Este momento mágico comenzó a hilarse
casualmente, en una tienda, la semana pasada, y tuvo su momento expansivo,
encantador y conmovedor al mismo
tiempo, hace apenas minutos, al abrir un armario. Esta es la historia.
No recuerdo ni siquiera qué estaba comprando,
ah, ya me acordé, unos huevitos de Pascua para regalarle a mis compañeras de
trabajo que tienen niños pequeños. Cuando me tocó el turno para pagar, me di
cuenta que la cajera era una muchacha lindísima, de ojos enormes, sonrisa de
marfil y piel achocolatada. Pero
lo que captó mayormente mi atención fue su nombre, Jacynthe.
Inmediatamente, como buena hija de mi
madre, pues ella tenía esa costumbre de conversarle a la gente, le dije:
-
Jacynthe, que bonito nombre.
¿Así se pronuncia?
-
Si, Jacynthe – repitió, con
un sonido fresco y perfumado, con
leve acento francés.
Mientras me cobraba los huevitos de
chocolate, le seguí conversando.
-
En español seria Jacinta y
además es una flor – le dije.
-
Si - me respondió sonriendo –
receipt with you or in the bag?
-
In the bag please. Thanks Jacynthe –
y tomé mi bolsa sin saber, que además de unos huevitos de chocolate, había salido
de la tienda con un mantel y un tumulto de recuerdos.
Y es que ese nombre Jacinta, me trajo a la memoria a Jacinta Hung.
Un personaje de una novela que nunca escribiré, y que vive en mi memoria gracias a los cuentos de
mi mama, igual que Giselo un muchacho que hacia mandados en su casa de la
infancia; la tía Solita, que se pasó la vida bordando y mirando por la ventana; Dionisio, el
jardinero borracho, de él si me acuerdo. En fin nombres dignos de García
Márquez, como Honesto Tolentino o
Gala Pimienta, buenos nombres.
La historia de Jacinta Hung, es la
siguiente. Cuando mi mama de jovencita trabajaba en la Creole Petroleum
Corporation, sería el año 1942, conoció a Jacinta Hung. Una chinita, tímida y
retraída, casi invisible, pues no hablaba con nadie y la gente, como que la
ignoraba; pero mi mama que hablaba hasta con las paredes, cuenta que siempre le
buscaba conversación, cosa que Jacinta agradecía, calladamente, como se agradece
la bondad.
Sucedió que mi mama se iba a casar con mi
papa y, bueno la historia es que tuvo que renunciar al trabajo (mi papa le dijo
que él le pagaba el sueldo, ¡qué tiempos aquellos!). Pero antes de irse, mi
mama tuvo el detalle de invitar a Jacinta Hung a su matrimonio.
La dulce chinita, no fue a la boda, pero
le mandó un regalo. Un mantel de hilo, bordado de cerezas, con una perfección
tal, que ni las monjas. Quién sabe cuánto tiempo le habrá llevado a Jacinta
Hung bordar ese mantel. Bordar es una fineza espiritual, un trabajo de
paciencia infinita, como la que Confucio dice que produce resultados
inmediatos.
Como me encantaba la historia y siempre
le decía a mi mama que alguna vez tomaría prestado el nombre de Jacinta Hung
para escribir una cuento o una novela, pues un día mi mama en vida, me dio el
mantel de regalo.
Aquí lo tengo conmigo, y después de que
he estado días y días, pensando en Jacinta Hung, pues hoy llegué de la oficina
y me puse a buscar en los armarios. Allí estaba el mantel, arrugadito y un poco
amarillento.
Cuando lo desplegué, crujiente y bordado con los secretos
del tiempo, pues, fue como si conociera a Jacinta Hung en persona y le diera un
abrazo. Me invadió una sensación
de profundo bienestar; es la poética del mantel, un placer tardío, un
acontecimiento en cada pliegue, en cada pequeña arruga, una riqueza intima de amistad, de celebración, de
agradecimiento, de bondad.
Me sorprendí tanto de que un simple
mantel se convirtiera, en un vuelo, en un montón de recuerdos apretados, como cada puntada que Jacinta
Hung bordó magistralmente en su espléndido regalo de bodas para mi mama.
El mantel esta precioso, pero lo que mas me gusta de este relato es la bondad de tu mama, que invito a esta persona que todos ignoraban a su matrimonio.
ResponderBorrarGracias mc, que lindo que te haya llegado esa bondad de mi mama.
BorrarBonito relato Natalia, es un placer pasar por tu espacio.
ResponderBorrarque tengas un bonito fin de semana.
un abrazo.
Estimado Senor Ricardo, muchas gracias por pasearse por mi espacio y dejarme un poco de su estela poetica. Para mi es un deleite visitar sus pensamientos tambien.
ResponderBorrarFeliz fin de semana.
Gracias por compartir el relato y la foto, ese fue un regalo estupendo y lo que he descubierto en la vida es que uno se merece cada regalo que recibe y el de tu mama fue estupendo! Valoro muchisimo los manteles bordados a mano (porque esa es una de las cosas que jamas aprendi a hacer) y admiro a la gente que lo hace.
ResponderBorrarGracias por compartir tu momento magico porque creo que hoy no tuve ninguno y tomo el tuyo como propio si me lo permitis.
Sandra
Hola Sandra, tu comentario es una profunda reflexion. Eso de que uno se merece los regalos que recibe, es para meditarlo. Una especie de momento magico que me regalas tu a mi. Besos y gracias por visitarme.
BorrarBonita historia y como una cosa llevó a otra ^^
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