LA MUÑECA BRU
Dedicado a mi amigo Reynaldo
que hoy,
despues de tanto tiempo, me recordó este cuento.
Mi hermana Ileana colecciona
muñecas. Las tiene grandes, pequeñas, medianas, chinas, suecas, holandesas.
Poco a poco han invadido su casa. Por doquier hay vitrinas de cristal, desde
donde, cantidades de ojitos vidriosos atraviesan el espacio con sus miradas
fijas. Un soldado inglés monta guardia permanente, la Sevillana repica unas
castañuelas mudas, una dama francesa luce, con rígida coquetería, un sombrero
de la Belle Epoque, la ancianita de Brujas, teje encajes que nunca acabará.
Parece un mundo estático, como si hubiesen detenido el tiempo trás los
cristales.
De toda la colección de mi hermana,
hay una muñeca antigua que es la más bella, la más valiosa: La Muñeca Bru. Ella
ocupa el sitial de honor, expuesta en alto en una vitrina del comedor.
Cierta noche mientras cenábamos,
quedé de frente a La Bru. Una cierta incomodidad, como la que se siente cuando
se tiene la certeza de que alguien nos observa, comenzó a invadirme. Levanté la
mirada y encontré los ojos de hielo de la muñeca. A nadie le extrañó mi torpeza
al derramar el agua. Todos rieron trás este pequeño incidente. Volví a encarar
a la muñeca, una expresión gélida
traspasaba su aparente dulzura, los ojos azules despedían una mirada metálica, cortante,
siniestra. Traté de concentrarme en la cena.
-Es
sólo una muñeca - pensé. De un codazo tumbé una bandeja plateada.
Volvieron
a reir, esta vez con una breve reprimenda.
-Cada
día estás más torpe - dijo mi hermana.
No
pude contenerme y volví a mirar a la muñeca, me pareció que había algo o
alguien prisionero en aquel cuerpo de porcelana.
-Imposible-
me dije-las muñecas son sólo eso, muñecas.
El bocado que tenía pinchado en el
tenedor cayó sobre mi blusa. Me paré para limpiarme con la servilleta, los
demás comensales hicieron lo mismo. En medio de la confusión, tropecé una
botella de vino tinto. Una gran mancha de un color rojo intenso comenzó a
adueñarse del mantel. Miré de nuevo a La Bru, los ojos de hielo estaban llenos
de una ira suplicante. Mi hermana corrió a la cocina a buscar un trapo, mi
esposo y mi cuñado la acompañaron. Quedé a solas con la muñeca. Mi cuerpo se
empapó de miedo, igual que el mantel de vino; me ahogué en el color celeste,
helado y tenso de aquellos ojos que querían estallar. Me acerqué a la vitrina y
la abrí, un olor a aliento húmedo, a madera putrefacta, dio sobre mi cara, como
si hubiese abierto una cripta cerrada
por años. Mi mano se acercó a su rostro. Sólo alcancé a rozarlo con la
punta de mi dedo. No sé si fue ese leve contacto, el aire o el alud de tiempo
que pareció desplomarse sobre la muñeca, pero la porcelana tomó otra textura,
porosa, como si fuese de harina. La nariz, los labios comenzaron a
desdibujarse. Luego, la cabeza completa se resquebrajó y cayó convertida en
polvo. El vestido de encaje almidonado se agrietó hasta desintegrarse. Las
manos, el cuerpo, se desvanecieron de igual forma. Me pareció que los siglos se
habían precipitado en un segundo, como si una tensión muy grande y reprimida
por años, se hubiese liberado. Sólo quedaron unos bucles dorados de cabello
humano y dos esferas azules y transparentes. Las miré hipnotizada; el miedo se
convirtió en una sensación de alivio, una liberación total, una extraña
placidez emanaba de aquellas dos esferas de vidrio.
Caí sentada sobre una de las sillas
del comedor. Mi hermana llegó con un trapo para limpiar la mancha de vino tinto que se había adueñado del mantel. De
pronto se fijó en la expresión perpleja de mi rostro. Volvió la mirada hacia la
vitrina donde estaban los restos de la invalorable muñeca Bru. Mi hermana lloró, llegaron los otros, nadie
comprendía lo que había ocurrido. Tampoco yo. Se me ocurría una sola
explicación: eran demasiados años sonriendo.
PD: Este cuento lo escribí en los 90, en
en un taller literario que hice con Oswaldo Trejo, Premio Nacional de
Literatura de Venezuela 1988, en el CELARG (Centro de Estudios Latinoamericanos Romulo gallegos) No se si exista todavia, en mi pais en ruinas. Oswaldo Trejo era muy exigente, y muy surrealista, nunca creí que le gustara nada lo que yo, una joven madre y ama de casa, escribia; pero recuerdo que este cuento, algo le movió. Sorpresivamente, le gustó.
Hoy mi amigo Reynaldo lo sacó del baúl y por eso lo comparto. ( y me viene bien porque estoy magic-less ultimamente) Sonreír demasiado es mucho, hasta para una muñeca.
ResponderBorrarEl cuento es inquietante, jugaste bien con la muñeca. Y en tu postdata hay una amenaza: “Sonreír demasiado es mucho, hasta para una muñeca”
En mi PD las gracias a tu amigo que te recordó este cuento y a ti por rescatarlo. Saltos y brincos
Gracias Ester, gracias, en verdad la muneca es bastante inquietante, y siempre me habia dado un poquito de miedo. Gracias por leer mi historia antigua,
BorrarUn abrazote
Produce escalofríos la historia, Natali. Este es un relato que pone a prueba la imaginación del lectorlector. Tal vez, la muñeca Bru necesitaba ese contacto humano para, por fin, descansar en paz. Es mi lectura personal, puede haber muchas.
ResponderBorrarEstoy de acuerdo con tu amigo Reynaldo. Es un relato que llega.
Mi felicitación
Un cálido abrazo
Fina
Hola Fina, tu interpretacion personal es muy interesante, le da otra dimension a mi cuento. Siempre con tus comentarios inteligentes, querida companera de blog y de batalla. Un abrazote
BorrarImpresionante Natalia L. ^^ El relato tiene una atmósfera que se puede cortar con un cuchillo. Lo inquietante y lo humano juntos. Genial texto. Un abrazote :)
ResponderBorrarHola Roland, que bueno que te gusto. En esa epoca era escribia cosas como que mas intensas jajaj, hoy en dia me he vuelto mas blandita jaja
BorrarUn abrazote y gracias por tu siempre encantadora presencia en mi blog
Bonita vivencia perfectamente reflejada en el relato que nos dejas.
ResponderBorrarUn abrazo y feliz jueves.
Hola Rafael, bueno un poco siniestra la muneca jaja Gracias por dejarme tu comentario siempre muy apreciado.
BorrarUn abrazote
Natalia, llego a tu blog a través de Paradoxia. Vi Caracas y pensé, ¡tengo que visitar! Veo que hiciste un taller en el Celarg y me dije, ¡tengo que contarle! También yo hice un taller, con Angel Gustavo Infante, por allá en el 2000 :)
ResponderBorrarTu cuento es inquietante porque las muñecas siempre han tenido esa energía rara, pseudohumana. Al no tener alma, nos encontramos ante la enorme responsabilidad de darles una, casi siempre reflejo de la nuestra. Fabuloso el final.
Un placer encontrar tu blog. Saludos!
Hola Taty! Gracias por visitarme y gracias a Beatriz, mi talentosa amiga de Paradoxia. El taller del CELARG fue muy importante para mi. sacamos una Antologia de cuentos ' Voces Nuevas" donde publicamos algunos de los cuentos. Angel Gustavo Infante, tambien un autor importante, lo voy a reller.
BorrarTu comentario me parece muy interesante. Cuando escribi el cuento, no pense en todas esas otras implicaciones psicologicas de las munecas, pseudohumanas, como dices. No se, como que tener munecas es como un deseo oculto de controlar, sera? No lo se, soy mala para el analisis y la verdad, era bien joven cuando escribi este cuento, solo se que me inquietaba mucho esa muneca ( por cierto es ficcion, la muneca sigue alli, en su vitrina, sonriendo)
Un abrazo y bienvenida!!!
Grata entrada en todos los aspectos Leo, me has traído a los recuerdos de mis pininos literarios allá en México y de mis asesores, puede que un día comparta algo de aquel entonces. La exigencia de un asesor a veces dan buenos resultados, como en este caso, el relato está bien logrado. Otra razón para alegrarme es enterarme que paradoxia es un puente de encuentro, taty también es de Venezuela y me alegra que se encontraran. Justo hace unos días estaba pensando en el placer que siento, que mis amigos y familiares de amigos se lleguen a conocer entre sí, raro ¿no?
ResponderBorrarDeberías escribir más cuentos Leo, como dijera un asesor literario que tuve, te salen buenas ideas!
Abrazos muchos.
Hola Bea, si que lindo contacto a traves de Paradoxia! Gracias, son los puentes ciberneticos. Que bueno que te gusto mi relato. Solia escribir muchos cuentos de ficcion, muy influenciada en quella epoca por Borgez, Cortazar, Poe, claro, guardando las distancias jajaja. Estoy leyendo muchos cuento ultimamente, gracias a un link de los mejores cuentos de la literatura universal. Ojala pudiera retomar el genero, pues con el cuento uno tiene que pulir, ser muy elocuente, eficiente y lograr el efecto. Con el blog, por su caracteristica de ser impulsiva, en mi caso, pues no pulo mucho el estilo y me concentro en el sentimiento del momento, lo cual a veces es un mal habito. En fin, esta respuesta ya parece un cuento jajaja
BorrarUn abrazote
Quise decir Borges con s .
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