lunes, 6 de septiembre de 2021

LECCIONES DE VUELO

 



 

El viernes pasado me lancé en caída libre y volé.


Era un regalo de mi hijo y su novia, y como siempre digo, uno nunca puede rechazar un gesto amable. Aunque este implique salirse un poco de eso que llaman “zona de confort”.


Y bien, nos fuimos los tres, nos disfrazaron de astronautas, nos dieron una lección de vuelo en cinco minutos y el resto es historia.


Me lanzaron en un túnel de viento vertical para experimentar eso que se siente en un “skydive”.


Lo raro es, que lo disfruté.


Lo raro también es, que no lo hice tan mal.


Y lo más raro es, que aprendí algo.


Después del pesaje, exhaustivas preguntas de salud y video de instrucciones, pues me encontré ante el umbral.


Ese lugar donde ya no hay regreso.


O saltas o saltas.


Como dicen: ¡salta!, la red aparecerá (jump! the net will appear). (esto aplica a casi todas las situaciones en la vida)


En esa fracción de segundo tomé la decisión más trivial: confiar, entregarme y relajarme.


Y así lo hice.


Y volé.


El instructor me dio un “thumbs up”, me relajé y hasta cerré los ojos.


Ingrávida, di vueltas, floté.


La experiencia dura sólo unos minutos.


Después, de vuelta a la realidad entre risas y congratulaciones.


Y un cierto orgullo.


Mañana, después de un lindo fin de semana largo, empiezo de nuevo mi semana laboral. Es un nuevo y estresante trabajo. Pero, después de esta experiencia de volar, he decidido replanteármelo.


Confiar, entregarme y relajarme, como ante ese umbral que antecede al vuelo.


Así comenzaré mi semana.


Al final, como que la vida es una larga lección de vuelo.

 

PD: Gracias a mi querido hijo Santiago y su bella Alba por regalarme esta experiencia.