Sucedió en el club de playa al que solía ir con mis
padres cuando era niña.
Tendría yo unos
ocho años cuando llevaron a un hipnotizador, creo que lo llamaban “El Tercer
Ojo”.
El cine se
llenó de gente, claro a los niños no nos dejaban entrar, pero yo presencié todo
por un huequito.
No entendí nada
de lo que dijo el hipnotizador, pero recuerdo con claridad que, al terminar de
hablar, llamó al escenario a los que habían quedado “hechizados’ por decirlo de
una manera.
Recuerdo que
les daba órdenes, que ellos obedecían. Hace frío, y todos tiritaban. Hace
calor, y se quitaban la ropa. Hay ratones, y se subían a las sillas y hacían
como si los espantaran como una escoba.
Por definición
la hipnosis, ese estado alterado de la mente, también llamado trance, es una
condición humana que implica una atención enfocada y una capacidad mejorada de
responder a la sugestión. Hoy en día se utiliza con fines terapéuticos.
Nunca en la
vida lo he considerado, pero me interesó esa forma de comunicación por medio de
la palabra para lograr sensaciones de seguridad, de consideración, de cuidado,
de deleite.
Como he estado
un poco preocupada los últimos días, debido a esos “obstáculos en la vida
que son la vida”, decidí comenzar una sesión de hipnosis.
Me dejé llevar
por las palabras lentas, cadenciosas, intensas.
En pocos
segundos caí en trance.
El hipnotizador comenzó a darme comandos,
igual que en mi recuerdo de infancia.
- No existe el
tiempo, diviértete con él, me dijo.
- No existen las
distancias, salta a nuevos continentes, continuó.
- Hay puentes
entre el cielo y la tierra, crúzalos cuando quieras.
- Desafía la
historia, las lenguas ancestrales, los abismos.
Cada orden me transportaba a un recuerdo, a un
deseo, a una caricia, a un amor, a un beso.
Mi hipnotizador, que por cierto se llama
Coleridge, chasqueó los dedos y terminó con estas palabras:
“El barco se ha quedado de repente en una
calma.”
Igual que yo.
Salí de mi trance y cerré mi libro de poemas,
mi tercer ojo: Poetas Románticos Ingleses.
Hola Natalia.
ResponderBorrarQue tiene la lectura que nos teletransporta...
Un abrazote