Tenía muchos años que no
ingresaba a una clínica en calidad de paciente.
Una intervención que, para
no entrar en detalles, llamaré “menor”, así
que lo mío ,más que miedo era “miedito”, pero terror al fin.
Sin embargo, allí estábamos,
pacientes y acompañantes, a las puertas del quirófano, esperando nuestros
turnos.
La humanidad doliente.
Viejos y jóvenes, todos con cara de susto.
Y es que ante el frio del bisturí,
ante la pérdida de la salud, somos apenas recipientes de pánico.
Siempre he pensado que los quirófanos,
igual que los cohetes que mandan al espacio, son sistemas frágiles.
La definición de un sistema frágil
es aquel donde todos los factores adversos están controlados, y estadísticamente
la probabilidad de error es mínima. Sin embargo, cualquier falla o situación impredecible,
tiene consecuencias catastróficas.
El cuerpo humano es un
sistema frágil.
En fin, a la espera de
nuestro turno, hermanados por el miedo, entre sonrisas forzadas y emociones
contenidas, cada vez que veía a un
paciente despedirse de su ser amado para entrar al quirófano, se me
hacia el nudo gordiano en la garganta.
Me programé para despedirme
de mi esposo “cero drama”.
Allí estaba yo tiritando de miedito
o de frio, repitiéndome en la cabeza, cero drama, cero drama cero drama, cuando
de pronto sentí que alguien, ponía sobre mis hombros una cobija caliente.
Yo lo sentí como un ángel, o
Dios.
Al final vi que había sido
una enfermera.
Jamás en mi vida había sentido
tan físicamente, tan poderosamente en la piel, un gesto amable.
Inmediatamente me dijeron
que era mi turno, mi despedida cero drama funcionó y atravesé alegremente, con
mis propios pies, las puertas metálicas del OR.
En mi caso, a Dios gracias, mi intervención “menor”,
no era nada de vida o muerte, pero
compartir estos minutos pre operatorios con la humanidad doliente, revivió algunas de mis inconsolables cicatrices.
Bien dijo George Sand que: “La vida es una herida abierta, que a veces
adormece, pero nunca sana”
Ya salí de la operación y
estoy recuperándome en mi casa, con la atención cinco estrellas de mi familia.
Son todos ellos esa cobijita tibia
sobre mis hombros.
PD: Quisiera expresar en esta entrada un
pensamiento y una oración para todos quienes han perdido la salud y están en su
proceso de recuperación o tratamiento. A ellos y sus familiares les toca una
circunstancia muy dolorosa. El poder de un gesto amable se repotencia en momentos de
enfermedad, es el equivalente de esta experiencia de la manta tibia, que sentí tan
vivamente en mi breve paso por el quirófano, y que intenté transmitir metafóricamente en esta entrada.