No
me refiero al banquito, alias el “psiquiatra”, sino al banco.
Ese
lugar donde le prestan a uno dinero, si uno puede demostrar que no lo necesita.
Me perdí
entre tantas planillas, firmas, porcentajes.
Entonces
decidí que, de ahora en adelante, voy a comenzar a buscar un buen lugar donde enterrar mi riqueza.
Ciertamente,
la que está en la bóveda del banco no es mi fortuna, aunque debo admitir, que,
como decía un buen amigo, el dinero no te lleva a la felicidad, pero te deja a
media cuadra.
Así
que busqué una caja resistente al tiempo y a la intemperie.
En
el cofre curtido, puse todas mis joyas, mis monedas, mis tesoros más preciados.
Lo llené
rápidamente en un acontecimiento de riqueza acumulada, que jamás soñé poseer.
Entonces
me dediqué a pensar en un lugar bonito donde enterrar mi tesoro y plantar un poco de mi riqueza a mi alrededor.
Me paseé
por muchas opciones.
El jardín
de mi casa de Altamira, sería un buen
lugar, aunque creo que ya mis padres enterraron allí el suyo.
Un
lugar cerca del mar tal vez, en el Caribe, donde reside parte de mi alma.
O en
la infancia, donde fui feliz comiendo mango, jugando a ser detective y buscando
cachitos.
Me
pongo a pensar, y hay tantos lugares bellos en este mundo donde provocaría esconder un tesoro.
Allá
arriba en el Ávila, la montaña mágica de Caracas.
O en
el regazo de Margarita, mi mama de Barlovento, que me llevaba al parque en las
tardes y cuando se ponía brava me
llamaba Leonor Elena.
El patio
de mi nueva casa sería ideal, pues es el lugar que hemos construido mi esposo y
yo, y tiene vista al rio.
El
problema es que ahora está congelado.
En
fin, creo que tengo tiempo para decidir.
Mientras
tanto seguiré acumulando riqueza en mi cofre, que al menos tiene mas cáracter que la bóveda del banco.
Y seguiré
buscando alegremente, como dijo el poeta, soñando la hermosa vida...
"Ningun hombre olvida donde enterró su tesoro"
Ciceron
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El jardin de mi casa de Altamira, un buen lugar para enterrar un tesoro. |