martes, 13 de noviembre de 2018

七 = NANA



Significa Siete en japonés, número de buena suerte.

También es el nombre de un gato, en un libro muy atrayente que estoy leyendo, de una autora japonesa Hiro Arikawa: “The Traveling Cat Chronicles”.

Fue el regalo de cumpleaños, para una buena amiga, el cual elegí al azar después de deambular mucho rato en la librería. 

Aparentemente fue un acierto, así que mi amiga, gentilmente, me lo prestó.

En las primeras páginas, de encantadora prosa, cual es mi sorpresa de conocer al protagonista y narrador del libro: 

Nana. Un gato.

Un felino afortunado (y conste que el peculiar gato, protestó ante lo que le sonaba a nombre de gata, pero su dueño insistió por aquello de los buenos augurios)

Y esto no pasaría de ser una anécdota trivial si no fuese porque durante esos mismos días, el nombre Nana, había entrado en mi vida como salido del sombrero de un mago. 

En este caso mi nieto de dos años.

Muchos saben que soy abuela (repito en Diciembre), pero todavía no abuelita, eso será dentro de unos añitos, por ahora abuela “cool” como dicen por ahí.

Pasé semanas, repitiéndole a Tommy incesantemente la palabra:  Abuela, Abuela, Abuela, a lo que el respondía “la, la, la” y se reía, el muy pícaro.

Pero un día, así, de la nada, después de mi acostumbrada sesión de: “¿Quién soy yo? Abuela, Abuela, Abuela… ¿Quién soy yo?  Abue...”

Ahí fue cuando me interrumpió y me dijo, con toda certeza: 

Nana.

Mi hija y yo nos miramos a los ojos. Y el repitió, mirándome a los míos y señalándome, por si las dudas: Nana.

Finalmente, un momento realmente mágico, el primero después de una larga sequía.

Soy Nana.

Y ahora que, gracias al libro del gato, sé que es un nombre afortunado, pues cuando Tommy me lo dice, siento en su voz el aura de los buenos augurios, el viento sopla a favor, todo está bien y seguirá mejor.   

La vida sigue, a pesar de mis noviembres.

Me imagino que les pasara a todos los Yayos, Yayas, Abebas, Yeyeyos, Totos, Papapas, Pepes, Nanas, etc.

Cada vez que escuchamos nuestros nombres inventados, de boca de ellos, sentimos que nos ganamos la lotería mas divina.

La de ser abuelos.


PS: Tiempo sin escribir. Tiempo con la magia apagadita, pero Nana llegó al rescate, en estos días de noviembre, días donde se me revuelven las nostalgias y se me agigantan los recuerdos. Mi nieto Tomás y Natalia, en camino, son los buenos augurios, son el viento...