martes, 14 de enero de 2025

YO CREO...

 


No se trata del comienzo de una oración, aunque rezar nunca está demás.

Es un recurso invalorable en tiempos en que el exceso de información o desinformación cancela cualquier opinión que uno pueda tener.

Me pasa a diario, no importa el tema, siempre habrá un app, gurú, life coach o experto que sabe más que nadie.

Sin embargo, para no optar por el silencio, ese que dicen que otorga, pues mi filosófico “yo creo” salió al rescate.

Lo leí hace tiempo en las “Preguntas para la Vida” de Fernando Savater. Volví al libro, sabiendo que seguro lo había subrayado. En mi búsqueda me tropecé con Heidegger: “¿Por qué existe algo y no más bien nada?” (me recordó a mi sobrino de tres años, Diego)

La encontré, la premisa racionalista es esta:

“Si digo veo un árbol frente a mí, puedo estar soñando o ser engañado por un extraterrestre burlón; pero si afirmo, yo creo ver un árbol frente a mí, no hay Dios que pueda engañarme o sueño que valga.”

Fin de la discusión.

Me propuse utilizar mi infalible recurso en los temas fundamentalmente álgidos como política, religión, nutrición, e incluso en los más triviales, como la inmortalidad del cangrejo.

En política, tiendo a ser muy visceral, lo reconozco y cuando me preguntan por qué no me gusta este u otro personaje, mi argumento es que, si percibo rabia en el discurso, lo rechazo, sea del signo que sea.

Yo creo” que la rabia cancela la sabiduría.

En fin, decidí ensayar mi táctica hace poco en una reunión familiar. No recuerdo el tema, probablemente algo no muy relevante.

No terminé de articular mi “Yo creo que…” cuando ya todos citaron estudios de la Universidad de Pensacola y apps de los nuevos iluminados.

 Yo creo” que mejor me callo, pero por si acaso tendré a mano un verso del poeta Antonio Machado (1875-1939) más vigente que nunca:

“Tu verdad, no: La Verdad.

Y ven a buscarla.

La tuya, guárdatela.”

 

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