Son un compromiso solemne de lado y lado.
Ejemplos hay muchos en la literatura universal.
Fausto (Goethe) que vende su alma a
Mefistófeles a cambio de conocimiento y placer.
El Retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde) quien
pacta con el diablo para que su retrato envejezca en su lugar.
El Lazarillo de Tormes (autor anónimo) una obra
española donde el lazarillo hace un pacto con un arcipreste (presbítero) y este
a su vez con el diablo.
Hasta Ulises en la Odisea (Homero) pactó para
evadir la muerte durante su viaje.
Yo negocio con mis nietos, pacto de abuela,
cuando les digo que si se portan bien y se comen toda su comida los premiaré
con un postre, (igual se los doy).
Esta semana me tropecé con una cita muy interesante, que dejo para
el final, que me invitó a reflexionar sobre mis propios pactos, como algunos
que a continuación enumero.
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Con
el silencio, para que me arrulle dulcemente sin aturdir.
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Con
las estrellas, para que siempre me alumbren las presencias que allí habitan.
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Con
el sueño, para que me lleve en sus alas cada noche y me devuelva en paz cada
mañana.
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Con
el paso del tiempo, para que dibuje en mi rostro el mapa de una feliz travesía,
sin necesidad de bótox.
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Con
la soledad, esa que enseña muchas cosas, o todo, y con quien ya he formalizado
ese “pacto honrado” como dice la cita que inspiró esta reflexión.
 
Y lo dejo hasta ahí para no ponerme cursi, pero ustedes se
preguntarán ¿Qué ofrezco yo a cambio de mis propuestas?
Bueno, yo prometo, como mis dulces nietos, portarme bien y comerme
toda mi comida. 
Espero el Universo sea igualmente generoso y me recompense con mi “postre”
sin preguntar mucho.
“El secreto de una buena vejez 
es un pacto honrado con la soledad.”