miércoles, 23 de diciembre de 2020

EL REGALO


 

Parte 1 -  Diciembre 23, 2020

Es una larga historia. Comenzó el día de mi cumpleaños, en abril de este infausto 2020.

Mi hija me regaló un libro de tejido, de Vogue, muy elegante. Y para homenajear su regalo, pues compré un estambre y escogí el modelo más fácil de todo el libro para dárselo como regalo.

Llevo ocho meses tejiendo y destejiendo, sí como aquella heroína de La Odisea. Y no sólo eso, también maldiciendo y refunfuñando, por mis frecuentes equivocaciones, y casi claudicando. Y eso que dicen que tejer es una actividad relajante. 

Julio Cortázar en su maravilloso cuento Casa Tomada dice sobre la actividad de tejer que: …yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada.”

Y como dice mi osito favorito Winnie Pooh: “el problema de no hacer nada, es que uno no sabe cuándo termina.”

En fin, ocho meses después terminé el suéter. Justo para Navidad. Es uno de mis regalos para mi hija.

Cuando lo terminé me pareció que era un poco pequeño y tenía unas cuantas vueltas de errores que consideraría un detalle adrede, “perfect imperfections” los llamaría mi adorado esposo. En verdad, estaba, regular.

No, más bien contrahecho. Más bien horrendo.

Necesitaba algo para que, como dicen en inglés “upgrade” el suéter. Algo que lo hiciera lucir más atractivo.

Entonces me acordé de un broche de mi mamá, su abuela.

Una fantasía realmente, un broche antiguo, dorado y con perlas de mentira.

Pues, se lo puse al suéter en el pecho y de alguna manera, algo resplandeció tímidamente.

En fin, con esto de la pandemia, pues tampoco tenia una caja bonita donde ponerlo. Así que lo envolví torpemente con papel de Dollarama, y lazo reciclado. Todo muy evocativo de la abuela realmente.

Y así lo llevaré a su casa en el día de Navidad.

Esta historia continuará. Les cuento después que le dé el regalo a mi hija.


Parte II - Diciembre 25, 2020


En una Nochebuena reducida por la pandemia, pero igual cargada de alegría (un don alquímico muy venezolano), llegó el momento de abrir los regalos.

Mi hija recibió el paquete medio maltrecho y lo abrió con entusiasmo y curiosidad.


Salió el suéter y en verdad, se veía mejor que cuando lo envolví. Quizás la alegría circundante, la magia de la Navidad, o el vino, me hicieron verlo con ojos más benevolentes.


El color, azul cerúleo, y en cada puntada, los pensamientos nocturnos de mis últimos ocho meses. 


Casi siempre pensamientos cotidianos y sencillos, otras veces más complejos, sobre todo en este año tan difícil.


Si escribir refina el pensamiento, tejer los convierte en suéter.


A mi hija le gustó, creo, y sobre todo el broche de su adorada abuela. El suéter hizo las veces de estuche de un pequeño tesoro.


Al final, algo hecho con las manos, es siempre un acto de amor y creo que mi hija así lo entiende y lo valora.  Hoy se lo estrenó y la verdad, se veía mejor que la modelo del libro.

Ahora, en la búsqueda de un nuevo proyecto, pensamientos llenos de esperanza y estambres multicolores, para el 2021. 

 



PD: He estado muy alejada de mi blog y la verdad lo extrañaba. Es mi “sandbox” mi caja de arena, mi lugar de jugar. Pensaba que quizás ya mi niña interna se había cansado de jugar. Pero no. Hoy en  vísperas de Navidad, regreso con el gozo de haber encontrado una historia que compartir. Ha sido un año difícil, pero, ánimo, todo esto pasará. Para mis escasos pero fieles lectores, gracias, por estar ahí, y todo lo mejor. Feliz de estar de vuelta. FELIZ NAVIDAD,