Se soltaron y volaron libres.
Irradiando su luz inquieta.
Eran miles de ellas.
A su paso, dejaban una estela
azul,
la de las buenas noticias, en las noches de invierno.
Me arrullaron.
Me acariciaron con sus alas etéreas
y leves.
Me contaron historias viejas.
Mi casa, la de afuera y la de
adentro,
se llenó de un resplandor tan fuerte,
que hizo insignificante la
tristeza.
Acabó con las sombras.
Pulverizó las ausencias.
Son las luciérnagas.
Cada objeto a mi alrededor, cada partícula
de tiempo, se convirtió en una de ellas.
Metamorfosis sublime.
Mi casa pudo verse desde la más
remota de las estrellas.
Allí donde esta él.
Todo esto me sucedió cuando abrí
la caja de los recuerdos.
PD: Bueno no podía despedir de enero sin un momento mágico. Cuando la tristeza duerme de a ratos, los recuerdos despiertan. Espero este nuevo año encontrar muchos de ellos. Soy optimista.