Noviembre es un mes de desasosiego.
El frio afila su navaja, las nubes se cargan, una pesada cortina de oscuridad se cierne sobre los días, sobre mi ánimo y sobre mis ganas de cocinar.
Hoy le dije a mi esposo, arrastrando la voz, descorazonada, como si se hubieran roto todas mis musas:
- Esta noche comemos leftovers.
Y aquello sonó triste. Con razón Cervantes, en el Quijote, llama “duelos y quebrantos” a la raspadura de la olla del día anterior, o retallones, como los llamamos nosotros. (al menos así me lo dijo un profesor de literatura)
Mi esposo, al ver mi estado de desesperanza ante el prospecto de comer lo mismo que ayer (cosa que no le importa pues sabe que siempre le doy dos opciones, “take it or leave it”, chiste que leí hace poco por ahí), me respondió que si quería una hojilla oxidada para cortarme las venas.
Entonces me reí y recuperé mi inspiración.
Decidí cocinar. Cocinar en general. Cocinar es una buena manera de encontrar sosiego.
Busqué los libros de receta y por el resto de la velada me dediqué a seleccionar todos los manjares que iba preparar próximamente.
Recordé que mi hija hace poco me pidió que hiciéramos hallacas (el plato típico de la Navidad venezolana, sumamente laborioso). En Venezuela hay un dicho que dice que: la mejor hallaca la hace mi mama, y a ella le preocupaba que tendría que decirle a sus futuros hijos, que la mejor hallaca la hacía su bisabuela, es decir mi mama.
Pues bien, ¡hallacas también cocinaría! Hay que hacer lo posible por mantener las tradiciones, pues son la mejor manera de preservar gestos de amor.
En fin, llené una libreta completa con la lista de compras.
Con ese recién recuperado estado de frenesí culinario, se hizo tarde y me dio sueño.
No sé si prepararé todas esas recetas maravillosas (quisiera), pero encontré una razón para estar contenta, en esta noche helada de noviembre.
Al final, recalenté la sopa de ayer y nos comimos los “duelos y quebrantos” con alegría.
A fin de cuentas, con o sin leftovers, noviembre o no, el solo hecho de estar juntos, es nuestro cotidiano gesto de amor, nuestro espacio de sosiego."Una olla de algo mas que vaca que carnero, salpicón las mas noches, duelos y quebrantos los sabados..."
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha
Miguel de Cervantes
A mi no me gusta cocinar ni en sueños, mis hijas me regalaron una placa que está colgada en la cocina y que dice:
ResponderBorrarI serve 3 meals a day,
Frizen
Microwaved
And Takeaway.
Pienso que con el final de tu relato se vive muy bien y se está alimentado.
Saltos y brincos
Jajaja, yo no soy ninguna estrella de la cocina, a veces la pego!
BorrarBesote y gracias por la visita!
Seguro que te quedó para chuparse los dedos.
ResponderBorrarUn abrazo.
Gracias Rafael, siempre tan encantador.
BorrarUn abrazo
Cocinar es lo maximo, a mi me encanta.
ResponderBorrarPero cocinar hallacas no me gusta... Demasiado trabajo, uno termina con dolor de espalda.
Hablando en serio, conoces a alguien que venda hallacas ricas? El Oso esta muy descorazonado porque le dije que no iba a hacerlas este anno (mi mama no esta, demasiado trabajo, la espalda, etc).
Hola mc, conozco a una senora que me las hace todos los anos, son muy decentes y muy bien presentadas, claro, no tan buenas como las de mi mama, claro esta. Te mando los datos por mail.
BorrarBesote
Nosotros le llamamos simplemente "sobras" y por lo general solemos comerlas los Domingos, pero cuando tienes varones en casa, casi nunca sobra nada,jajaja.
ResponderBorrarQue bueno que hayas recuperado tu inspiración. Creo que noviembre es de inquietud para muchos que estamos lejos del nuestra tierra...se acercan los días en que las grandes familias se reúnen a compartir lo poco o lo mucho.
Estoy contigo Ele, un abrazo.
Cuanta razon tienes Beatriz, esa inquietud...
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"el solo hecho de estar juntos, es nuestro cotidiano gesto de amor" Que bonito
ResponderBorrarR40:)))) eres lo máximo!
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