lunes, 24 de abril de 2023

ALTO RIESGO

 


 

De vez en cuando siento el impulso de hacer una excursión un poquito más arriesgada que mi apacible paseo diario por el río.


Una gira más audaz y retadora, con la única motivación de despertar un poco mi espíritu, a veces adormilado.


Me fui sola.


El camino al principio, amplio y radiante; el paisaje espléndido.


Después de un rato, la vereda se fue haciendo cada vez más angosta.


A cada paso, el terreno se tornaba más agreste; fui sorteando piedras, hielo, pequeños precipicios. A ratos me perdía, para volver a recuperar la ruta.


Al fin llegué a una cascada, majestuosa.


Me senté a descansar sobre una gran roca y me puse a contemplar el camino andado.


No supe cuánto tiempo había pasado, cuando desperté de mi letargo.


Volví sobre mis pasos revigorizada, más despierta que nunca.


Sí, definitivamente, creo que de vez en cuando hace falta recorrer otros paisajes, aunque implique alto riesgo.


De esta olimpíada personal terminé golpeada, rasguñada, empantanada, agotada.


Pero acaso, un poco esclarecida.


Para terminar con algo de humor, creo que esto de cerrar los ojos y mirar hacia dentro, es un deporte más riesgoso que hacer natación con tiburones, waterpolo con granadas o salto de garrocha sin colchón.

 

 

“Quien mira hacia afuera, sueña.

 Quien mira hacia dentro, despierta.”

Carl Jung

 

miércoles, 12 de abril de 2023

SOBRE LAS HADAS

 


 


A veces siento el roce de sus alas transparentes en mi piel.


Hace poco, una de ellas, me murmuró al oído palabras dulces: “Hoy estas más Carmencita que nunca.” Carmencita es mi mamá.


Me visitan con cierta frecuencia.


Algunas me inspiran a cocinar un Chupe caraqueño de esos de antología, nunca como el de la entrañable Tía Olga. Otra se toma conmigo un Ponche Crema en diciembre. A las bisabuelas, las veo en algunos gestos de mis nietos.


Sí, son mis viejitas, mis hadas. Esas que dejaron sus crisálidas y se convirtieron en mariposas de luz y andan por ahí, jugando.


Hace unos días, dos de ellas, en alas doradas, volaron a otros dominios. Camila, la mejor amiga de mi mamá, las dos mujeres más bellas de Los Teques. Ya estarán echándose cuentos. Camila tenía 102 años.


Gitta, mi suegra alemana, indestructible, como ella misma se definía con ironía, falleció a los casi 97 años.


Y por más que me entristece su partida, de alguna manera ahora las siento más felices y cercanas.


Finalmente, soltaron este caparazón de ancianidad que ya les resultaba pesado y volaron felices sobre un campo verde e infinito, como niñas. Con razón dicen que la vejez es una máscara, que al caer revela el rostro infantil del alma.


Bienvenidas esas dos nuevas hadas a mi vida cotidiana.

 

sábado, 8 de abril de 2023

UN RATÓN AZUL

 

UN RATÓN AZUL


 

El proyecto más importante que tengo en estos días es tejer un ratón azul.


Y ustedes se preguntarán ¿Qué tiene esto de interés?


Ninguno, probablemente.


Según Julio Cortázar, tejer es una buena excusa para no hacer nada.


Pero yo diría que para tratarse de “no hacer nada” es bastante trabajoso.


Con dos agujas y estambre azul, tengo que formar una cabeza, un cuerpo, dos orejas, dos ojos, una nariz, una boca, dos brazos, dos patas y una cola (ya me cansé con solo enumerarlo). Una creación de magnitud bíblica, casi.


Así como aquella Penélope tejía y destejía su espera, yo aquí en mi particular Odisea, practico virtudes que no poseo, la paciencia y la perfección.


A veces tengo que desbaratar y recomenzar.


Otras veces la cuenta no me cuadra y comienzo a descorazonarme.


Dejo pasar algunos errorcitos, que serán el carácter de la pieza, como dicen “perfectas imperfecciones”.


A veces mientras tejo, intento resolver alguna preocupación que me aqueje.


Otras veces, voy viento en popa, navegando en el hilo de mi inspiración.


A veces hasta enhebro un poema.


Al final concluyo, que tejer es una labor existencial.


Además, fue mi mamá quien me enseñó esta destreza, que de alguna manera me conecta con ella.


Mi ratón azul, y este relato, son totalmente irrelevantes, pero el ratoncito hará feliz al niño que me lo encargó, mi nieto Tomás.


Es mi particular manera de hacer de este mundo, un lugar mejor.


Mientras tanto, seguiré ejerciendo con devoción mi “no hacer nada”.


Como dijo mi osito filósofo favorito, Winnie Pooh,


“El único problema de no hacer nada, es que uno no sabe cuándo termina.”