miércoles, 19 de mayo de 2021

HALCÓN PEREGRINO

 


Una sombra pasó por mi jardín.


Me asomé a la ventana y allí estaba.


Magnífico.


Con su plumaje azulado, su pecho altivo, como de terciopelo bordado con hilos dorados; su larga cola.


Me miró con sus ojos rojos, como rubíes de Birmania.


Yo me quedé extasiada e inmóvil, detrás del cristal, cual estatua de mármol.


Como esa piedra noble donde se apoyan todas mis fragilidades.


Es el Halcón Peregrino.


Un ave viajera que recorre distancias inmensas.


Dijo un famoso escritor cuyo nombre no viene a mi mente, que si un ave pasa por tu ventana mientras escribes, ese pájaro se convierte en parte de tu historia.


Su visita duró pocos minutos.


En breve desplegó sus alas, majestuosamente, y continuó su peregrinar.


En su efímero paso, me regaló sus colores, su solemnidad y me trajo un mensaje.


Yo me quedé parada un rato frente a la ventana en un momento de infinita concentración y quietud, y por primera vez me fijé en mi reflejo.


Mi cuerpo traslúcido pintado de árboles, de río, nubes y colores de la tarde, y alrededor mi imagen de vidrio, mis objetos cotidianos.


Un patito de goma. Unos tacos de madera.


Un hipopótamo egipcio.


Un águila, un torito, una llama, un jaguar, un camello, un oso polar, un león de jade, un caleidoscopio.


Ese otro jardín, el de mi casa, objetos amorosos que Su piel alguna vez rozó, reflejados dentro y alrededor de mi cuerpo de cristal.


Mi reflejo, mis recuerdos, mi historia.


Mi peregrinar que continúa, con y sin Él, por esta, mi particular Ruta de la Seda.


Y, en fin, después de esta experiencia fugaz detrás y dentro del cristal, regresé a lo mundano.


Me serví una copa de vino, me senté en mi Punto Fijo (así llamaba mi mamá a su poltrona y ahora yo a la mía) a disfrutar este gran telegrama celestial que me trajo el Halcón Peregrino y también para celebrar que este es mi Post número 350. ¡Salud!

 

Gracias a mis escasos pero consecuentes, amables y atentos lectores. Siempre agradecida por su presencia en mis líneas.

viernes, 7 de mayo de 2021

LA IMPORTANCIA DE LAS RAMAS

 


Hoy, en mi paseo de la tarde, vi águilas, gansos, patos, gaviotas y pájaros carpinteros.

Estaba nublado y con brisa, así que el río tejía sinuosos hilos de plata, como si fuera un gran pañuelo de seda ondeando al viento.


Pero hoy, sobre todo, me fijé en los árboles y más específicamente, en sus ramas.


Esas que han estado desnudas tantos meses y que ahora se ruborizan de primavera.


Algunas ramas se alzan, decididas y alegres, como queriendo entrelazarse con sus hermanos del bosque.


Otras ramas sufren de desaliento.


Algunas están rotas, cansadas de tanto invierno.


Pero casi todas persisten, se buscan, se encuentran.


Mañana darán sombra y sosiego al caminante, como yo.


Casi siempre se habla de la importancia de echar raíces.


A veces no es posible, a veces hay que dejar la raíz herida lejos y sembrar la estaca en otras tierras.


Pero de la estaca salen las ramas.


Brazos espirituales que nos permiten tocar a amigos y hermanos, familia regada por el mundo,  en un abrazo verde y frondoso.


Ramas decididas, fuertes, que dan cobijo a las aves y hacen silbar al viento.


También detrás de las ramas siempre está el cielo.


En fin, concluyo diciendo:


A falta de raíces en estos tiempos difíciles, las ramas nos sostienen.

 

 

PD: Voy camino a mi post 350 (el próximo) mi recorrido por esta Calle del Eco. Mi hermano Rafael (QEPD) diría paja, paja y más paja… jaja. Pero me he divertido en cada una de estas meditaciones impulsivas. Los primeros 250 son mi vida feliz, los últimos 100, un agridulce, pero aquí sigo, como una rama al viento. Ya veré como celebro ese hito en el camino en mi próxima entrega.

lunes, 3 de mayo de 2021

SOBRE LAS FLORES


 

Recibí muchas flores el día de mi cumpleaños.


Gracias.


Alegría instantánea.


Tulipanes coloridos y danzarines de parte de mi vecina.


Dalias de sonrisa rosada, de parte de mi hija.


Rosas esplendorosas, de mi caminante amiga.


Y hasta del más allá llegaron (larga historia).


Las flores alegraron mi casa, mi alma y me han acompañado por todos estos días.


Las he observado, con fascinación.


Desde su erguido esplendor, su embriagante aroma nocturno, hasta su lento declinar, su serena despedida.


Ese momento sublime y liberador en que bajan la cabeza, renuncian a sus pétalos, a todas sus pertenencias y se rinden.


Mansamente.


Y entonces entendí mejor el mensaje de las flores.


Eso de ser, lo que se es, lo que se tuvo y lo que uno ha perdido.


Esa belleza y gloria de ser efímera.


Como la vida...