sábado, 6 de marzo de 2021

LAS ZAPATILLAS ROJAS



Nunca hay que subestimar la vida terrenal y sus cotidianidades; las historias encubiertas habitan hasta en unos zapatos viejos.

Hace poco contraté un servicio profesional para lavar mis alfombras, escaleras, pasillo y cuartos. 

Las alfombras quedaron prístinas. No hay otro adjetivo para describirlas.

Tanto que no quiero pisarlas. Quisiera flotar sobre ellas.

Pero como eso no es posible, pues ahora, en la noche, cuando subo a retirarme a “mis habitaciones particulares” como solía decir mi mamá, me desprendo de mis “zapatillas rojas” y las dejo ahí, a un ladito de la escalera.

Esta imagen en sí misma, ya contaría una historia.

Y eso que mis “zapatillas rojas” no son siquiera cercanas a aquellas mágicas, del cuento de Hans Christian Anderson,("De røde Skoe")  que tuve que releer antes de escribir este post.   

Mis zapatillas rojas son unos mocasines, roñosos, gastados y divinos, que utilizo ahora más que nunca, por la pandemia, para estar en la casa.

Pero, confrontada con lo que antes se conocía como alfombras, ahora nubes, sólo mis pies descalzos, y eso porque no tengo más remedio, están autorizados para perturbar esa suave blancura.

Y aquí justamente comienza esta historia, la sensación de desprenderme cada noche, de mis zapatillas rojas, cansadas, gastadas, pesadas de realidad y dejarlas allí, como quien deja un lastre, para irme a dormir.

Todo el peso de lo terrenal queda, en su física y metafórica gravedad, al pie de la escalera. 

Y así, al terminar cada día, subo, efímera, leve, ingrávida, ligera, sobre la escalera de nubes que se curva, como atravesando otra dimensión al mundo de los sueños, las galaxias y estrellas.

Y llego a un lugar cálido y sedoso del cual estoy muy agradecida; el descanso, la paz, mi camita, una especie de bolsillo cósmico, donde siento la mano invisible de todos mis afectos arropándome. 

A veces me visitan en sueños.

Y bueno, después de Netflix, oraciones, agradecimientos, me duermo…

Sólo para comenzar otro día feliz y volver a mis zapatillas rojas. 

En el cuento de Hans Christian Anderson, las zapatillas rojas hacen que quien las lleve no pare de bailar.

Yo bailo, con mis zapatillas rojas o descalza.

Bailar, bailar, soñar acaso….


PD: En abril 17 de este año, llegaré a la venerable edad de 60 años. Me compraré unos zapatos rojos nuevos.  Por ahora, estoy haciendo un playlist de bailables, porque pienso bailar todo el día, sola o por zoom. Si alguien quiere agregar alguna canción bailable a mi lista, bienvenida, será una especial manera de acompañarme.

las de verdad jaja



4 comentarios:

  1. Hola Natalia.
    Yo no pude evitar pensar en los "chapines de rubíes" de la entrañable El mago de Oz. Que redescubrí (de nuevo) cuando mis hijos eran pequeños. Yo también tengo mi particular vestimenta de pandemia jajaja, pero esas prendas desgastadas son con las que uno más cómodo está en casa. O tal vez las cómodas se usan hasta la extenuación...
    No sé si será tu estilo, yo soy muy de David Bowie, y hay uno de sus temas que me tiene hipnotizado, es sonar y me pongo a bailar jajaja Se trata de "Modern Love"
    Un fuerte abrazote!!

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  2. Hola Roland.
    Gracias por tu comentario y por supuesto buscaré "Modern Love" y la incluiré en mi playlist en tu honor.
    Otro fuerte abrazote

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  3. Bailar y soñar siempre debe estar en nuestro pensamiento como algo a conseguir...
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Gracias por tu siempre amable presencia en este espacio apreciado Rafael!
      Abrazo grande!

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