Les dejo este que escribi hace mil años, creo que a principio de los 90.
Se desarrolla en un caserio (inventado) cerca de Choroni, Edo, Aragua, Venezuela.Por cierto, en aquel entonces, no sabia que en este lugar nos casariamos mi esposo y yo, algun tiempo despues.
PAPELITOS HUMEDOS
Choroni, Edo Aragua, Venezuela |
Dos barquichuelas ancladas en
la orilla de la playa, el “ Carite” y el “Virgen del Mar”, significaban toda la
economía del pueblo. Sólo una vez al mes se aparecía, luego de atravesar la
montaña en mula, el Señor Rosendo con su cargamento de víveres, azúcar, arroz y
papelón, y con alguna que otra noticia de los pueblos de los alrededores.
Cierto día, algunos años atrás,
Polito, negrito como el azabache, ojos de para-para y sonrisa blanca y azucarada,
desenvolviendo una panela de papelón, había encontrado un papel que tenía la
imagen de un hombre gordo y sonrosado, vestido todo de rojo. Tenía una gran
barba blanca y sobre su cabeza una gorra roja también. Iba sentado en algo que
parecía una carreta, pero sin ruedas, tirada por una especie de perros que
Polito nunca había visto en su vida. Además llevaba una gran bolsa rebosante de
hermosas cajas de regalos. Polito, lleno de curiosidad, le había preguntado en
esa oportunidad al Señor Rosendo, que quién era el hombre gordo vestido de
rojo.
-
Es San Nicolás – le había respondido – en la Navidad le
lleva regalos a todos los niños del mundo.
-
-¿De todo el mundo? – le había preguntado Polito- La
verdad es que yo nunca lo he visto por aquí.
-
Dicen que hay que escribirle una carta al Polo Norte –
le había contestado el Señor Rosendo.
-
¿Polo Norte? – se había vuelto a preguntar Polito –
Seguro que eso queda más allá de Choroní, con razón nunca ha venido, esos
perros que llevan su carreta seguro que no saben nadar y seguro que no conoce
el camino de la montaña.
Desde aquella ocasión, Polito
había conservado la imagen del hombre gordo vestido de rojo. Todas las
Navidades, desde entonces, Polito le escribía una carta y había ingeniado una
manera de mandarlas.
Su correspondencia, al parecer, nunca había llegado, pues
sus alpargaticas viejas siempre amanecían vacías todas las mañanas de Navidad.
La Nochebuena ya estaba próxima.
Polito, en el patio de su casa, trabajaba con empeño en la elaboración de su
carta. Como siempre, tomó un papel marrón, de los que usaba el Señor Remigio,
el de la bodega, para envolver los comestibles , y con un trozo afilado de
carbón escribió minuciosamente:
Zeñor
San Nicolaz,
qiero
que vengaz a Las Esmeraldas i me traigaz un papagallo i unos sapatos nuevos,
Polito
Polito dobló el papelito
cuidadosamente, como si se tratara de un importante documento, lo metió en una
botella marrón, la tapó con la misma chapita y la selló con esperma de una
vela.
-
Esta vez sí llegará, estoy seguro – pensó.
Entonces corrió a la playa y
tomando un gran impulso la echó al mar,
-
Sí, estoy seguro, esta vez sí llegará.
Con el corazón hinchado de
ilusiones volvió a su casa a esperar la Navidad.
Al fin llegó el tan ansiado día, el ambiente era festivo
en el humilde caserío. Guirnaldas de todos los colores adornaban la plaza. En
el aire flotaban los olores del dulce de lechosa y de la conserva de coco con
papelón. Durante la noche, después de la misa, se formaba una gran parranda en
la plaza, con cuatro, maracas, tambores y se cantaban aguinaldos hasta el
amanecer.
Aquella
noche, Polito se acostó después de la Misa de Gallo, colocó con cuidado sus
alpargatas al lado de su catrecito y se dejó llevar por el sueño.
***
El primer
resplandor de la Navidad se derramó sobre los ojos de Polito.
- Ya amaneció – pensó y dando un salto se asomó a ver sus alpargatas que, con su hueco en la punta se vieron más sucias y vacías que nunca.
-
Aún es temprano – pensó Polito sin perder las
esperanzas – seguramente se retrasó.
Polito se levantó y se sentó en
la plaza a esperar al anciano gordo vestido de rojo. Miraba hacia el mar a ver
si veía algún barco desconocido y hacia la montaña. Polito no sabía como
llegaría.
El tiempo
transcurría pesado. Polito, sentado en el suelo, entre los restos de guirnaldas
y latas de cerveza, esperaba con paciencia.
-
Seguramente un pez grande se tragó la botella, o tal
vez se quedó atrapada en las redes de un pescador – eran las excusas que
siempre se daba Polito.
Fue entonces cuando, un extraño tintineo hizo vibrar el
silencio. Los pasos de una o dos bestias se escucharon a lo lejos.
-
Ha de ser el Señor Rosendo – pensó Polito
-
Vamos Matilda…Rumualda… que nos va a agarrar la noche…-
se escuchaba.
Entonces hizo su aparición por la única calle del pueblo
un señor gordo y viejo, cabalgando una burra mal comida y de gastados cascos,
junto a otra burra cargada con un saco de yute. Llevaban campanitas alrededor
del cuello.
El anciano se abanicaba de vez en cuando con su sombrero de
cogollo. Calzaba alpargatas negras y llevaba unas elásticas sobre la franela
blanca que apenas cubría una esplendorosa barriga. De vez en cuando sacaba una
botellita del cinto y se daba un largo trago de aguardiente.
Polito,
sorprendido ante aquel forastero, lo observaba silencioso. El hombre gordo bajó
de la burra, la cual pareció suspirar, aliviada.
-
A ver… a ver… - y se colocó unos espejuelos sobre la
nariz. Sacó entonces , de una cartera, un trozo de papel marrón que parecía
algo húmedo.
-
Veamos… papagallo y zapatos nuevos… - comenzó a
murmurar mientras hurgaba en el rústico saco que llevaba Rumualda sobre su lomo
– a ver… Po…po..pollito…no…Polete…no…Polito…¿A ver niño, quién es Polito? –
dijo.
-
Soy yo – dijo el niño, confundido.
- Ajá… esto es para tí… - dijo
el viejo.
La cara de Polito resplandeció al ver un par de zapatos
relucientes y un hermoso papagallo rojo.
-
¿Acaso conoces tú a San Nicolás? ¿Él mandó contigo los
regalos? – preguntó Polito.
-
Sí… a ver…sí hijo…hace mucho calor aquí,,, - dijo sin
escucharlo, mientras continuaba sacando papelitos húmedos de su cartera.
-
A ver…- continuaba leyendo – Bate…guante…sí Polito.
Sí…esto es para ti también.
Polito no podía creer lo que sucedía.
-
¡Dios mío, cómo hay de correspondencia atrasada!… A ver
trompo… patineta… Dios mío…ésto tambiés es tuyo. ¡ Hay que hacer algo con el
correo!
Y así continuó leyendo papeles y papelitos húmedos y
sacando toda clase de regalos para Polito.
-
Dime Señor ¿quién eres tú? ¿ Vienes de Cata o de
Choroní? – le preguntó el niño.
-
Sí… a ver.. hace un bonito día hoy…- respondió el
viejo, distraido.
Entonces, el hombre gordo se montó en su burra y emprendió el camino de regreso. Polito calzó sus zapatos nuevos y echó a volar su papagallo.
-
Vamos Matilda…Rumualda…que aún nos queda mucho camino
que andar…- se escuchaba desde la montaña.
Y el sonido de las campanitas se fue extinguiendo, hasta
la próxima Navidad.
Y este senor lo compre hoy porque me recordo a mi San Nicolas Rustico ( perdi los acentos) |
Bonito y enternecedor relato que traes hoy de tus recuerdos para reflejarlo en estas fechas con esa figura entrañable de San Nicolás.
ResponderBorrarUn abrazo y feliz fin de semana.
Gracias otra vez Rafael! Son relatos sacados del baul de los recuerdos en estas emotivas fechas! Un abrazote
ResponderBorrarHola Natalia L. Otra historia tierna ¡Me vas a reblandecer! Jajajaja Bonito cuento de navidad, ojalá los niños más desfavorecidos pudieran vivir algo así. Un abrazote cargado de buenos deseos.
ResponderBorrarCreo que voy a publicar tres en vez de cinco, creo que estoy empalagando demasiado jajja. Era mi epoca tierna jajajaj
BorrarUn abrazote
A mi no me empalagan tus historias... La ternura es un valor a cultivar :)
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