Mi hija dejó unos chocolaticos muy coquetos, envueltos en papel morado sacrificio, en una bandeja, irónicamente de plata, sobre la mesa de la sala.
Dijo que no quería comérselos ella sola. Yo le rogué que no pusiera esa tentación tan a la vista. Pero ahí quedaron, inmóviles, inocentes y seductores a la vez.
El tiempo escabulléndose a ritmo aterrador, yo estoica, y los chocolatitos esperando pacientes por un alma débil, viviendo su plácida existencia de chocolate sobre la mesa de mi sala.
Hasta que un día, un dulce día en que no había nadie en la casa, acepté la invitación del relampagueante guiño del papel. Tomé secretamente un chocolate, lo liberé de su purpurea vestidura y me lo comí gloriosamente.
El tiempo se convirtió en crema.
Cuando regresé de mi delirio y quedé allí con mi papelito en la mano y expresión de placer, me puse a pensar.
Esto fue lo que pensé:
Esto fue lo que pensé:
Aunque el tiempo se escape sin remedio, cada día, como el chocolate, viene envuelto en su exquisita coquetería, en su ritmo, en su seda, en su color y su almendra, en su dulzura y amargor. En su propia y esperanzadora existencia.
Dicho esto procedí a comerme otro más…un día, un chocolate… los dos…
¡Benditos días de chocolate...! Hermosa y tierna escena la relatada.
ResponderBorrarUn abrazo en la noche.
Rafael, muchas gracias por tus dulces palabras, como el chocolate jaja.
BorrarUn abrazo
Nat, tiendo a figurarme la fragancia del chocolate en una ciudad...no sé porqué. Y eso que no soy chocolatera, no mucho.
ResponderBorrarSaludos querida,
un post exquisito.
pd...la verficación de palabras me mata la vista, pff!
Hola Bea
BorrarCuriosa evocacion la tuya con el chocolate...
Gracias por tu amable comentario
Besote
( lo de verificar las palabras, sera que hay alguna manera de quitarlo?, yo nunca veo nada,como al quinto intento entra el comentario)
Ya lo decía Forrest Gump... :)
ResponderBorrarP.D: Viva el chocolate ¿Qué sería la vida sin él?