martes, 14 de noviembre de 2023

TRASPLANTE

 




 

Me puse los guantes y preparé mi quirófano particular.

Iba a realizar mi primer trasplante.

Trasplantar significa trasladar un “órgano”, desde el lugar donde está arraigado y asentarlo en otro sitio más sano, con más probabilidades de crecer y vivir.

En mi caso, el receptor era amplio y su sustento nutritivo.

Con mucho cuidado y hablándole con dulzura, como si se tratase de una cirugía de corazón abierto, tomé su frágil verdor en mis manos y lo coloqué en el pecho de su nuevo hogar.

Una maceta llena de sol.

Regué mi plantita, me quité mis guantes de jardinería y recé para que el trasplante fuese exitoso.

Sequé el sudor de mi frente con una súbita reflexión.

Esa matita soy yo.

Y como yo, tantos quienes dejamos nuestro país, nuestro arraigo, por las razones que sean, para sembrarnos en nuevos continentes.

En mi experiencia particular, siento que me han regado y alimentado con amor y generosidad. Aquí en Canadá, se han asentado mis raíces y han crecido mis ramas.

Esos brazos espirituales que nos permiten tocar a los amigos, hermanos, familia regada por el mundo, en un abrazo verde y frondoso.

No sé nada de medicina ni de jardinería (aunque me he nutrido con los consejos de nuestra compañera Lucy Gómez) pero espero que mi matita trasplantada floree de nuevo.

 

En ese otro, mi “trasplante” de alma casi, puedo decir que, aunque mi raíz siempre estará un poco adolorida, las nuevas ramas, decididas y fuertes, esas que saludan al cielo, dan cobijo a las aves y hacen silbar al viento, me sustentan…

martes, 7 de noviembre de 2023

TRES GNOMOS

 

TRES GNOMOS



 

Son rellenitos y narizones, visten traje a rayas y gorros puntiagudos. Sus barbas son blancas y suaves.

Los bauticé Pepe, Paco y Luis. Son tres gnomos, se los tejí a mis nietos.

Aquí terminaría esta aburrida historia si no fuera por lo que pasó a continuación.

Al día siguiente de terminado mi proyecto, me pareció que los duendecillos no estaban donde los había dejado la noche anterior.

Juraría que los había dejado sobre la chimenea, y los conseguí en el dosel de la ventana.

Considerando que la pérdida de la memoria es el primero de los tres signos del envejecimiento y los otros dos se me olvidaron (chiste que nunca me olvido de repetir), pues pensé que me había equivocado.

También me pareció extraño que cuando me acerqué a verlos, me lucieron mejor terminados, sin las “perfectas imperfecciones” que caracterizan a mis manualidades. Pensé que, como siempre, me estaba subestimando y quizás estaba mejorando en el oficio.

En fin, aquel hubiese parecido un día cotidiano si no fuese porque noviembre, helado y sigiloso, se abalanzaba sobre mi alma, anunciando otro aniversario de la partida al cielo de mi gran amor.

Noviembre, el mes de mis melancolías; esas que he aprendido a honrar, pero que, como bien lo expresa el poeta Miguel Hernández, “tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler, me duele hasta el aliento.”

El caso es que, esa gélida noche, como para no retar a mi memoria, o la falta de ella, me llevé a Pepe, Paco y Luis a mi cuarto.

Amaneció noviembre.

Para mi tranquilidad, los duendecillos estaban exactamente donde los había dejado la noche anterior. Los saludé y para mi sorpresa, me respondieron en su peculiar idioma de sol, luna y estrellas.

“No estás sola. Eres visible. Eres amada”, me dijeron.

Lo más raro de esta historia, es que les creí.

Ya los gnomos tejidos llegaron a manos de sus adorables dueños, pero creo que los otros, los de verdad, se quedaron aquí, en mi casa, correteando de un puesto a otro, entregando sus cósmicos mensajes, haciendo travesuras.

EL AMANTE

 

EL AMANTE



“Un bongo remonta el Arauca

 bordeando las barrancas de la margen derecha.”

Rómulo Gallegos/Doña Bárbara (1929)

 

Es una seducción.

Una secreta invitación a retirarnos a un rincón silencioso, un sofá mullido, una poltrona, la cama.

La magia comienza con una mirada, de la cual ya es imposible despegarse. Después, palabras que conmueven, estremecen, inspiran.

Entonces, el mundo tal y como lo conocemos desaparece y sucumbimos al abismo, ese que, según Nietzsche, nos devuelve la mirada.

Espero no defraudarlos.

Estos amantes tan cautivadores a los que me refiero son los primeros párrafos de las buenas novelas.

Ante ellos me rindo.

Y les dejo, si me permiten, un breve collage de algunos de esos irresistibles autores que ustedes conocen, pero que siempre es un placer releer.

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.”

Miguel de Cervantes/ El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605)

 

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”

Gabriel García Márquez/Cien Años de Soledad (1966)

 

“Solemne, el gordo Buck Mulligan, avanzó desde la salida de la escalera, llevando un cuenco de espuma de jabón, y encima, cruzados, un espejo y una navaja.”

James Joyce/Ulises (1922)

 

Y con este viejo “amante”, me retiro a mi sillón, frente a la chimenea, con una copa de oporto.

¡Buenas noches!

 

“Nuestra época es en esencia trágica, y precisamente por eso nos negamos a tomarla trágicamente.

…Tenemos que vivir, por muchos que sean los cielos que hayan caído sobre nosotros.”

D.H. Lawrence/El Amante de Lady Chatterley (1928)