martes, 28 de febrero de 2023

PUERTAS

 


 


Desde mi ventana, fui testigo de un misterio.


No me fijo mucho en quien entra y sale a mi alrededor, pero ese día me pareció que la persona que entraba por la puerta esa noche, a pesar de que traía la misma vestimenta, un abrigo color naranja imposible de pasar por alto, era diferente a la que salió en la mañana.


Había algo en su caminar, en su postura, en la manera de insertar la llave.


Sí, definitivamente, otra persona.


No le di mucha importancia al asunto, pero los días que siguieron, al escuchar la puerta, me asomaba, y para mi sorpresa, cada día era una persona la que salía y otra muy diferente, la que regresaba.


A veces cambiaba el abrigo, quizás para despistarme, pero era como si hubiese un nuevo inquilino, cada mañana y cada noche.


El misterio no es muy difícil de resolver. ¡Elemental!, como diría aquel famoso detective.


La persona que sale por la puerta y regresa siendo otra cada día, soy yo misma, claro.


Pero esta nueva conciencia, me hizo reflexionar sobre las puertas y portazos de mi vida.


La puerta blanca que me vio crecer.


Puertas amplias, llenas de ilusiones.


Las puertas ruidosas y atascadas de las dificultades.


Cierta noche crucé un umbral sombrío: la puerta sigilosa de la enfermedad.


Después la vida me premió y puso ante mí una puerta luminosa, la del amor.


Y esta especie de biografía rectangular me hace recordar un verso maravilloso de mi poeta de cabecera que voy a dejar para el final.


Por ahora, voy a observar con cuidado a esa persona que sale por la puerta. Como crece y se transforma en cada aliento, en cada poema que le penetra el alma como una flecha incandescente, en cada gesto amable dado o recibido, en cada pérdida, en cada lágrima, en cada buena nueva, en cada extravagancia.


Resuelto el misterio decidí que, cada vez que atraviese el umbral de la puerta de un nuevo día, lo haré con una melodía en los labios, un saludo a esa otra yo que me espera y una despedida, por si acaso…

 

¡Qué hermosa es la vida!

¡Cómo nos despoja todos los días,

cómo nos arruina implacablemente,

cómo nos enriquece sin cesar!

Jaime Sabines

 

lunes, 20 de febrero de 2023

DOS CENTAVOS

 


Hoy salí a comprar un pan y una rosa.


El pan porque se me acabó y me gusta en el desayuno.


La rosa, para complacer un deseo de alguien muy especial, una niña de 4 años, mi nieta Natalia.


Hace poco tiramos una piedrita al rio y le dije que pidiera un deseo. Ella dijo que su deseo era, una flor.


Y yo me dije, bueno, una rosa para Natalia.


Esta mañana, cuando iba en camino a la panadería y floristería, ya intuía que ésta, no era una misión ordinaria.


Compré el pan y una rosa de color coral.


Sali de la tienda con una sensación de plenitud difícil de explicar, como si no me faltara nada, ni en mi despensa, ni en mi vida…


Conduje hacia mi casa dispuesta a desayunar y sorprender a Natalia con su flor, su deseo cumplido.


Y así termina esta historia.


Simple y fugaz, como sus protagonistas, un pan y una rosa.


El resto del día me dediqué a respirar la vida y su perfume.


Para finalizar, comparto una de esas frases inolvidables, que descubrí con mi amado esposo, hace muchos años en un pueblito galés:


“Si en la vida sólo me quedaran dos centavos, con uno compraría un pan y con el otro una rosa. El pan para mantenerme vivo y la rosa para tener una razón para vivir.”

miércoles, 15 de febrero de 2023

SOBRE LAS NUBES

 

SOBRE LAS NUBES


 

“Desde el punto de vista del cielo,

la vida es sólo un pasar de nubes.”

 (Desconozco el autor)

 

Creo que el cielo, desde su perspectiva, no supo si lo que vio pasar esa tarde de domingo fue un cocodrilo, un señor nadando o un dragón.


Variaciones sobre una misma nube, según los puntos de vista de mi nieto de seis años, mi sobrino de diez y el mío (edad indefinida).


Lo llamamos el Reto de las Nubes. Fotografiamos y compartimos una nube interesante y vemos qué nos sugiere. Después tenemos una breve y productiva discusión.


A veces, tengo que hacer un ejercicio de abstracción para meterme en la infinita imaginación de los niños y confieso que me costó encontrar al cocodrilo y al señor nadando, estilo espalda, para más señas.


Al final, esto de compartir nubes con mis pequeños, me recuerda que siempre hay otra manera de ver las cosas, otro punto de vista.


Y no es fácil.


A veces, o más bien casi siempre, lo ajeno nos resulta incomprensible.


Ejemplos hay muchos, pero no me quiero meter en honduras. Este es un juego de imaginación y risas.


Quizás esta semana, en nuestros atardeceres, veremos osos polares, pingüinos, camellos voladores y hasta a Superman.


Yo sólo espero, que un día, mis nietos y sobrinos, cuando se asomen a sus cielos, donde quiera que estén, me recuerden como la abuela y tía divertida que los animó a mirar, no solamente las nubes, sino más allá…


Mientras tanto, desde nuestro punto de vista terrenal, nos reímos...

 

“Cuando la noche es serena observo el cielo.

No deja de asombrarme

cuantos puntos de vista hay ahí.”

Wislawa Szymborska

sábado, 11 de febrero de 2023

LA IMPOSTORA

 


Suena como el título de una telenovela.

Pero creo que fue más bien una traición de mi subconsciente.

Explico.


Siempre quise ser médico. Recuerdo que, al manifestarle a mi papá, gran médico otorrinolaringólogo de Caracas, mi deseo de estudiar medicina, quizás con ánimo de protección, me dijo: Ay hija, es una profesión muy dura, se ve mucho dolor y muerte.


No tuvo que decir más, para que me decidiera a estudiar ingeniería.


Y así lo hice.


Sin embargo, mi admiración por las ciencias médicas y los doctores, esos grandes profesionales que, con su bondad y sabiduría, dedican sus vidas a aliviar a la “humanidad doliente”, es inmensa.


Y así mi breve inmersión en este otro universo.


Sucedió en una clínica de Barcelona, donde estuve un par de días, como acompañante de un familiar.


En medio de los nervios de la espera, en el laberinto de los pasillos de la clínica, buscando el cafetín, mi cabeza decidió hacer caso omiso a un gran letrero en el ascensor que decía: SOLO PERSONAL AUTORIZADO.


Entré al elevador como si yo perteneciera allí. En cada piso que se paraba, entraban y salían enfermeros, doctores y enfermos en camilla.


Yo, la impostora, muda, en un rincón.


Corriendo, escapé del ascensor en un piso con un cartel que decía: Cuidados Críticos.


Temblé de pies a cabeza.


Finalmente, una enfermera se dio cuenta de mi pánico y me preguntó si estaba perdida. Le dije que sí, y amablemente, sin llamar a seguridad, me indicó el camino a la salida y como llegar al cafetín.


Llegué trastabillando. En vez de un “cortao” opté por una cerveza marca Alhambra.


Brindé por la medicina, por los médicos, esos de cuerpos y almas, y agradecí a mi papá por su sabiduría.


Creo que, para mí, es mejor construir puentes que presenciar cuando las personas están a punto de cruzarlos.


Como dicen, zapatero a sus zapatos.

sábado, 4 de febrero de 2023

LA LLAVE



 

Perdí una llave.


Una llave importante.


Entré en pánico y comencé una desesperada búsqueda.


Primero en los lugares más obvios, la cartera, los bolsillos, gavetas, repisas.


Intenté conseguir un repuesto, pero nada.


Respiré hondo y decidí emprender la búsqueda de manera más serena.


Lo peor que podría pasar sería tener que llamar a un cerrajero.


Invoqué mi nuevo mantra para este año: todo se resuelve.


Con tranquilidad, volví sobre mis pasos desde que empezó el día.


Fui deteniéndome en rincones, y mientras lo hacía, me encontré gratas sorpresas, como suele ocurrir, buscando algo, uno consigue otras cosas.


Y así fue.


Una postal, de puño y letra de mi mamá, Bariloche, 1977.


El Romancero Gitano de García Lorca, que me trajo el verso de… se apagaron los faroles y se encendieron los grillos…


Un cigarrillo sin encender del amor de mi vida, escondido en el fondo de una repisa, quizás de la época en que quiso, infructuosamente, dejar el vicio.


Por un momento me olvidé de la llave y me dejé llevar por el placer de la búsqueda.


Me llené las manos del polvo de los recuerdos.


Así apareció un zarcillo perdido, una moneda de Sudáfrica, una galletita en forma de hueso de mí, gruñón pero amado perro, Sancho, mi añorado escudero de cuatro patas.


De repente apareció la llave perdida, ahí estaba, riéndose, sobre la mesa de entrada. La verdad no sentí mayor alegría de encontrarme con mi llave y mi despiste.


La aventura de la búsqueda me había resultado mucho más fascinante que el hallazgo.


Ahí quedé, en el piso, pletórica, con las manos llenas de polvo, una vieja postal, un poema, un zarcillo, una moneda olorosa a baobads, a leones y elefantes, mi perrito, un cigarrillo sin fumar, y esa otra llave.


Quizás la de la felicidad…