miércoles, 27 de marzo de 2024

ESTATUA ECUESTRE




Se aprecian en las grandes capitales del mundo, como homenaje a actos heroicos en batalla, o por su importancia histórica.

Ejemplos maravillosos hay muchos, como la del Duque de Wellington, que venció a Napoleón en Waterloo, en Londres, la de Felipe III en la Plaza Mayor de Madrid, la de Don Quijote y Sancho Panza en la Plaza España.


Como dato curioso, una vez me explicaron que las estatuas ecuestres tienen un significado.


Si el caballo tiene ambas patas levantadas significa que el héroe murió en batalla. Si solo una de las patas delanteras está en alto, el fallecimiento se atribuye a heridas de guerra; y si las cuatro patas están en el suelo, se interpreta como muerte natural.


Interesante, pero claro, no todas las estatuas se crearon siguiendo ese criterio.


Más allá de estos mitos, estas líneas están inspiradas en otras personas, quizás menos importantes, pero que merecerían, por sus actos de nobleza, de bondad, de generosidad con el prójimo, una estatua, no solo ecuestre, sino de oro.


En mi vida soy testigo de algunas.


Madres abnegadas y entregadas a sus pequeños hijos.


Abuelas incondicionales (quisiera contarme entre ellas, pero no por la estatua)


Familiares y amigos “todo terreno”, en las buenas y en las malas.


El mundo entero debería estar lleno de estatuas para esos héroes anónimos. Los que están allí, ayudando a los demás y encima lidiando la batalla de sus día a día.


Tengo un buen amigo que me acompaña en mis horas difíciles, me cambia los bombillos de la casa, me poda las matas del jardín, me lleva de paseo.


Una vez le dije que le iba a hacer una estatua ecuestre.

Su respuesta no concordó con ninguno de los códigos escultóricos mencionados anteriormente, me dijo:

-      Bueno, pero por favor que sea con el caballo echado.

Se me olvidaba lo más importante, me hace reír.

viernes, 22 de marzo de 2024

PORTMANTEAU

 


Últimamente me persiguen, a raíz de una investigación que tuve que hacer para un “tigre” (dícese en Venezuela de un trabajo a destajo) que estoy matando.

La palabra “portmanteau” en francés significa maleta o baúl, de dos compartimientos, y proviene del término “porter” (cargar) y “manteau” (abrigo o capa).


En el transcurso de mi investigación, aprendí que el término “portmanteau” lo acuñó el escritor Lewis Carroll, aparentemente el pionero de estas palabras que “empacan” dos conceptos en un solo mundo.


Creo que en español se les conoce popularmente como acrónimos, pero eso de “palabras en una maleta” me pareció fascinante.


Resulta gratificante tropezar con estas expresiones, decodificar su significado y encontrarles otra dimensión.


Un descubrimiento lingüístico muy refrescante como el que me produjo un vocablo que utilizaba mi hijo, a los cuatro años (hoy casi treinta y ocho): Mami estoy “abotado”.


Yo me reía y lo corregía. Ahora, entiendo su clarividencia: “abotado” (aburrido y agotado).


Ejemplos en nuestro idioma hay muchos como, boquiabierto, pelirrojo, salvoconducto.  Otros provienen del inglés, pero los utilizamos a menudo en eso que llaman “Spanglish”.


Brunch (breakfast y lunch), Smog (smoke y fog), Motel (motor y hotel)

Y otros más contemporáneos como: Podcast (Ipod y broadcast) e incluso Netflix (Internet y Flicks (flix)*película).


En las propuestas para mi cliente, publicidad para una licorería, voy a incluir algunas que ahora se me ocurren como: Drin (drink gin) la cual podría extrapolarse a Drine, Drisky, etc.


Y esto me recuerda una que utilizamos comúnmente hoy en día, workaholic (adicto al trabajo)


Este último portmanteau detona siempre un chiste en mi cerebro.


Le daban el pésame a una señora y le decían:

-      Lo siento tanto, bueno, él era un workaholic.

-      Si, pero también bebía en la casa.

viernes, 15 de marzo de 2024

EL MINOTAURO

 


 

El minotauro se comió mis anteojos.


No aquel del laberinto de Knosos en Creta, sino Mango, el cachorro Golden Retriever de mi hija.


Estuve varios días viendo borroso, esperando la cita con mi oftalmólogo.


Al principio me sentí bastante incómoda, con dificultad para leer y otras actividades cotidianas.


Mis ojos se esforzaban, sin éxito, en buscar las líneas nítidas, esas que envuelven el mundo, que separan los objetos, que delimitan la individualidad de las cosas, letras y personas.


Pero, a medida que pasaban los días, poco a poco, me fui acostumbrando a ese otro mundo de contornos turbios, difusos, que le daban una atmósfera por demás interesante a todo lo que me rodeaba.


Un aire impresionista.


Durante esos días, fue como si los objetos a mi alrededor quisieran salirse de sus entornos, derramarse, expandirse, expresar su intimidad más allá de sus espacios restringidos.


Un lenguaje visual para mí desconocido.


Un territorio invisible pero fértil, esparciéndose entre las formas, que creaba a mi alrededor una atmósfera etérea, y hasta más espiritual.


Esto de andar por la vida como Mister Magoo (para el que lo recuerde) como que lo pone a uno en ánimo de poeta o de loco.


Ya me cambiaron los anteojos por unos incluso mejores, pues me revisaron la fórmula.


Al final debo darle las gracias al minotauro, perdón, a Mango, por obligarme a renovar mi examen de la vista.


Con mis modernos y potentes lentes, veo un mundo de alta definición en sus contornos, pero también percibo más soledad entre los espacios que rodean a las personas y las cosas.


Después de esta experiencia visual, o existencial si quieren, a veces dudo si ahora veo mejor, o estoy más ciega.