domingo, 9 de febrero de 2014

SEMANA DE LA MODA


Va a hacer frio, tempestad, tormenta, ceremonia, celebración y amor esta semana.

Para todo ello debo vestir apropiadamente.
Es la semana de la moda.

Vestir para el frio es bastante fácil, suéteres, bufandas y gorros. Muchas capas de todo eso.

Para lo demás necesito un guardarropa más audaz.

Decidí vestir mi semana de esta manera:

El lunes de tempestad necesita una capa de serenidad de amplia caída. Serenidad aterciopelada, serenidad expectante, serenidad convincente, color cobalto. Serenidad  solemne.

(El lunes me toca librar una pequeña batalla en la oficina)

El martes, martes de tormenta y relámpago, de transformación, de aplausos, de éxitos, de cosas buenas. Así lo espero.

Para ello, un impermeable color trueno con voz incorporada.

( dicen que el martes a mediodía es el momento más estresante de la semana, impermeable con eso)

El miércoles comienza de traje gris, matemático y severo. Aburridísimo.

Pero el miércoles,  a horas de mediodía, el día se vuelve esbelto y se mete  en una ajustadísima línea que tiende asintóticamente hacia la felicidad.  

Ya es mitad de semana,  momento de liberarse de trapos y de preocupaciones.

El jueves se viste de ceremonia. Rojo es el color. Rojo escarlata, rojo nocturno, rojo de compromiso, de pasión, de fuego,  rojo del Norte glorioso que nos recibe.

(El jueves es nuestra ceremonia de juramentación como ciudadanos canadienses)

Canadiense nacida en Caracas, a mucha honra.

Y el viernes se viste de tiempo y amor.

El traje del tiempo  esta hecho de  brumas, para no caer en la tentación de medirlo,  y el amor se viste con la tela más ligera y diáfana que existe, la de la piel.

(El viernes es el cumpleaños de mi esposo y día de los enamorados)

Lo celebraremos en grande,  una gran fiesta para dos que se quieren y solo necesitan arroparse en el calor de la maravillosidad de su propia compañía.

Y asi termina mi semana de la moda.

Los dejo con la temperatura en el momento en que escribo estas lineas:
 

sábado, 1 de febrero de 2014

LA PUERTICA


En mi nueva oficina hay dos tipos de personas.

Los que entran por la puerta y los que se escabullen por la “puertica”.

La “puertica” es una especie de salida de emergencia  que conduce a un pasillo mal iluminado donde están los baños.

Los que no quieren ser vistos,  entran por la “puertica”.

Algunos,  puede que legítimamente prefieran la “puertica”, para acortar camino al lavabo o a sus cubículos  (que me disculpen los que así lo hacen), pero en general me parece que, quienes usan la “puertica” son tramposos.

Un día en que llegué particularmente tarde (por la nieve), caí en la absurda tentación de intentar  la “puertica”.

Sigilosamente,  antes de atreverme, miré para todos lados, la abrí y me escabullí como una sombra hacia el callejón oscuro.

Un hombre salía del baño, me aseguré de que no fuese mi jefe.

No era.

Seguí caminando, de puntillas,  cabizbaja, metiendo la cara en mi sombrero, como Pedro Navaja.

Otras sombras me rozaron. Eran otros trampositos que llegaban tarde  como yo,  y se colaban por el sórdido pasadizo.

Llegue a mi cubículo agotada. Como me hubiese evadido de una cárcel de máxima seguridad.

Mi estado energético era tan lúgubre, como el callejón que acababa de transitar.

Será la última vez en mi vida que use la “puertica”.

Es una máxima en mi vida: Yo prefiero no hacer trampa.

Me gusta entrar a mi lugar de trabajo por la puerta de entrada.

Grande, cristalina e iluminada.

Aunque a veces llegue tarde y me claven miradas inquisidoras.

Mi estado energético es radiante cuando entro por la puerta principal.

Como una reina,  muevo mis caderas musicales,  y camino altiva hacia mi escritorio, regalando  sonrisas y “good morning’s” que nadie contesta.

Un café y lista para comerme el día.

La puerta grande revigoriza. La trampa acaba.

A mi alrededor veo pasar a algunas almas de “puertica”.

Se les nota a leguas.

Aunque sea una trampita inocente, eso de la “puertica’, sirve de buena metáfora a la hora de elegir por donde entrar.

Los tramposos  son los que pasan la vida, de “puertica” en “puertica”, buscando atajos, evadiendo la luz y los impuestos, transitando por callejones oscuros y malolientes.

Yo prefiero no hacer trampa.

El que no hace trampa siempre entra triunfalmente a cualquier lugar.

La oficina,  los negocios,  el matrimonio, el hogar, la vida.

Al final  uno se encuentra transitando  en esta arquitectura de lo imposible, entre dos portales infinitos y llenos de misterio, como un dibujo de Escher.

En fin, esta reflexión laboral me hizo estar muy consciente cada vez que cruzo un umbral.

Es más trascendental de lo que uno se imagina.

Si supieran los de  “puertica” como se delatan en su mediocridad.

Si supieran los tramposos, que, como uno decía siempre de niño:

“La trampa sale”

Escher, uno de mis artistas favoritos que dibuja la arquitectura de lo imposible.

PD: cuando llego tarde salgo un poquito mas tarde