lunes, 14 de octubre de 2024

LA MULTA

 


El temido sobre llegó.

Policía de Calgary: Usted ha sido multada por exceso de velocidad.

Supuestamente iba a 80 kph en una zona en construcción donde había que ir a 60 kph.

Me declaro culpable y es que en el verano/otoño, la ciudad entera se convierte en un área de desastre. Como dicen algunos, aquí en Calgary solo hay dos estaciones: Invierno y Construcción. No me quejo porque son mis impuestos trabajando para mí.

Pero hay que estar muy atento porque en mis rutas cotidianas a cada rato hay cartelones que dicen REDUCE SPEED es decir reduzca la velocidad y yo que de por sí soy despistada, pues me distraigo.

El hecho es que ahora, después de este atentado a mi bolsillo, voy a 10, como quien dice, y no me importa si se me pegan, si me pasan picando cauchos, o si me hacen la señal de costumbre.

Y si cuento esta historia tan poco interesante es porque ahora cada vez que veo esos grandes carteles, a veces luminosos que ordenan que uno reduzca la velocidad, me acuerdo de aquella historia que contaba mi padre, quien una vez manejando por el interior del país se topó con un cartel que decía REDUZCA 60 Km. Él responsablemente obedecía y bajaba la velocidad.

Un poco más allá:

REDUZCA 30 Km.

Y al rato:

REDUZCA 10 Km.

Ya casi sin pisar el acelerador, insólitamente, REDUZCA 5 Km.

Hasta que finalmente un gran y alegre cartel decía:

“BIENVENIDOS A REDUZCA”

Al menos el recuerdo de ese chiste que solía contar mi padre me produjo una sonrisa.

Lo que no resultó nada gracioso fueron los $239 “por el pecho” de la multa que procedí a pagar sin rechistar.

De ahora en adelante, mi lema es REDUZCA y al que me salude con la señal de costumbre, se la respondo.

martes, 8 de octubre de 2024

La Brújula

 


La mía la tengo perdida desde hace tiempo.

Nave al garete, esa soy.

Pero la brújula salió a colación porque vino como parte de un “equipo de aventuras” que le regalé a mis nietos.

Un morral que contenía una red para atrapar mariposas, una lupa, una pinza para agarrar insectos y una brújula.

Por supuesto la pregunta no se hizo esperar.

-      ¿Y qué es esto? – preguntaron los niños al unísono.

-      Una brújula – les dije – sirve para no perderse cuando uno va de excursión.

Creo que mi respuesta no les satisfizo y a mí tampoco, así que acto seguido, fui a investigar sus orígenes y mecanismo.

Mi investigación resultó bastante edificante.

La palabra brújula viene del italiano bussola (cajita). Es una caja en cuyo interior una aguja imantada gira sobre un eje y señala el Norte magnético.

Este instrumento fue inventado por los chinos en el siglo I, y luego llevado a Europa por los árabes en el siglo XII. Se le atribuye a Flavio Gioia (1250-1300) inventor y navegante italiano su perfeccionamiento, lo cual marcó una nueva era en la historia de la navegación.

En fin, datos curiosos.

Retomé la conversación con mis nietos para explicarles todo lo que había aprendido, pero claro, ya estaban en otra cosa.

Yo me quedé maravillada, mirando la agujita de la brújula del “Adventure kit” la cual se movía vacilante hasta encontrar con toda determinación el Norte. Lo tomé como una metáfora de vida.

En eso mis nietos, cambiando el tema exclamaron:

-      Nana, vamos a poner la decoración de Halloween.

Ya en octubre todo es Halloween, así que accedí y procedí a sacar mi decoración: una escoba que coloco cada año en el umbral de mi puerta y que indica que la bruja está en casa. Bueno y las telarañas que me acompañan todo el año.

Y aquí fue cuando me iluminé y saqué de mi memoria reptil:

-      ¿Quieren saber de verdad lo que es una “brújula”?

-      ¡Sí! – gritaron emocionados.

-      Una “viéjula montada en una escóbula”- dije.

Me miraron con escepticismo. Ya después les explicaré.

Yo me reí.

miércoles, 2 de octubre de 2024

LA PICADURA

 


A veces es elusiva y mientras más me afano en encontrarla, más se me escurre.

Me ronda, se acerca, se espanta y se va.

Sí, es la inspiración.

Como cada semana, la busco incansablemente, cuando voy de paseo, en el automercado, mirando por la ventana, la de mi casa y la de las almas de las personas que me encuentro en la calle.

A veces llega con una frase leída hace poco (“Mi soledad sin descanso” García Lorca), o quizás con alguna cita vieja.

El hecho es que esta semana, me pareció que mi inspiración estaba más escurridiza que nunca, así que, respiré hondo y me eché a caminar.

Esta vez me cuidé de no usar perfume y ponerme camisa manga larga, pues las avispas están alborotadas esta temporada, quizá por las temperaturas inusualmente altas para esta época del año y una picadura de avispa puede resultar, sino mortal, al menos dolorosa.

No era por falta de maravillas que nada me conmovía pues en el camino se me cruzaron un faisán y dos pelícanos, sumados a la belleza del otoño, ese que pinta de oro el paisaje.

Pero ya mi repertorio en ese sentido creo está agotado.

Así que decidí internarme por una senda diferente.

Y ahí fue cuando sucedió.

Un enjambre de avispas me rodeó.

Eran gordas y vestían traje a rayas. Se diferencian de las abejas porque estas últimas son más amarillas, más gorditas y peludas, por lo de la polinización.

Estas avispas eran agresivas.

Las intenté espantar con las manos, con mi sombrero.

Corrí desesperada. Pero ya era tarde.

Sentí la picadura punzante, como un clavo ardiente, en toda mi cara.

Un calor intenso recorrió mi piel, pude sentir la potencia del veneno recorriendo furiosamente mi cuerpo.

Tiendo a ser muy alérgica, así que corrí a mi casa.

 Al llegar, revisé mi cara, mis brazos, a ver si veía señales de la picadura, pero nada.

Me serví un vaso de agua y corrí a mi computadora con una urgencia.

La de escribir estas líneas.

La picadura de la inspiración también puede ser letal.

Puede matar de deseo, de belleza o de dolor, da igual.