Me sucede de
vez en cuando, como hoy.
Siento un
temblor. Miro a mi alrededor y todo está normal.
No hay lámparas
oscilantes ni trepidar de cristales.
Tenía entendido
que Alberta (y aprovecho para compartir un dato curioso; el nombre de nuestra
provincia proviene de la cuarta hija de la Reina Victoria, la Princesa Louise
Caroline Alberta) no es una zona particularmente sísmica, así que probablemente
no sea nada.
Pero esta
vibración reciente me detonó recuerdos de mis tiempos de estudiante de ingeniería
civil.
Los movimientos
sísmicos se producen cuando las placas tectónicas generan tensiones en la
corteza terrestre y son ocasionados por la liberación de energía del interior
de la Tierra.
Muy
interesante, pero todavía más sorprendente fue que logré pasar Ingeniería Estructural
I y II, y hasta diseñé estructuras antisísmicas en la universidad.
Lo mejor del
caso es que ya se me olvidó todo. ¡Qué alivio!
Hoy en día esos
sismos que siento repentinamente, en ocasiones muy particulares, tienen un
origen mucho menos tectónico.
Mis
trepidaciones son detonadas por los recuerdos, o la belleza de la naturaleza, o
las sonrisas de mis niños.
Son movimientos
telúricos que producen en mi alma, micro explosiones de alegría, temblores de
agradecimiento, estremecimientos de ternura.
Creo que la
única zona sísmica por estos lados, soy yo.
Son sobresaltos a los que el cuerpo y el alma se acostumbran, como dices.
ResponderBorrarUn abrazo.