sábado, 13 de octubre de 2012

EL ÚLTIMO CAFÉ


Me sucedieron cosas muy importantes en Caracas, pero creo, que la más trascendental fue el último café en mi casa de Altamira.

El hogar de mis padres, el mio, el que se muda con uno, a donde uno vaya.

Sucedió el domingo pasado, el día de las votaciones, un día que no quiero recordar y que por la misma razón estratégica, jamás  olvidaré: 7 de Octubre de 2012.

 Así funciona la memoria, se tiene cuando uno no la necesita.

Hice mi cola, voté con alegría (la tristeza vendría después, demoledora) y dejé a mi sobrina Emily en la larga fila.  

La casa de mis padres queda frente al colegio María Auxiliadora, mi centro de votación, así que crucé la calle, abrí la reja semi-automática (así la llama mi hermano, pues después de darle al control, hay que darle un empujoncito para que termine de abrir, parte del encanto) y entré a la casona vacía.

Deambulé por sus cuartos y pasillos, sabiendo que seria la última vez.  

La casa está vendida.

Recorrí  el jardín entre mangos, cambures  y riqui riquies.
Conozco de memoria cada arbusto, cada piedra, cada rincón de ese patio.

La grama esta descuidada, mi mama se enfadaría.

Entonces sonó el timbre. Una amiga, que supo que estaba allí, pasó a saludarme.

Le ofrecí un café. Fue la elegida para acompañarme en mi despedida. Imelda (Chicha) es pura belleza y bondad.

Sin titubear, entre los cacharros viejos, encontré la greca destartalada y colé  un café de verdad.

Nos sentamos en la cocina, esta vez sin canario, Pavarotti lo llamaban, porque cantaba un do de pecho cristalino y obsesivo. Eso cuando la casa era alegre.

Nos despedimos, Chicha estaba trabajando en una mesa de votación.

Me terminé el café acostada en la cama de mi mama.

Esa que arropa y cura todas las penas del mundo.

Fui a la biblioteca y saqué varios libros viejos. Los puse en una bolsa llena de alergias, telarañas, mariposas muertas y nostalgias. Azul de Amado Nervo. Mi papa lo nombraba mucho.

Hice mi correspondiente donación de sangre.  La transfusión de sangre que le hacen a uno los zancudos es parte del encanto de la casa húmeda y selvática.

Entonces, sonó el timbre otra vez.

Le abrí a mi sobrina y a la realidad.

Tomé mi bolsa llena de libros arqueológicos, escombros del pasado, de mi memoria feliz.

Salimos. Tras nosotros se cerró la reja azul, semi-automatica.
Fin.

Atrás quedó la casa solariega, la que lleva la silueta del Ávila pegada en su piel, igual que yo.

Mi casa de Altamira, mi hogar.  
El que se instala conmigo  bajo cualquier cielo en donde me toque vivir.
Adios.

11 comentarios:

  1. "...Atrás quedó tu casa solariega y entre sus paredes, en sus rincones más íntimos quedaron archivados miles de recuerdos, miles de momentos y sucesos vividos bajo su techo, miles de sueños inalcanzables que tu imaginación hizo volar, (estoy seguro de ello)...
    Y allí quedó la casa, a tu espalda, mientras tú caminabas alejándote y secando una lágrima que había brotado en tu alma..."
    Un abrazo y feliz domingo Natalia.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Rafael, un poema su comentario. me parece que usted no puede evitar hablar en verso.
      Mil gracias. Lo disfrute esta vez con mi primer cafe de la manana.
      Abrazo

      Borrar
  2. Ay que triste, todo. Un abrazo, es lo unico que se me ocurre. Muchos abrazos para ti.
    A veces suenno que mi casa en Colinas de Bello Monte se derrumba, junto con los edificios, las calles, todo... Es horrible. En la vida real todo se esta derrumbando.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias mc, si, pareciera que en Venezuela todo se derrumba, comparto tu impresion. Besote

      Borrar
  3. Un café con sabor a nostalgia Leonor, pff! y con todo lo que se aglomeran emociones en momentos así, me sorprende que hayas podido escribirlo de forma tan pausada, se disfruta como degustar ese café.

    Saludos.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Hola Bea, gracias, que linda imagen como si a traves de mi escrito te hubieses tomado el cafe conmigo. Eres genial!!! Besote

      Borrar
  4. Natalia querida, que bello y que triste. Pude escuchar y oler tu jardin.
    Un beso.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Jackie, te extranaba. Ojala hubieras estado alli con tu camara!!
      Besote

      Borrar
  5. Se me hizo un nudo en la garganta...y tambien me puses melancolica por lo que deje atras para perseguir mis suenios...
    Un abrazo
    Sandra

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Sandrita, yo tengo el nudo permanente, pero persigue tus suenos, persiste en ello......
      Besote mi linda amiga

      Borrar
  6. Que penita me dio, abandonar un sitio dejando atrás los recuerdos que se esconden en sus esquinas me da pena. Intento no pensar en ello.

    ResponderBorrar

Tu comentario es siempre apreciado. Gracias!