viernes, 29 de marzo de 2013

LA CATEDRAL


Hoy compré un lirio blanco.

Y con este detalle, mi casa se impregnó de Viernes Santo.

Yo, que no soy tan piadosa, ni mucho menos, me sumergí en una melodía lenta, llena de silencios plenos y sostenidos.

Como si del lirio blanco brotara un concierto sacro, pletórico de tonos solemnes y matices sublimes.

Notas de incienso.

De ceniza.

De humo.

De fuego.

De luz.
 
Creo que fue un momento de presencia mística.

Tal vez un momento con Dios.

Voy muy poco a la iglesia, pero tengo siempre a mano mi propia catedral.

Así, junté mis manos y me rendí ante el himno silencioso que entonaba el lirio blanco.
En esta Semana Santa, sin salir de mi casa, creo que encontré mi momento de recogimiento y oración.


 La Catedral de  Auguste Rodin

lunes, 25 de marzo de 2013

EUCALIPTUS


Llegué de la oficina de impuestos, con las orejas de burro puestas.

Jamás me había sentido tan obtusa en mi vida.

Son miles de planillas, cuentas, facturas y términos en inglés que mi cerebro se niega a aprender.

Y es que es esa odiosa época del año en que nos visita el “tax man”, ese de quien dicen (y es cierto en estos países),  que no hay escapatoria, como la muerte.

Tax and death, como dicen…

Entonces, recordé la anécdota del señor a quien la muerte vino a buscar. Al final se las dejo.

Llegué a mi casa y prendí una vela de Eucaliptus.

Para descongestionar mi mente y el ambiente.  

Aunque ficticiamente, mi casa se vaporizó con un olor verde, fresco, balsámico.

Esto me recordó que, tan seguro como los impuestos y la muerte, también  llega la primavera.

El único invierno que existe es la desolación, muy distinta a la soledad.

Conté mis primaveras, mis afectos, mis soledades.

Mis bendiciones.

El eucaliptus es bueno para la carraspera, para olvidar los impuestos y a la innombrable también.

Termino con la anécdota que me contó un taxista en Caracas, hace muchos años:

La muerte vino a buscarlo.

Entonces, el hombre aterrado, se escondió dentro de un baúl y le dijo a la esposa que le dijera al señor de la guadaña,  que  él no estaba y que tardaría en regresar.

La muerte, solemne, serena y sin prisa, se sentó sobre el baúl y dijo:

No importa, yo espero.

miércoles, 20 de marzo de 2013

EL DIENTE ROTO


Cuando a uno le duele una muela, le duele el cuerpo entero.

Sin embargo, la visita de mi esposo al dentista, me produjo un enorme placer.

No es que yo sea tan cruel. (ya se mejoró)

Es que el asunto del dentista  me hizo recordar este cuento de un autor venezolano, caraqueño, como yo,  que me parece sencillamente magistral.

Mi momento mágico de hoy:  haberme reencontrado con “El Diente Roto”.

Aquí se los dejo. Disfruten.


El diente roto

Pedro Emilio Coll

A los doce años, combatiendo Juan Peña con unos granujas recibió un guijarro sobre un diente; la sangre corrió lavándole el sucio de la cara, y el diente se partió en forma de sierra. Desde ese día principia la edad de oro de Juan Peña.

Con la punta de la lengua, Juan tentaba sin cesar el diente roto; el cuerpo inmóvil, vaga la mirada sin pensar. Así, de alborotador y pendenciero, tornóse en callado y tranquilo.

Los padres de Juan, hartos de escuchar quejas de los vecinos y transeúntes víctimas de las perversidades del chico, y que habían agotado toda clase de reprimendas y castigos, estaban ahora estupefactos y angustiados con la súbita transformación de Juan.

Juan no chistaba y permanecía horas enteras en actitud hierática, como en éxtasis; mientras, allá adentro, en la oscuridad de la boca cerrada, la lengua acariciaba el diente roto sin pensar.

-El niño no está bien, Pablo -decía la madre al marido-, hay que llamar al médico.

 Llegó el doctor y procedió al diagnóstico: buen pulso, mofletes sanguíneos, excelente apetito, ningún síntoma de enfermedad.

-Señora -terminó por decir el sabio después de un largo examen- la santidad de mi profesión me impone el deber de declarar a usted...

-¿Qué, señor doctor de mi alma? -interrumpió la angustiada madre.

-Que su hijo está mejor que una manzana. Lo que sí es indiscutible -continuó con voz misteriosa- es que estamos en presencia de un caso fenomenal: su hijo de usted, mi estimable señora, sufre de lo que hoy llamamos el mal de pensar; en una palabra, su hijo es un filósofo precoz, un genio tal vez.

En la oscuridad de la boca, Juan acariciaba su diente roto sin pensar.

Parientes y amigos se hicieron eco de la opinión del doctor, acogida con júbilo indecible por los padres de Juan. Pronto en el pueblo todo se citó el caso admirable del "niño prodigio", y su fama se aumentó como una bomba de papel hinchada de humo. Hasta el maestro de la escuela, que lo había tenido por la más lerda cabeza del orbe, se sometió a la opinión general, por aquello de que voz del pueblo es voz del cielo. Quien más quien menos, cada cual traía a colación un ejemplo: Demóstenes comía arena, Shakespeare era un pilluelo desarrapado, Edison... etcétera.

Creció Juan Peña en medio de libros abiertos ante sus ojos, pero que no leía, distraído con su lengua ocupada en tocar la pequeña sierra del diente roto, sin pensar.

Y con su cuerpo crecía su reputación de hombre juicioso, sabio y "profundo", y nadie se cansaba de alabar el talento maravilloso de Juan. En plena juventud, las más hermosas mujeres trataban de seducir y conquistar aquel espíritu superior, entregado a hondas meditaciones, para los demás, pero que en la oscuridad de su boca tentaba el diente roto, sin pensar.

Pasaron los años, y Juan Peña fue diputado, académico, ministro y estaba a punto de ser coronado Presidente de la República, cuando la apoplejía lo sorprendió acariciándose su diente roto con la punta de la lengua.

Y doblaron las campanas y fue decretado un riguroso duelo nacional; un orador lloró en una fúnebre oración a nombre de la patria, y cayeron rosas y lágrimas sobre la tumba del grande hombre que no había tenido tiempo de pensar.

sábado, 16 de marzo de 2013

PONTIFEX


Desde hace meses, vivo en parque jurásico.

Sólo que los dinosaurios y pterodáctilos, son grúas gigantes, tractores y camiones, que se mueven pesadamente entre la bruma, los retazos de nieve sucia y el marrón.

Parece un planeta triste y sin vida. Horrendo.

Sin embargo, me complace ver que los impuestos astronómicos que uno paga aquí son utilizados para  bienestar de la ciudad.

Se trata de la construcción de una red de distribuidores y puentes que circunvalará la ciudad y acortará las distancias.

Eso se llama planificación. Lo que no existe en mi país de origen.

Pero como paisaje, aunque sea temporal, es deprimente.

Y pensar que mi título de Ingeniero Civil, reposa en algún lugar de mi sótano....

Con el ánimo del mismo color que el paisaje, de repente, en medio de mi planeta helado y depresivo, pues, ¡Eureka!, encontré este “magic moment”.

Las asociaciones de la mente son sorprendentes y surcando mi atmosfera marciana, mientras mi esposo conducía,  tuve esta reflexión.

Viendo como los tiranosaurus colocaban una gran viga en la luz central, me vino a la mente la palabra  Pontífice (por razones obvias),  y de la biblioteca de mis olvidos  saqué que proviene del latín Ponti-Fex,  que significa “el que hace puentes”.

Entonces  la construcción tomó otra dimensión y pensé:

Construir puentes es una tarea sublime

Es acortar las distancias.

Es conectar lo terrenal con lo sagrado.

La experiencia con lo místico.

La acción con la quietud. Y viceversa.

El miedo con la esperanza. Puente de una sola vía.

Al hombre con Dios.

Tender puentes es superar abismos.

Viendo las enormes grúas Mamut, cargando gigantescas vigas de acero, es evidente que construir puentes es difícil y conlleva un gran esfuerzo.

Como Ingeniero civil lo sé muy bien (tuve la suerte de trabajar en la compañía de un gran hacedor de puentes en Venezuela)

Pero definitivamente, hay puentes más complicados.

De ahora en adelante, el planeta deprimente que me acoge cada mañana, será una fuente de inspiración para ayudarme a construir algunos de esos otros puentes, que tanta falta me hacen.
 

lunes, 11 de marzo de 2013

EL CANDELABRO


El sábado tuve una urgencia de tornado blanco.
Y es que en la entrada de mi casa hay una lámpara, en forma de candelabro, que tiene muchos bombillos, de los cuales por lo menos la mitad,  llevan quemados  por lo menos  seis meses.
No es desidia, es un asunto de “safety”.
Como la lámpara pende de una doble altura, no tenemos escalera que le llegue.
Obviamente, además de los bombillos quemados, la lámpara luce decoración de Halloween todo el año, pues es imposible de limpiar.
La verdad a nadie le molesta la entrada en la penumbra  y unas cuantas telarañas.
El polvo, ni se nota.
Hasta que me da  el ataque de “White tornado”, como dice mi esposo y me da por limpiarlo todo.
Urgencia de tornado blanco, con la limpieza.
Con otras cosas también, ahora que lo pienso.
Así que ingenié un mecanismo ( lo que llamamos una “escarpandola”, artefacto con el cual a cualquier cosa una le “echa bola” como decimos nosotros) para, sin necesidad de escalera, llegarle a la lámpara de manera “safe”:
Un palo de escoba extendido con un gancho de ropa, con el cual, desde el segundo piso es posible  pescar la cadena del candelabro, atraer la lámpara a piso firme, y proceder entonces a  cambiar los bombillos.
Con mi plan en mente, salí de compras.
Al llegar a la casa, mi esposo me ayudó con la tarea.
La “escarpandola” funcionó (estoy pensando en patentarla jaja)
Fue como el Génesis.
¡Hágase la Luz!
Mi casa  es sencilla, y sin embargo, el chorro de luz trajo abundancia instantánea, un sentimiento de esplendor, un momento fugaz de opulencia.
Pensé, Dios, ¡cómo hemos podido estar tanto tiempo en oscuridad!
Mi mama siempre decía que la gente se acostumbra a su miseria.
Ya estábamos habituados a la entrada oscura.
Odio las moralejas, pero es que ésta, es un mango tan bajito, como decimos nosotros, que es imposible no agarrar.
Todo puede cambiar para mejor,  con un poco de ingenio y unos cuantos bombillos.
 Los bombillos podrían ser una metáfora para las  ideas ( esto para terminar de insultar su inteligencia, perdón)
 Ahí quedamos, mi esposo y yo, bañados en luz, como si fuera el candelabro de la foto. (Ojo esa no es mi casa, es un hotel en Charleston SC, que fui a visitar, pero así me sentí)
Se nos olvidó un detalle.
Quitar las telarañas.
Será en otro momento.

jueves, 7 de marzo de 2013

CINTURA COSMICA


Estoy saturada.
De noticias, de los acontecimientos recientes de mi país, de pensar, analizar, predecir, de estar metida en mi misma.
A veces hay que huir.
Así como Fernando Pessoa, decía que la poesía era su particular manera de estar solo, este blog es mi particular manera de fugarme.
El invierno tiende al recogimiento, a la meditación,  a concentrarlo a uno  hacia dentro.
Y eso es muy bueno, hasta un punto…
Hasta que se vuelve un proceso anaeróbico y se convierte uno en bacteria.
Falta de oxígeno.
Eso de estar metido dentro de uno mismo todo el tiempo, además de ser aburridísimo, es un acto muy egocéntrico, como si uno fuera el ser más fascinante del planeta.
Entonces me propuse hacer “aerobics” cósmicos y me fui a caminar por el Universo.
No literalmente, claro.
Es una serie de television titulada  “Through the Wormhole” , narrada por Morgan Freeman.
Esta serie ha llegado a confundirme tanto, que no ya no sé si vivo en el presente, en el futuro, en un holograma, en una cinta, en una cuerda, o en un túnel hecho por un gusano, que supuestamente son pasadizos secretos para entrar a otras dimensiones.
No me puedo distraer ni un segundo, pues me pierdo y ya no sé  si Universo es finito o no, si se expande o se comprime,  si computable, pixelable, si existe o no un creador, si puede uno visitarse en el pasado aunque hayan matado a tu bisabuelo.
Si el futuro influencia nuestro presente.
Por fin entendí lo que es un agujero negro y sé que no vivo en uno.
Al final mis aerobics cósmicos funcionaron.
Me olvidé de las noticias.
Del invierno.
De mi misma.
Me fui a caminar por  “la cintura cósmica” del Sol. (1)
Fue una experiencia muy espiritual.

(1): Mercedes Sosa, la voz de Suramérica, canta una canción que comienza así “Salgo a caminar, por la cintura cósmica del Sur” siempre creí que era del Sol. Espectacular canción.

P.D.: releyendo lo que escribi ( lo hago para buscar errores, repeticiones y lugares comunes) me acorde de la anecdota, muy conocida, y hasta cliche, pero que me parece muy interesante, del astronauta que dice que ha viajado por el espacio muchas veces y nunca ha visto a Dios, y el neurocirujano le responde, que el ha operado muchos cerebros y nunca ha visto un pensamiento. La comparto, a lo mejor alguien no la habia escuchado. Es muy reveladora. ( este parrafito va sin acentos)