jueves, 3 de mayo de 2018

LA MARIPOSA




Mi jardín comienza a renacer de sus cenizas y hoy vino la primera mariposa.

Anaranjada. Muy linda y alegre.

Y cuando veo una mariposa, no puedo dejar de acordarme del poema de mi hija cuando tenía cuatro años, en los talleres de poesía obligada que les hacía en la casa:

LA MARIPOSA

Es difícil de cazar
Si se me para en la cabeza
creo que es un lazo
Y si la atrapo me sorprendo.
                        Leonor Pérez

Por mucho tiempo, creí que era una buena analogía de la felicidad. Difícil de cazar, si la tienes encima crees que es otra cosa y si la atrapas, te sorprendes.

Ahora no estoy tan segura, porque tuve la mariposa posada sobre mí por mucho tiempo y nunca creí que era otra cosa, era la mariposa.

Pero admito que siempre me sorprendí de atraparla.

Hoy, sentada en mi jardín, acariciando la cabeza de Sancho, con un libro, una cerveza y una silla vacía a mi lado, pues pensé que la mariposa se había ido para siempre.

Pero no.

Allí estaba otra vez. Revoloteando en mi jardín.

De pronto, la inquieta mariposita anaranjada con puntitos negros se detuvo muy cerca. 

No en mi cabeza, ni en la de Sancho, pero lo suficientemente cerca para observarla de nuevo, plenamente, en su efímera magnificencia.

Sentí regocijo al observarla, así tan quieta, tan cerca.

Pensé:

Todo está en calma, los pájaros cantan, el sol brilla, mi cerveza esta fría, Sancho gruñón vigila sus predios, la silla a mi lado, se ocupa de inmensa presencia.

Sí. La felicidad es anaranjada, y es como una mariposa.

Regresa, leve.

Se me acerca, en silencio, con delicadeza.

Gentilmente.

En las pequeñas cosas.