domingo, 25 de agosto de 2013

ROCE DE ALAS


Ser tía no es fácil.

Yo, por ejemplo, soy pésima.

Creo que porque no soy un dechado de cariño, ni doy regalos costosos, ni llamo consecuentemente (más bien nunca llamo a nadie)

Pero estoy por ahí, en el espacio familiar, observando sin ser vista.

Hoy quiero recordar a mis tías. Mujeres que han amado.

Las que ya no están,  vienen a mi memoria en forma de luciérnagas, mariposas y hadas.

Ellas acompañaron mi vida con sus presencias serenas, y hoy, por alguna razón que desconozco,  me rozaron con sus alas transparentes.

Margot, vivaz  y risueña. Ojitos azules, inquietos.

Marucha, cómo la golpeo la vida, y con qué dignidad y temple la sobrellevó.

Laura Soledad. Manos de ángel, y la más bella sonrisa.

La heredaron mis primos.

Mis tías playeras (siempre las veía en la playa) Blanca, Olga, Cristina. Distinguidas y elegantes damas caraqueñas. Derrocharon vida.

Otras a quienes llevo en mis más queridos afectos,  sin ser consanguíneas.

Las tres hadas.

Mimí, Olga, Carmen, esta  última era mi suegra, pero completa el trio de las hadas buenas.  Un trio de bondad.

Las que todavía están aquí, lúcidas y con sus ramas cargadas.

Mi tía Ana. Ojos de humo, intensos. Una belleza que desafía el tiempo.

Y mi tía Isabelita, la que escribe poemas para niños,  a quien vi en Caracas en las nupcias de mi hermano y me dijo el piropo más bello que me han dicho en toda mi vida.

“Hoy estas más Carmencita que nunca”

 (Carmencita mi mama)

Nunca lo olvidaré. Gracias.

Con este recuerdo de hoy, siento la conmovedora sensación de que me tomé un cafecito con todas ellas.

Y qué casualidad, una mariposita acaba de cruzarse en mi cielo.

martes, 20 de agosto de 2013

LA GUAYABA


Me atiborré de guayaba.
 
No como las que caían en el patio de mi casa  y se comían los pájaros.

No como las que impregnaban los rincones de la casa con el delicado y reconfortante olor del hogar.

No como las que escribió Gabo.

O las que cantó Ruben Blades.

No las que cansaban las manos de mi mama, de tanto dar paleta.

Esas, como las oscuras golondrinas de Becquer, no volverán…

Las únicas guayabas que se consiguen aquí son las latinas.
 
Es decir de lata...
 
Y que se encuentran en la tienda de las nostalgias, es decir, el mercado de comida suramericana y centroamericana.

Resulta que a mi hija le dio un antojo, y me lo contagió.

Entonces salí “desgaritada”  a la tienda latina de Calgary y compré todo el inventario de productos  de guayaba disponible.

Mermelada.  Delicada. Jalea. Conserva. Cascos.

Bocadillos  de guayaba y membrillo

Bocadillos de guayaba y arequipe.

Llegué cargada.

Mi hija calmó su antojo con apenas un mordisquito.

Y ahí quedé yo,  comiendo Delicada de Guayaba con los ojos cerrados y a cucharada sopera.

Pura azúcar.

Pero... !cómo alimentan los sabores perdidos!

Sabores de la casa vieja.

Sabores de la tierra de uno.
 
Sabores que murmuran historias.
 
Ah, y como si fuera poco el empalagamiento, para el postre, compré otra forma de ambrosía para el alma: 

Dulce de higos.
 



viernes, 16 de agosto de 2013

LA DISTANCIA MAS CORTA


La distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta.

Ayer el universo conspiró para que me riera.

Y eso hizo que durmiera como los ángeles, cosa que no había ocurrido en toda la semana, gracias a Sancho llorando, extrañando su antigua casa.

Hoy fui a almorzar con mi grupo de trabajo.

Como estaba aún con el ánimo liviano, se me ocurrió traducir uno de los chistes que ayer me hicieron tanta gracia.

Mi grupo de trabajo parece las Naciones Unidas.

Hay canadienses, pakistaníes, egipcios, chinos, nepalíes, indios, venezolanas (yo), etc.

Comencé a traducir el chiste, mientras casi me ahogaba de la risa.

Cuando terminé de contarlo, se quedaron todos con caras de “ponchao”.

Uno de ellos, canadienses, me confesó que no había entendido el “punch line” .

Sentí una extraña forma de soledad. Escalofriante.

Cambié el tema para algo aburrido.

Nada más pavoso que explicar un chiste.

Pero como todavía me estoy riendo por los rincones, acordándome de algunos de los buenos chistes que tanto me  alegraron ayer, aquí les dejo algunos.

La distancia más corta entre dos punto no es la línea recta.

Es la risa.

I

Llega  un negrito al cielo temeroso de que le nieguen la entrada, debido a que   teme que haya problemas de racismo:

   -Nombre?- San Pedro le pregunta....

   -Leonardo Di Caprio - contesta el negrito.

   -San Pedro lo mira incrédulo y le vuelve a preguntar su nombre...

   -Leonardo Di Caprio' - insiste el negrito que no puede echarse atrás.

   San Pedro toma el teléfono y confundido llama a Dios:

   -Oiga Jefe, (le dice, con todo respeto) 'sáqueme de una duda: El Titanic, se hundió o se quemó?...

II

  Por qué Dios inventó la menopausia?
   Con la nueva tecnología aplicada para la fertilidad, una mujer de 65 años dio a   luz  a un bebé.
 Cuando salió del hospital y fe a su casa, llegaron sus familiares a visitarla.
 "¿Podemos ver al bebé?"- preguntó uno de ellos.
 "Todavía no", dijo la flamante madre de 65 años, "pronto".
   Pasó media hora y otro de los familiares preguntó,"¿Ya podemos conocer al  nuevo bebé?" -
 "Todavía no", dijo la madre.
 Pasó otro rato y volvieron a preguntarle impacientes a la madre:
 "Bueno, bueno, ¿cuándo vamos a ver al bebé?"
 "Cuando llore", fue la respuesta.
 "¿Cuándo llore?"-, reclamaron, - "¿Por qué tenemos que esperar hasta que llore?"
  "Porque no me acuerdo dónde  lo puse"

III

DE EMPLEADO A EMPLEADO

 ¿Supiste que falleció el jefe?

 Sí, pero quisiera saber quién fue el que falleció con él.

 ¿Por qué lo dices?

 ¿No leíste la esquela que puso la empresa?

 Decía: “..y con él se fue un gran trabajador”

( este último fue el que fracasó al intentar traducir a mis compañeros)

martes, 13 de agosto de 2013

EL JUICIO FINAL



El Juicio Final debe ser una gran ceremonia.

Me la imagino a cielo abierto, sobre una sábana fresca, blanca e infinita.

Un lugar donde no se puede ocultar nada.

Las almas  nobles son ingrávidas y transparentes.

Son las que llegan con las “valijas intangibles” .

En estos días he reflexionado sobre el peso de las cosas, gracias a la mudanza y a un dolor de espalda.

Y es que después de ver  el tonelaje de la carga con que uno se mueve en este mundo, me sorprendo de ver como uno no está aplastado y exánime.

Mi sencilla reflexión sobre el peso de las cosas es esta:

Los sofás y las cajas pesan, pero hay cosas que pesan más.

Las mentiras pesan, pero sobre todo, las mentiras que uno se dice a uno mismo. Constantemente.

Las renuncias pesan. Pero a veces no hay más remedio.

Los desamores que uno  se empeña en arrastrar, son una bola de hierro.

El ocio no cultivado, es un plomo.

El aburrimiento una costra.

La vida no vivida pesa más que una roca.

El egoísmo llena los pulmones de arena negra bituminosa.

Y no es que quiera pensar mucho en esa gran ceremonia final, pero creo que si uno acumula, acumula y acumula, pues será un poco incómoda.
Justamente porque no hay gavetas, closet o debajo de la alfombra, donde ocultar nada.

Hoy mismo empiezo mi terapia de deslastre.

Intentaré alivianarme, pues ya me di cuenta que llevo carga, de los dos tipos.

Y mientras llega ese día del último juicio, al que espero recibir “ligera de equipaje”; mientras me decanto; mientras me preparo para el día en que uno deba desaparecer ingrávida en la niebla; mientras me purifico para oficiar esa gran ceremonia a la cual nadie en este mundo puede renunciar y a la cual uno llega irremediablemente solo, disfrutaré de la gran fortuna de estar  aquí, de sentir.

El gran regalo de estar viva.