viernes, 20 de abril de 2018

EL DESHIELO



El deshielo trae muchas sorpresas.

Algunas buenas, otras no tanto.

Por ejemplo, para Sancho, el deshielo de nuestro patio fue toda una fiesta, pues aparecieron todos sus viejos juguetes, sepultados en la nieve desde hace seis meses. Su cola parecía que se le fuera a desatornillar del cuerpo.

Para mí, fue todo lo contrario. El deshielo dejó al descubierto meses de sus “gracias” que tuve que recoger.

Y mientras realizaba esta nada grata tarea, me acordé del chiste de Seinfeld (a mi esposo le encantaba), quien se preguntaba que, si un extraterrestre, desde el espacio viera a los humanos recogiendo la mierda detrás de sus perros, ¿quién pensaría que es el amo?

En este caso el extraterrestre no tendría la menor duda.

Yo llenando bolsas con kilos de “gracias” y Sancho tomando el sol en la terraza, rumiando su recién descubierto hueso de juguete.

En fin, terminada esta peculiar olfativa y táctil tarea, me senté en la terraza a disfrutar del primer día cálido del año, viendo cómo se derretían los tacos de hielo y nieve primaveral.

Entonces presencié mi propio deshielo.

Las cosas divertidas que creía perdidas, igual que los juguetes recuperados de Sancho, estaban allí, brillando, esperando a ser recogidas por mí, con el mismo regocijo perruno de Sancho, pero sin menear la cola, en mi caso.

Así como un frisbee destruido, un hueso roto, una pelota mordida y una cuerda desbaratada, hicieron tan feliz a Sancho, no por ser juguetes nuevos sino por el placer de ser recuperados después de tanto tiempo de estar enterrados en la nieve, pues así mismo, mi deshielo reveló mi caja de herramientas, rota y desgastada, oxidada, desvencijada, por fuera, pero con todas sus herramientas, algo magulladas, pero intactas adentro.

Esto del duelo es un proceso de reconstrucción "under construction",  y para eso necesito todos mis recursos,  pulirlos, limpiarlos de tanto invierno, repintarlos con colores alegres.

Al final, todo lo que uno necesita para ser feliz, está ahí dentro de esa caja, por más desbaratada que se encuentre.

Sancho y yo tomamos el sol de la terraza, cada uno disfrutando de nuestros recién desenterrados juguetes.

Desde arriba, los extraterrestres, nos miraron con expresión de desconcierto.

Yo decidí ensayar una sonrisa