lunes, 27 de enero de 2014

MI RIQUEZA

El sábado fui al banco.

No me refiero al banquito, alias el “psiquiatra”, sino al banco.

Ese lugar donde le prestan a uno dinero, si  uno puede demostrar que no lo necesita.

Me perdí entre tantas planillas, firmas, porcentajes.

Entonces decidí que, de ahora en adelante, voy a comenzar a buscar un buen lugar donde  enterrar mi riqueza.
 

Ciertamente, la que está en la bóveda del banco no es mi fortuna, aunque debo admitir, que, como decía un buen amigo, el dinero no te lleva a la felicidad, pero te deja a media cuadra.

Así que busqué una caja resistente al tiempo y a la intemperie.

En el cofre curtido, puse todas mis joyas,  mis monedas, mis tesoros más preciados.

Lo llené rápidamente en un acontecimiento de riqueza acumulada, que jamás soñé poseer.

Entonces me dediqué a pensar en un lugar bonito donde enterrar mi tesoro y plantar un poco de mi riqueza a mi alrededor.

Me paseé por muchas opciones.

El jardín de mi casa de Altamira,  sería un buen lugar, aunque creo que ya mis padres enterraron allí el suyo.

Un lugar cerca del mar tal vez, en el Caribe, donde reside parte de mi alma.

O en la infancia, donde fui feliz comiendo mango, jugando a ser detective y buscando cachitos.
 
Me pongo a pensar, y hay tantos lugares bellos en este mundo donde provocaría esconder un tesoro.

Allá arriba en el Ávila, la montaña mágica de Caracas.

O en el regazo de Margarita, mi mama de Barlovento, que me llevaba al parque en las tardes y cuando se ponía  brava me llamaba Leonor Elena.

El patio de mi nueva casa sería ideal, pues es el lugar que hemos construido mi esposo y yo, y tiene vista al rio.

El problema es que ahora está congelado.

En fin, creo que tengo tiempo para decidir.

Mientras tanto seguiré acumulando  riqueza en mi cofre, que al menos tiene mas cáracter que la bóveda del banco.

Y seguiré buscando alegremente, como dijo el poeta, soñando la hermosa vida...

"Ningun hombre olvida donde enterró su tesoro"
Ciceron
El jardin de mi casa de Altamira, un buen lugar para enterrar un tesoro.

miércoles, 22 de enero de 2014

SUBENESTRUJENBAJEN


Subenestrujenbajen

Así se dice “autobús” en alemán.     

Más tarde les diré como se dice “suegra” en ruso.

Así me he sentido por muchos días, desde que empecé mi nuevo trabajo: Estrujada.

En las mañanas oscuras de invierno, los minutos me estrujan.

En el carro, una multitud metálica a mi alrededor, me estruja.

En el ascensor, las conversaciones banales me estrujan.

En el almuerzo rápido,  el plástico me estruja.

Los compromisos económicos, me  estrujan. (el dinero en exceso también debe estrujar, pero no es mi caso)

La necesidad, cualquiera sea su rostro, estruja.

En fin, últimamente siento el alma estrujada.

Y disculpen la repetición del verbo estrujar en todas sus acepciones.

Pero hoy, súbitamente, mágicamente,  me “desestrujaron”.

Y el responsable de mi “desestrujamiento” fue Wagner.

Para ser más precisa,  el “Coro de Peregrinos”  de la ópera  “Tannhauser”.

Como he dicho otras veces, me encantaría poseer, el delicioso esnobismo y la pedantería ( como si no tuviera ya suficiente), de saber de ópera.

Pero no sé nada.

Tampoco hablo alemán, solamente la palabra  subenestrujenbajen, como comentaba al principio.

Pero sucedió que, esta mañana, en medio del “estrujamiento” de una mañana particularmente  “estrujada", sucedió el milagro desde mi ecléctico Ipod.

En impecable alemán de tenores, contraaltos y bajos, sonaron los acordes del Coro de Peregrinos del Tannhauser y como para añadir más drama a mi mañana, le puse volumen al máximo.

Fue como si en mi alma, se hincharan velas de seda.

No tenía ni idea de lo que me estaban diciendo en ese idioma de cuerdas, voces y vientos.

Pero por unos minutos, me sentí libre.

Me sentí peregrina, en medio de la prisión que impone  la ciudadela.

Cuando uno al menos piensa en ser libre, uno es libre.

A nada, ni a nadie, le concedí el poder de estrujarme esta mañana.

Fui libre.

Pase el día de lo más bien.

Cuando llegué a casa en la noche, busqué la letra en español del Coro del Peregrinos del Tannhauser.

Es una historia de libertad.

También llegué a preguntarle a mi esposo (que es británico pero mitad alemán) cómo se dice, ya en serio, autobús en alemán.

Se dice Autobus ( no se si creerle).  Que decepción.

No importa, la música me recordó que no soy esclava de nadie. Ni del tiempo, ni del dinero, ni de ningún amo sin rostro.

Ah, y como les prometí. "Suegra" en ruso se dice: Estorrrbo.
(sin alusiones personales)
Les dejo el Coro de Peregrinos del Tannhauser, de Richard Wagner,  a todo volumen por favor!
https://www.youtube.com/watch?v=LYQEqbYnebo

domingo, 12 de enero de 2014

EL PSIQUIATRA


Enero es como un lunes gigante.

Y siempre he sido alérgica a los lunes.

He intentado todas las medicinas, antihistaminicos y antidepresivos posibles: vino, oporto, salir de compras, comer chocolate,  mi esposo, mis hijos, Sancho.

Pero nada ha logrado curar mi ansiedad de Año Nuevo.

Empecé el año sin voz.

No suelo ser depresiva, al contrario, a lo largo de la vida, he sobrevivido a mis naufragios de manera creativa.

Hace poco leí una buena definición del Amor, en la contraportada de un libro, que, obviamente, no pude resistir comprar ( se llama Abecedario, de Federico Reyes Heroles).

“Amor: Hacerse a la mar con disposición al naufragio.”

 Yo digo que lo mejor del naufragio es el rescate. Dulce rescate.

Pero este comienzo de año, un desasosiego se adueñó de mí, sin motivo y sin razón, realmente.  

Nadie, ni siquiera mi amable esposo, era capaz de animarme.

Entonces decidí ir al psiquiatra.

Hice una cita.                                      

Me vestí y  salí al encuentro.

Me recibió fríamente.

Sus ojos grises desbordaban sabiduría.

Una sabiduría helada.

Su sonrisa era ancha y horizontal.

Pero, cosa rara, el solo mirar esos ojos acuosos, me calmó, inmensamente.

Cuando me invitó a sentarme, un trozo de hielo pasó frente a mí y se oyó el graznido de algunas aves.

Me sorprendió una brisa gélida, que, paradójicamente, refrescó mi mente y  calentó mi corazón.

Sin mediar palabras con mi analista, recuperé el aliento.

La brasa interna.

Incandescente.

Regresé a la casa reconfortada.

Con ganas de afrontar mi lunes gigante con entusiasmo y mi nuevo año con alegría.

Razones no me faltan.

Ah y otra cosa, la consulta me salió gratis. Este psiquiatra no cobra honorarios y siempre esta disponible.

Agradecí a Dios, al banquito y a mi terapeuta de ojos grises y sonrisa horizontal.
Mi psiquiatra y yo