jueves, 15 de noviembre de 2012

LA ALCACHOFA


Anoche,  haciendo gala de la cualidad multifacética de las madres, sostenía yo, dos conversaciones en paralelo.  

Una de ellas era sobre la alcachofa.

Y  es que mi hija, la Nene, decidió, después de muchos años, confrontar un pequeño trauma de su infancia.  

La otra charla era por teléfono, con mi hijo, Santiago, sobre asuntos  intensos de la vida y sus misterios.

Así son ellos, el ángel y el dragón, mi equilibrio perfecto.

Y es que cuando mi hija tenía como, siete o diez años (ese es mi rango de precisión), la invitaron a cenar en casa de una familia muy elegante, de esas de mesonero con guantes.

Para su total desconcierto, le presentaron un monstruo puntiagudo y verde sobre el plato, que ella no tenía idea de cómo se llamaba, y mucho menos cómo se comía. (falla crasa en la educación gastronómica que yo le proporcionaba entonces, que consistía en carne, arroz y plátanos)

Pues la pobre se metió una hoja entera en la boca, la masticó, hasta que se dio cuenta de que aquello no se podía tragar y entonces, ( y aquí si me adjudico los créditos por su buena educación), sin decir nada, sin escupir ni poner cara de asco, se metió la hoja rumiada en el cachete  y siguió cenando como si nada.

La dueña de casa se percató de que algo andaba mal, mandó a que le retiraran la alcachofa y le trajeron unos huevos fritos  (de lo sublime a lo profano)

Mi hija se devoró los huevos fritos, con la alcachofa escondida en el cachete, sonriendo cortésmente. Siempre he dicho que la educación es carta de presentación.
Mis hijos son la mía.

Cuando la fui a buscar y me contó lo acontecido me estuve riendo todo el trayecto y hasta el sol de hoy.  Probablemente un psicólogo me hubiera dicho que eso de reírse de la mala fortuna de un niño es maltrato infantil, pero ni modo, no puedo evitarlo.

El hecho es que tengo varios días viendo unas soberbias alcachofas, que yo no compré, en la nevera: las quita trauma.

Mientras estaba yo sumergida en mi conversación meaningful con Santiago, de esas que me hacen sentir que ejerzo mi labor de madre y que a él le producen sueño,  la Nene me iba preguntando la receta de la alcachofa ( la verdad no tengo idea de cuantos minutos necesita una alcachofa, que falta de glamour, pero al ojo la fui guiando… como en la vida... ni modo)

Del otro lado del receptor yo escuchaba los acompasados  aja...aja...aja…aja... de mi hijo, mientras, en mi monólogo, yo le explicaba apasionadamente como resolver la vida, de acuerdo a mi vastísima experiencia.
Por otra parte, en este extremo del receptor...mamaaaaa, mamaaaa… cómo se come el corazón de la alcachofa?

Y, bueno, ante la crisis (una de sueño y otra de desesperación) terminé mi conversación con mi hijo, a quien ya notaba un poco impaciente y me concentré en la alcachofa.

Para  llegar al corazón, aparta la parte áspera y llena de espinas que tiene por encima,  entonces te vas a encontrar una capa tierna, muy delicada y suave. Esa es la verdadera delicia, ponle la salsita y disfruta de un bocado para los Dioses.

Me quedé estupefacta por un instante.

Eran las mismas palabras que le estaba predicando a mi hijo apenas unos minutos atrás.

Concluí: que buena enseñanza, la de la alcachofa.

13 comentarios:

  1. Hola Leonor!!
    Soy seguidora de la calle del eco, una fan pues!! Me encanta como escribes y siempre término de leer con una sonrisa!!
    Aunque nunca te escribo nada, por acá tienes una lectora fiel!!

    Un abrazo
    Iris

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    1. Gracias Iris! Me encanta saberlo!
      Por cierto cuando vengan al cine y a comer pizza por estos lados, avisame!
      Besote

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  2. Un crucigrama que no se deja resolver hoy, mañana se termina casi solo.
    La vida, la que vivimos es como la dejamos ser.
    Saltos y brincos de esperanza

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    1. Mas de acuerdo imposible Ester.
      Gracias otra vez por tus piruetas
      Besote

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  3. Me hizo sonreír este diálogo con el ángel y el dragón, (como tú dices), teniendo de fondo el teléfono y la alcachofa, que forman parte íntima de tu vida familiar.
    Un abrazo y feliz fin de semana.

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    1. Gracias otra vez, Rafael
      Pendiente de ponerme al dia con sus poemas!
      Besote

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  4. Pues sí, lo que pasa es que hay que pelar mucho pra encontrar lo blandito y a veces uno desiste antes de llegar al premio.
    ¡odio las alcachofas jajajjaj!creo que es de las pocas cosas que no me gustan.
    Besos de gofio.

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    1. Hola Gloria!
      A mi me encantan si me las dan ya peladitas jajaja, sino como que es mucho trabajo.
      Gracias por tu visita y tus gofios, esos si me encantan!

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  5. Esas experiencias con los hijos he descubierto que nos enseñan lo que es necesario saber en determinado momento, y es así de sorprendente llegar al corazón humano Leo.

    Ameno y con sabiduría, te felicito.

    Saludos y que tengas un domingo bonito

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  6. Siempre que como alcachofas recuerdo este cuento de la Nene!! jajajaja

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  7. Jaja que grande... cierto, la alcachofa se puede aplicar como metáfora de muchas cosas...

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