Esta semana se cumple
otro aniversario de la madrugada más triste de mi vida.
Hora menguada cuando
me avisaron que mi mama murió.
Cinco años de sentir
ese súbito abismo, esa sensación de inevitable orfandad y vacío, que lo lanza a uno en caída libre, hasta un
gran pozo de tristeza.
Pero dicen, que después
de las grandes penas e incluso tragedias, uno siempre regresa a eso que los
expertos en neurociencia, llaman “baseline”.
Y si uno está, medianamente sano mentalmente, pues así
sucede.
Uno regresa.
La pesadumbre de la pérdida, se sustituye por una sensación de agradecimiento, fuerza y
bienestar.
Y la ausencia se convierte en dulce, alegre y cotidiana compañía.
Un encuentro cercano,
inalámbrico e inmediato.
Hoy, casualmente, recibí
carta de mi mama.
Va dirigida a todos
los hermanos.
Dice así:
“Queridos hijos:
Les escribo desde este lugar, que es maravilloso.
Sólo viéndolo se puede saber cómo es, no hay
palabras para describir tanta belleza…
…….Lo que deseo es que todos puedan venir aquí un día, a disfrutar de esta magnificencia…
……………
Reciban mil besos,
con todo mi amor.
Hasta pronto,
besotes de su mama
Carmen
Joffre entre tangos”
Posdata mía: Hoy, casualmente,
pero en verdad nada es casual, buscando
otra cosa, apareció esta carta, dentro de un libro. !Qué mejor regalo para mi alma, en mi siempre melancólico mes de Octubre!
La carta está fechada el 13 de noviembre de
1974, desde Bariloche, Argentina. Pero
creo que fue escrita para nosotros hoy, desde un lugar sin nombre.
(Ah y Joffre es mi papa, médico insigne,
cantor y amante de la poesía y del tango)
Disculpen otra vez lo
anecdótico, pero compartir penas y alegrías
es parte del regreso a mi “baseline”.
La Calle del Eco ayuda.