miércoles, 30 de noviembre de 2011

Sensación de Esplendor

El fin de año siempre me agarra cansada, con el tanque de gasolina en la reserva, y la luz anaranjada titilando en mi frente como un recordatorio de mi agotamiento.

Hace unos días, después de otro intenso día de trabajo,  venía manejando hacia mi casa en una noche oscurísima,  pero donde la cúpula celeste tenia textura de cristal. Pensé -  Dios mío, ¡qué claridad! ¡qué nitidez! ¡Qué noche tan despejada! Hasta recordé el verso de Neruda, "… La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos…"

En breve caí en cuenta que tenia los anteojos, los que nunca uso, puestos.

Me reí de cómo, un potencial momento mágico, se iba al traste. La razón por la cual no uso los anteojos es porque me recuerdan que veo borroso. Sin ellos el mundo es a mi medida, perfectamente difuso, sin contornos bien definidos, un mundo donde los objetos tienen textura de humo. Razones más que suficientes para no utilizarlos, sin embargo, para ser responsable, me estoy entrenando en el hábito de usarlos al menos para manejar en la noche.

El hecho es que, con o sin anteojos, era una noche como esa “noche unánime” de Borges, o la “noche taciturna” de Julio Florez (uno de los poetas favorito de mi papa), y donde, con o sin anteojos, tuve un breve, pero incontenible, sentimiento de esplendor.

Cuando uno está tocado con un sentimiento de esplendor, es imposible detenerse, y esa misma noche fuimos a cortar nuestro arbolito de Navidad (es un decir, lo compramos en el Superstore), saqué las cajas de adornos añejos, lo armé, me senté a admirarlo, le tomé una foto porque me sentía orgullosa, la puse en Facebook, recibí  muchos comentarios amables, gracias. Agotada, vinito en mano, me senté a contemplar mi estampa navideña. Esta vez no tenía los anteojos, que conste,  y sin embargo, me pareció que todo los cachivaches que conforman mi casa se veían mas resplandecientes que de costumbre.  A veces me embargaba esa misma sensación en Venezuela cuando la muchacha limpiaba los lunes.

Pero esta vez no fue un hada que vino a hacer la limpieza, eso aquí no sucede. Fue una entrada, un acto de aparición  casi imperceptible y callado, como el sonido que hacen las estaciones al cambiar. Así, ondulante, como una tela de seda al viento,  entró en mi casa ese mismo sentimiento esplendoroso mío. No sé si era la Navidad, porque eso sonaría insoportablemente cursi. Creo que más bien son mis transparencias, presencias luminosas, esas que viven en otros lugares, y que vienen a acompañarnos en estas fechas. Pero, por ahora, más bien llamémoslo “Navidad”, para que a  la miedosa de mi hija no le de un estado de pánico.

La “Navidad” entró a mi casa y estoy agradecida.

Ayer fue noche de tormenta. Siempre recuerdo una anécdota que leí una vez, donde un emperador chino hizo un concurso de pintura cuyo tema era La paz. Miles de artistas atendieron a la convocatoria y pintaron escenas melancólicas, atardeceres bucólicos, escenas pastoriles. El ganador del concurso fue un artista que pintó una borrasca, y, mínimo,  en una esquinita del cuadro, una nido de pajaritos que se guarecían, acurrucados y calentitos, bajo el saliente de una roca. No hay sensación de paz más plena que la sensación de refugio.

Aquí en mi refugio, con mi arbolito, entre  mis cachivaches resplandecientes, y con mi sensación de esplendor alborotada, disfruto en paz, del callado misterio de la “Navidad”.

Dedicado a mi hermano Rafael y a mi papa, que se fueron a otros mundos en los primeros días de Diciembre, pero que aquí siguen, en el recuerdo, intactos.



martes, 22 de noviembre de 2011

Sabor a Dinero

Advierto que estoy en dieta estricta y por consiguiente “grumpy”. Me encanta esa palabra porque cuando la pienso, o me la dicen, se me quita el malhumor instantáneamente. Es como un antídoto,  una palabra que da como cosquillas.

Para distraerme mientras llega la hora de la cena y no contaminar a nadie con mi estado de irritabilidad, ocasionado por la privación prolongada de alimentos, (necesaria para no parecer una pequeña ballena) decidí  escribir un breve y casi insignificante momento mágico, que resultó en que mi esposo declarara solemnemente: “You are truly an idealist”.

Les cuento.

En esta época del año encargo mis hallacas a una señora que no veo en todo el año, pero que las hace deliciosas. A lo mejor es “wishful thinking” pero si hay algún lector que no sea venezolano, le aclaro que la “hallaca” es el plato tradicional de la Navidad Venezolana. Un bocado para los dioses, una mezcla de sabores indígenas, españolas, africanos, árabes, venezolanos. Como siempre digo y a riesgo que me hija me llame cursi: Una Fiesta del Paladar, donde hay tambores, cuerdas, vientos y coro celestial. Como toda fiesta dan mucho trabajo.

Busqué por todas mis  garabateadas libretas telefónicas, (soy a la antigua) el teléfono de la señora. La única clave es que se llama Ana. Al final busqué por la H y allí estaba, por supuesto: Ana Hallacas.

La llamé y le encargué un buen lote para que me duren todo el mes de Diciembre.   ( aunque voy a Venezuela este año, me gusta ofrecerle a mis amigos)

La conversación telefónica con la Señora Hallacas fue algo así:

- Hola Ana, es Leonor, ¿te acuerdas de mí?
- Si claro, ¿cómo estas Leonor?……
( nos ponemos al día con los acontecimientos del ultimo año)
- Quiero encargarte unas hallacas, ¿puedes?
-Si, claro, ¿cuántas quieres?
- Unas treinta. ¿Cuánto cuestan?
- ( tantos  $x)
- ¡Pero están superbaratas!, ¿por qué no las subes de precio?
( se llama regateo hacia arriba)
- Bueno porque yo saqué mis costos, hasta la gasolina que gasto para comprar los ingredientes, y a ese precio que te dije, me da la base y gano.
(yo insisto)
- Pero, fulanita y menganita las venden al doble y no son tan ricas (sigo insistiendo en subirles el precio) Las hallacas dan muchísimo trabajo….
- Si son muy laboriosas, pero como te digo, yo las hago con gusto y con lo que cobro me da la base y saco mi ganancia.
(Ya no insisto más)
- Te llamo cuando estén listas.
- OK, ¿tienes mi teléfono?
- Si aquí lo tengo anotado: Leonor Hallacas.
- (Risas) Yo tengo el tuyo en Ana Hallacas. (más risas) Chao, besos…
(Click)

La historia no acaba aquí. En la noche, comento con mi esposo y mi hija, que encargué las hallacas etc, etc… y les echo el cuento de mi anti-regateo, etc, etc… Les digo que, qué gusto que en el mundo haya todavía gente honesta. Empiezo un speech sobre la avaricia, la especulación, etc, etc… Digo que ahora entiendo por qué esas hallacas son tan deliciosas, porque lo que se hace con avaricia….

 Aquí mi hija me interrumpió….”Sabe a dinero”… completó.

Esa frase me pareció absolutamente genial. 

Aclaro, avaricia no es hacer dinero, hacer dinero queremos todos, me refiero a eso que llaman Greed, codicia. Pues bien, termino mi discurso parafraseando a mi hija:

Todo lo que se hace con avaricia, (y no solo la comida), sabe a dinero y el dinero avaro deja un gusto amargo, rancio, acre. Un after taste que no se puede disimular con nada.

En ese instante fue que mi esposo dijo:

”You are truly an idealist, aren’t you?“

Si, lo soy y sin remedio.

Y ahora me voy a comer antes de que alguien me llame “grumpy” y me de un ataque de risa.





jueves, 17 de noviembre de 2011

La Sonora Dinamita

La Sonora Dinamita  


Para entrar en mi vestido de fiesta y no parezca que me lo tatuaron en la piel, me anoté en clases de Zumba. Así llaman aquí lo que yo conocía como Bailoterapia. El único Zumba en mi iconografía tropical era el “Zumba que Zumba”,  una peculiar y divertida canción del folklore venezolano que me recuerda a un tío circunspecto que la cantaba. Uno de esos contrastes por opuesto que se fijan en la memoria.

Aparte del adelgazamiento, el ejercicio es bueno para el estrés y también ayuda a superar los “winter blues”, los cuales suelen atacarme en esta época del año.

Pues a las 7:30 de la noche me puse mi chaqueta de invierno, sobre mi lycra y franela, y me fui al Community Center de mi urbanización, a mi clase con Maritza.

Maritza es una linda mujer salvadoreña, con un cuerpo envidiable, pelo rizado pintado de amarillo, que recoge en lo alto de la cabeza con una cinta colorida.  Todo en ella es alegre, su atuendo, su acento, sus movimientos.

Tomamos nuestros lugares, Maritza en el centro. Como telón de fondo, detrás de los cristales, el lago semi-congelado de la comunidad y el blanco que ya comienza a alfombrar el paisaje.  Afuera, el viento helado que mece los esqueletos de los árboles sin hojas.

Maritza parece una  flor exótica, en medio de un paisaje raro.

Comienza la clase. Estalla la  música.  La Sonora Dinamita hace crepitar el hielo.

La Salsa, la Cumbia y el Merengue de esta orquesta, un poco de botiquín, y que jamás había escuchado en mi vida, despiertan músculos de mi cuerpo que no sabía que existían.

A los diez minutos creo que me va a dar algo.  Maritza sigue moviéndose derrochando sabor y energía. Yo medio muerta, jadeando y colora’.

La Sonora Dinamita es verdaderamente explosiva.

Finalmente, después de esta salsa buena, recia y arrabalera, suena una melodía que conozco: “Carnaval”. Me reactivo como si me hubieran puesto una  inyección de energía. Bailo como si el mundo se fuera a acabar.

Termino la clase, agotada pero feliz. Si no adelgazo, al menos la música me energiza y me quita los blues.

Me pongo mi chaqueta de invierno. Al salir a la calle,  siento que me estoy convirtiendo en estalactita.  Ya en el carro, en medio de este paisaje nevado y silencioso, verdaderamente raro para el imaginario venezolano,  me voy cantando  a todo pulmón las sabias palabras de Celia Cruz.

 Es mi momento mágico del día:

Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval,
es mas bello vivir cantando.
Oh, oh, oh, Ay, no hay que llorar,
que la vida es un carnaval
y las penas se van cantando.













sábado, 12 de noviembre de 2011

EL Angel y el Vestido

Estoy bloqueada y todo por culpa de un vestido que compré y que no sé si quedármelo o devolver. En otras palabras, desde ayer, he estado en la tricúspide de la necedad, el narcisismo y la frivolidad. Hasta que, hace minutos,  estando allí, en esas cumbres, un pensamiento de otro mundo voló ante mí como un ave serena y majestuosa.

Descendí de esas alturas estrepitosamente con un sollozo de dolor. Esa ave gloriosa era un recuerdo, era ella, mi amiga Gloria. que se fue a volar a otros cielos,  el pasado mes de Junio. Entonces, tuve una pequeña batalla conmigo misma, de la que salí victoriosa, gracias a ella. Les cuento.

El vestido es bello y caro. Mi esposo lo aprobó con entusiasmo, pero yo a él no le creo. Si me pongo un saco de papas encima, a él le parece diáfano. Otra razón para amarlo, por supuesto.

Hoy salí dispuesta a devolverlo, mi esposo se negó, pero es que me parece que es muy ajustado y la verdad no me siento cómoda. Yo no me conformo con vestirme “según mi edad”, es decir recatada y conservadoramente, es aburrido, pero en este caso, no  estoy segura. Una vez leí que uno debe vestirse, no de acuerdo a la edad, sino de acuerdo a su cuerpo (que no es que ayude mucho) y el consejo mas importante que he considerado respecto a la moda es que uno tiene que vestir su verdad o “dress your truth”.

Hoy volví a probármelo, con medias, faja casi a punto de colapso circulatorio, tacones y accesorios. En fin, he estado dos días en este ridículo dilema del vestido. Leo una página.. el vestido.. converso sobre la eurocrisis…. el vestido… ¿qué vamos a cenar?... el vestido…limpio, cocino… el vestido… las elecciones, Chavez… el vestido...

Entonces, fugazmente, como un silencio de esos en que pasan los ángeles, se presentó inesperadamente, el recuerdo de mi amiga  Gloria, que murió trágicamente en un accidente de moto, hace cinco meses apenas. Me vino a la mente la fiesta de Navidad del año pasado; ella con su vestido rojo, hermosa, con su silueta menuda y su porte elegante, sonriente y feliz del brazo de su esposo.  Compartimos mesa, criticamos algunos atuendos de la concurrencia canadiense, nos reímos y bailamos, I will Survive, que ironía…

Entonces, fue como si de la cumbre de la necedad en que me encontraba,  me lanzaran en un ascensor en caída libre.  Allí, en el sótano, quedé hecha añicos junto a los escombros de mi egoísta y pequeño mundo. Cuestioné todos los problemas tontos que uno se inventa, hasta me peleé con este blog, y mis momentos mágicos que al final son un compendio de anécdotas irrelevantes que a nadie interesan. Al diablo con el vestido, tengo una pila en el closet que apenas me he puesto. Y me quedé un buen rato pensando en el momento en que recibí la noticia de su trágica muerte. Cuatro o cinco palabras que la borraron del mundo. Todavía a veces, no lo puedo creer.

Le conté a mis esposo sobre mi bloqueo, de mi súbito recuerdo de Gloria y de lo mal que me sentía por lo vacío y superficial de mis pensamientos. Yo, que quiero creer que soy profunda y elevada.  ¿A quién engaño?

Mi esposo dijo que necesitaba lubrication. Para los malpensados  eso significa un trago.  (confieso que a mi también me tomó desprevenida la propuesta)

M. me sirvió mi acostumbrada copa de vino y entonces decidí escribir.

Ya con un vino entre pecho y espalda, me dediqué a recordar a mi linda amiga colombiana Gloria, a su hijo, que es un buen amigo del mío y en cuya sonrisa la encuentro a ella, cada vez que lo veo  a él en la oficina. Me vinieron a la mente las innumerables conversaciones en el Café, casi siempre temprano en la mañana. Conversábamos sobre los hijos, sobre el estar casada con un extranjero, sobre nuestras vidas aquí después de haber dejado nuestros países; y muy especialmente sobre la moda, vestidos, zapatos, carteras. Ella siempre tan linda, con la botas más estilizadas, sus bufandas, su figura de maniquí que hacía que todo lo luciera con gracia.

Entonces, me reconcilié con mi propia frivolidad, mi narcisismo, mi ocio, el que quisiera cultivar más a menudo.  Como he dicho en otras ocasiones, en nuestras vidas imperfectas, todo eso es importante. 

Yo escribo mis momentos mágicos, es mi manera de expresarme, pero a la gente  en general, no le hace falta escribirlos, sencillamente los practica. Algunos en la cocina, otros en la danza, en la fotografia, con los hijos, en el bordado, en sus trabajos, en los viajes, en las fiestas.

En mi vida ermitaña canadiense, las redes sociales, que al principio consideraba justamente la revolución del ocio, la frivolidad y el narcisismo, son hoy en día mi ventana al mundo y me encantan. Quizás porque yo soy todo eso, y un poquito más. Allí me divierto con la magia cotidiana y familiar de los demás.

Querida Gloria,

Qué triste va a ser no tenerte este año en la fiesta de Navidad.

En tu memoria, creo que voy a conservar el vestido y a hacer un poco de dieta de aquí a Diciembre. Seguro que me hubieses dicho, que qué bonito vestido, tu eras así de bella.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Magia Portátil

Mi querido hermano Rafael, que en paz descanse, decía que “hay tres signos de envejecimiento: El primero es la pérdida de la memoria...y de los otros dos no me acuerdo”. 

No se cuántas veces he repetido ese chiste, pero me encanta. Mi hermano era un hombre sencillo en su manera de vivir, pero de exquisito intelecto y excepcional sentido del humor. Como dijo un autor irlandés que murió hace un año o dos (creo), “el intelecto de un hombre es su palacio”. Mi hermano tenía el suyo,  y lo más bonito, era que lo habitaba con humildad. Jamás, hizo aspavientos de sus conocimientos, sólo si venían al caso. Es la diferencia, entre ser un aburrido y repetir la información leída, o manejar el sublime arte de la buena conversación. 

El chiste de mi hermano viene al caso ahora porque, aunque tengo buena memoria para las frases o imágenes que me han impactado, casi siempre se me olvida el autor o la fuente. Sin embargo, me cuido al menos de mencionar que las leí en alguna parte, pues, no soy tan original, y para condimentar mis escritos tengo que apoyarme en los demás. Nada molesta más que el plagio, pero, hace poco también leí, que “si uno se copia de un autor es plagio, pero si uno se copia de varios autores, es investigación”. (just kidding)

En fin, titulo mi “momento mágico” de este fin de semana con una frase extraída de una cita que, si mal no recuerdo, creo que leí hace mil años, en el libro de Stephen King, “On Writing” ( el único libro que he leído de este autor) que dice que, ”los libros son la magia mas portátil que existe”.

Si tuviera la dicha de trabajar para un periódico, o revista comentando libros,  en vez de trabajar para una petrolera canadiense, llamaría mi columna así: “Magia Portátil" y que me perdone Steve.

El placer de la lectura no es nada nuevo para mi, pero este fin de semana lo comprobé.

Como he dicho otras veces, mi esposo británico, el ser más inteligente que he conocido en mi vida y adicto al Sudoku, es hombre de pocas, pero poderosas palabras. A veces, le digo, sin ton ni son: “Tell me something” y él se pone nervioso, y yo me divierto.   El otro día le dije que el Sudoku es gimnasia para su cerebro, pero que no genera temas de conversación.  Dicho esto nos enfilamos a “Chapters” y entre los dos, nos gastamos una pequeña fortuna en libros.

En esta mágica noche de domingo, me acabo de dar cuenta que, este fin de semana, estuvimos desaparecidos. Y es que leer lo desmaterializa a uno. Se vuelve uno sustancia intangible e invisible.

Quien se hubiera asomado a nuestro rincón de lectura este fin de semana, lo que hubiese visto eran dos libros flotando, las páginas pasando acompasadamente; un gin tonic volador y una copa de vino ingrávida, moviéndose de vez en cuando hasta el bar para ser renovada, como la fe.

Y es que estábamos los dos perdidos entre las letras, en otros mundos muy diferentes, (tenemos gustos literarios radicalmente opuestos). El leyendo por qué los ingleses han odiado por siglos a los franceses y yo deleitándome con Murakami.

Más tarde, cuando nos materialicemos de nuevo y se me antoje decirle: “ Tell me something”, nos sumergiremos en otra deliciosa y profunda conversación, intercambiaremos sueños y seguiremos construyendo nuestro palacio.

martes, 1 de noviembre de 2011

Meditando mi paisaje interior o la cura del insomnio

Cuando me preguntan que cómo amanecí, respondo: Bueno, estaba dormida y me desperté. Me encanta ese chiste que solía decir un compañero de trabajo en Venezuela. Pero hace unos días, amanecí con el titulo de mi próximo momento mágico en la mente: Meditando mi Paisaje Interior.


Pensé que seria un escrito muy poético, así que le concedí todo el fin de semana para que se gestara. Pensé que, así como uno contempla un paisaje marino, o de montaña y uno se extasía, y se reverencia, y se siente uno pequeño ante tanto cielo o ante tanta agua, y uno participa en confidencia del misterio y de los secretos del universo y uno quisiera guardarse esas bellezas en los ojos para contenerlos por siempre, y uno es testigo de la vehemencia de la naturaleza, y uno se exalta y se conmueve y a veces hasta llora. Pues así mismo pensé, que meditar mi paisaje interior seria una experiencia  grandiosa, iluminadora, gratificante y placentera. Lo que nunca pensé fue que estaba fraguando algo mucho más importante: la cura para el insomnio.


Estuve todo el fin de semana esperando el momento del parto cósmico para poderlo compartir con mis escasos pero maravillosos lectores. Nada.


Sucede que ayer lunes, tenía que salir de la casa a la inhumana y torturadora hora de las cuatro de la mañana, para ir al lugar más desangelado del mundo, donde hasta los pinos son feos, larguiruchos y raquíticos, incapaces de echar raíces en esas tierras ácidas del Norte.


Por supuesto, la noche antes de viajar, me posee el insomnio. Siempre me pasa. Vueltas y mas vueltas y no duermo nada. Sin embargo, cierta  vez un desconocido, me dio el mejor consejo para el insomnio  que he escuchado en mi vida, y es que, si uno ya se resigna a que es imposible dormir, pues al menos uno puede decidir descansar.  Y eso mismo me dije el domingo en la noche, y para descansar, me propuse “Meditar mi Paisaje Interior” Una buena manera de relajarme y trabajar mi momento mágico, al mismo tiempo.


Me metí en la cama, leí un par de páginas del Cuaderno de Maya ( el cual tengo que devolver),  le di el Good night a mi adorado esposo y me sumergí en los laberintos de mis acontecimientos internos. Quise conocer esos países de adentro, esa arquitectura llena de vericuetos, buscar la esencia de mis latidos, de mi historia, de mis lluvias, de mis ventanas, de mi amores, de mis despedidas. Me perdí en mis divagaciones y sin percatarme,  caí derrotada. Me dormí.


Hoy me doy cuenta que eso de meditar el paisaje interior no es tan sencillo. La humanidad, desde que el hombre es hombre, ha estado tratando de recorrer ese paisaje. Yo lo intento a diario, con mis meditaciones impulsivas.  Entendí   incluso que eso de “Meditaciones Impulsivas”,  es un “oximoron”. Meditar requiere de tiempo, disciplina y paciencia, cosa que yo no tengo, pero igual me gusta el titulo, me obsesionan las contradicciones. Al final, como dije cuando empecé este blog. Yo no escribo porque tenga gran cosa que decir, sino mas bien porque tengo mucho que descubrir.


Victor Hugo lo expresó magistralmente en una frase que me regaló hace tiempo mi amigo húngaro, sublime escribidor de la luz, TO:


“Hay un espectáculo más grande que el mar que es el cielo; hay un espectáculo más grande que el cielo, que es el interior del alma”.
Victor Hugo. "Los Miserables"