martes, 17 de mayo de 2022

CUATRO MINUTOS

 



 

Mis cuatro minutos explotaron.


En lágrimas.


Y eso que me había preparado.


Mis escasos pero fieles lectores saben de mi pérdida, ya más de cinco años, y es que ese viejo proverbio de “el tiempo todo lo cura” es parte de esa larga lista de lo que llama el Dr. Alan Wolfelt: “not helpful”


La pena se atenúa, pero se carga ahí siempre, como una piedrita en el bolsillo.


El caso es que soy voluntaria en un grupo de apoyo a personas en duelo (del cual fui participante hace varios años) y mi trabajo es observar e intervenir en ciertos segmentos, para compartir mi experiencia.


Hoy me dieron cuatro minutos, en una sesión llamada “honrando a los que se fueron.”


Cuatro minutos para compartir a mi amado.


A los dos minutos y medio más o menos, colapsé.


En mi breve y acuosa intervención dije que la palabra que definía a mi esposo era “Generoso”.


Ahí comenzó mi naufragio.


Terminé mi exposición con un poema.


La poesía siempre viene al rescate.


Reflexionando sobre mi rol en este grupo de apoyo, ser observadora, ser presencia, acompañar, escuchar, prestar atención, estar serena, pues pensé: hoy me botan.


Mis cuatro minutos quedaron desparramados ahí, en la pantalla del zoom.


Las lágrimas, como los bostezos, son contagiosas. No quedó ojo seco.


Y sin embargo al final de la sesión, oh sorpresa, me felicitaron.


Me sentí reconfortada, aliviada y agradecida.


Este grupo de apoyo, aparte de enseñarme a observar y no hablar tanto, me enseña en cada sesión, otro concepto de generosidad.


El que resume Simone Weil magistralmente en una de sus reflexiones:


“Prestar atención es la más rara y pura forma de generosidad”.


Al final no me botaron y creo que el mensaje de, no importa llorar, quedó bastante claro.

2 comentarios:

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