martes, 25 de febrero de 2020

TORRE DE BABEL



Mi hora de almuerzo es una Torre de Babel.
Ese lugar bíblico en el cual se dice que comenzó la difusión de las lenguas y se inició la confusión.
Y es que, al mediodía, al salir de mi silenciosa oficina, el mundo ruge en varios idiomas: Inglés, Español, Ruso, Chino, Hindi, Filipino, Rumano, Búlgaro, Nepalí.
Eso es Canadá.
Un país multilingüe donde todos nos entendemos razonablemente bien.
Volviendo al punto.
El mundo es un lugar ruidoso.
Mi mente a veces es un lugar ruidoso.
Pero en general mi vida transcurre en el Planeta Silencio.
En mi casa a veces sólo se escucha el tic tac del reloj, el sonido de la calefacción y los ronquidos de Sancho.
Otras veces, incluso dentro de la multitud, escucho la “soledad concurrida” del poeta (Mario Benedetti)
Esa soledad que ha aprendido a acomodarse entrañablemente dentro de mi cuerpo.
Yo y mi historia de amor, en silencio.
Siempre, no sólo ahora que me toca, he pensado que el que aprende a estar solo, ya aprendió todo en la vida.
La soledad es el territorio de las nostalgias.
El silencio es territorio del amor.
Ambos son territorios de Dios.
Como me lo dijo una de mis escritoras favoritas, Rosa Montero.

“La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias.”
Rosa Montero

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