancia. El intercambio termina con un respetuoso apretón de manos.

Creo que lo anterior responde a la pregunta que me hizo mi nieto de siete años, cuando le negué su sagrado derecho de ver dibujos animados porque yo estaba viendo un partido de tenis.

Tomás inquirió con curiosidad:  

- Nana, ¿por qué te gusta tanto el tenis?

Pues tuve que pensarlo y he aquí mi pequeño homenaje al deporte, el cual creo que, como las artes, eleva el espíritu de superación del ser humano. Por algo el lema de las olimpíadas es: Citius, Altius, Fortius. 

Algún día Tomás entenderá mi disertación anterior y, en recompensa por su generosidad al sacrificar sus muñequitos por ver conmigo mi deporte favorito, cuando sea más grande lo llevaré a ver un partido importante, Wimbledon tal vez.

Lo prometo.

Pero, por ahora, respondí a su pregunta simplemente diciendo:

-      ¡Porque es divertido!

martes, 13 de junio de 2023

BARQUITO DE PAPEL

 



 

Me senté a descansar en un banco frente al río.

A mi alrededor, familias de gansos, un halcón peregrino rondando, un castor masticando un tronco, en fin, los pequeños milagros del día.

De pronto, me sorprendió una embarcación que no veía desde hace años: un barquito de papel.

Miré a mi alrededor a ver si estaba el dueño, quizás un niño, un abuelo o una romántica incorregible como yo, pero no vi a nadie.

Continué mi caminata junto al rio, siguiendo con la mirada al, frágil pero resuelto, barquito. Regresó a mi memoria aquella vieja melodía de la infancia: había una vez un barquito chiquitico….

De pronto éste, encalló en la orilla. Quise ir a rescatarlo, pero la corriente vino en su ayuda.

El río se volvió turbulento y el barquito tuvo que sortear unas rocas. Pensé que ese sería el fin y corrí al rescate.

Pero no, la nave se había volteado, pero seguía a flote hasta que encontró un remanso. Allí quedó, varada.

Otra vez, quise ir en su ayuda, pero los patitos que nadaban a su lado, generaron olas concéntricas que sacaron al barquito de la calma chica; se enderezó y continuó su travesía.

El río se ensanchó y el barquito se fue alejando, con serena dignidad, hasta que se perdió en la distancia.

Hice una pausa antes de iniciar el regreso y me hice una pregunta bastante curiosa.

¿Será que todos al nacer, embarcamos en un barquito de papel?

¿Será que el barquito de papel, en su fragilidad, pero tesón a la hora de sortear obstáculos, en su inexorable destino de desaparición, acaba de darme una gran lección de humildad?

Emprendo el camino de regreso tarareando la pegajosa melodía infantil, mientras sonrío y saludo a los desconocidos que encuentro por estos caminos, con nuevos ojos.

Al final, somos todos compañeros de travesía.

 

“La vida es una larga lección de humildad.”

James Barrie

martes, 6 de junio de 2023

MANJAR

 


Cuando alguien dice que un postre está muy dulce, siempre pienso para mis adentros: bueno… ¿y eso no es el “reason why” de un postre?  Y disculpen mi “Spanglish”, es el idioma oficial en mi casa desde que mi esposo británico llegó a mi vida, hasta el sol de hoy.


A mí me encanta empalagarme y mientras más dulce sea un postre, o la vida, mejor.  Ayer, precisamente, quedé empachada con un delicioso saco de azúcar.


Menos mal que ya había cumplido con mi dieta cotidiana de las ocho manzanas, les explico al final de qué se trata.


Esta dulzura que conocí ayer, en verdad tiene como un millón de calorías, un verdadero manjar.


Su nombre es Mango.


Mi mamá los preparaba en jalea, batido, mermelada.


Este es peludo, juguetón y tiene dienticos afilados.


Mango es un cachorrito de ocho semanas, mi nuevo nieto de cuatro patas.


Ayer lo conocí. Nos comimos a besos y mordisquitos. Creo que le caí bien.


¡Qué manera más linda de endulzar la vida!


Bienvenido este manjar de Mango.


Y como les prometí, les dejo la dieta de las ocho manzanas: no son verdes ni rojas, hay que correrlas…. (o caminarlas al menos)