miércoles, 4 de enero de 2012

Sentir Sereno

Ordenar closets, en mi caso, es más bien un movimiento migratorio: de la despensa al closet de servicio, del closet de servicio al garaje, del garaje  al maletero, del maletero otra vez a la despensa (lugar donde se consigue todo en abundancia menos alimentos). Y así un ciclo eterno, en que las cosas se van rotando de lugar pero nunca desaparecen del todo. Pareciera que el  perrrolerrro” como dice mi esposo en su lengua enredada, se resiste a encontrar su lugar de quietud: la basura.

Este año, decidí practicar la eutanasia del closet y bypasear  la infinita ruta migratoria y conducir el perolero, como se dice en cristiano, directo el basurero.  Ayer saqué varias bolsas  y ¡qué sensación de ligereza tan divina! La casa se ensanchó,  respiró,  hasta me  agradeció. Al fin, mis objetos errantes consiguieron su serenidad, sin saber que también estaban contribuyendo con la mía.

Ya con la casa limpia literalmente y energéticamente, con todos los rituales que practiqué el fin de año (yerbas, incienso, cuarzos y padrenuestros, por si las moscas), a pesar de que mi esposo me amenazó con llevarme a la hoguera, pues le llegó el turno a una limpieza más compleja: mi perolero mental, en otras palabras, mis pensamientos. Esos que en esta época se inquietan ante la incertidumbre de un nuevo año.

Así, con la misma determinación con que comencé a vaciar los closets de mi casa, saqué fuerza para confrontar mis compartimientos mentales.  Cuando abrí el primer closet me cayó encima una avalancha de cajones de miedos, bolsas de incertidumbres, sacos de dudas y recipientes rebosantes de cualquier otra tribulación posible. Mi esposo dice que yo soy fatalista. En verdad siempre pienso primero, lo peor posible y segundo, lo peor imposible. La verdad me gusta preocuparme por todo.  Me consuela saber que dicen que las cosas por las cuales uno se preocupa, nunca pasan (pasan otras). Entonces me preocupo por todo y más, ad infinitum…

Abrumada, pensé que mi limpieza mental había fracasado. Como pude, cerré la puerta de mi  garaje mental,  y me fui a leer. En la lectura siempre encuentro la calma.

Ya después de leer unas cuantas líneas hermosas de Rabindranaz Tagore, que fue el libro que cayó en mis manos esta vez, decidí súbitamente que, mi mañana tendrá el tono de mis pensamientos y deseos de hoy: azul y dorado en este caso y asi sucesivamente, día tra día,  ad infinitum...

Son los colores cambiantes de mi sentir sereno.

Con esta decisión errabunda y azarosa, sentí la misma liviandad que experimenté cuando me deshice de mi perolero.

Mi limpieza mental como que no fracasó del todo.

2 comentarios:

  1. un dia detras del otro y con serenidad, esa la idea
    Refugio

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  2. Que cierto que ante el cambio de año tendemos a “reamueblarnos” la cabeza, al menos conseguiste parte del objetivo ^^

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