miércoles, 12 de abril de 2023

SOBRE LAS HADAS

 


 


A veces siento el roce de sus alas transparentes en mi piel.


Hace poco, una de ellas, me murmuró al oído palabras dulces: “Hoy estas más Carmencita que nunca.” Carmencita es mi mamá.


Me visitan con cierta frecuencia.


Algunas me inspiran a cocinar un Chupe caraqueño de esos de antología, nunca como el de la entrañable Tía Olga. Otra se toma conmigo un Ponche Crema en diciembre. A las bisabuelas, las veo en algunos gestos de mis nietos.


Sí, son mis viejitas, mis hadas. Esas que dejaron sus crisálidas y se convirtieron en mariposas de luz y andan por ahí, jugando.


Hace unos días, dos de ellas, en alas doradas, volaron a otros dominios. Camila, la mejor amiga de mi mamá, las dos mujeres más bellas de Los Teques. Ya estarán echándose cuentos. Camila tenía 102 años.


Gitta, mi suegra alemana, indestructible, como ella misma se definía con ironía, falleció a los casi 97 años.


Y por más que me entristece su partida, de alguna manera ahora las siento más felices y cercanas.


Finalmente, soltaron este caparazón de ancianidad que ya les resultaba pesado y volaron felices sobre un campo verde e infinito, como niñas. Con razón dicen que la vejez es una máscara, que al caer revela el rostro infantil del alma.


Bienvenidas esas dos nuevas hadas a mi vida cotidiana.

 

4 comentarios:

  1. Una sonrisa por esas "Hadas..."
    Un abrazo.

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  2. Triste y entrañable a la vez. Ya queda menos para que seamos ese tipo de hada.
    Un abrazo de tu amigo.

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