domingo, 28 de abril de 2013

GALLETAS DE CAMBUR


Mi mama me enseñó una máxima de la cocina: Nada se bota todo se recicla.

Es uno de las pocos consejos culinarios que conservo de  mi mama, aparte del ponqué, la natilla y el quesillo (que aprendí por imitación), pues sus recetas eran muy vagas, algo  así como:

 Hallacas (el plato más elaborado de la gastronomía venezolana) mi mama lo resumía en: Haga un guiso. (¿?) o Pasticho (lasagna): Haga un guiso y una Bechamel (¿?)

Pero eso de no botar comida sí que lo aprendí y lo practico. Del reciclaje salen las mejores sopas del mundo.

Pero, hoy, creo que voy a hacer una excepción.

Mi hija, en su onda  de “fitness” y nutrición, decidió hacer unas galletitas de cambur.

Esta mañana nos las ofreció amablemente a mi esposo y a mí, y nosotros, que realmente comemos hasta piedras, declinamos gentilmente la oferta.

Le pregunté sólo por curiosidad que cual era la receta de las galletitas y me dijo que: cambur, avena, linaza, “Stevia” y polvo de cacao, y agregó  que eran muy sanas y satisfacían el apetito. (o el “apepito” , me hizo recordar  como decía su hermano Santiago cuando chiquito)

El resultado de las galletitas: algo horrendo en cuanto a color, presencia y textura.  Tan horribles, que ameritaron una foto.

Allí quedaron, languideciendo en la cocina, hasta que,  decidí darles el beneficio de la duda, por aquello del fitness y la buena nutrición.

Debo decir que el sabor  no defraudó para nada el aspecto.
Sencillamente blandas y nauseabundas. Horrendas.

Hace poco leí, y me pareció la mejor licencia del mundo para comer de todo y bien, que la buena mesa no engorda, y que una buena comida debe tener el mismo efecto de bienestar que ir a un concierto o pasar unas horas en un museo, actividades que llenan sin engordar.

No necesito de la linaza, ni la Stevia, ni la avena, realmente.

Pero en mi afán de no botar nada, decidí ofrecerle una galletita asquerosita a Sancho a manera de “treat”.

Sancho la miró con recelo, y creo que con los ojos me dijo como Santiago cuando pequeño: No gracias, no tengo “apepito”.

Pero como perro al fin, le echó el diente y se la comió.  

Se las devoró todas.

Espero que Sancho amanezca  bien, gracias a él honré la memoria de mi mama y las galletitas no terminaron en la basura.

3 comentarios:

  1. A fuer de ser sincera, yo tampoco me las hubiera comido. Un abrazo saltarín

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    1. Y con toda razón Ester! Mi hija dice que exagero jajaja
      Un abrazote

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  2. Jajaja divertida entrada, me alegro de que pudiste aprovecharlo. Mi madre es como la tuya, lo suyo roza lo obsesivo...

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