Mi padre, José Joffre,
le debió su nombre a mi abuelo, admirador de las artes militares, en homenaje
al Gran Mariscal Joseph Joffre, comandante en jefe de las fuerzas francesas en
la Primera Guerra Mundial.
De galo mi papá no tenía sino el nombre porque
nació en los Llanos venezolanos, sin embargo, él recordaba solemnemente cada día, la famosa “Toma de la Bastilla”, día nacional de
Francia (14 de julio) modificada como “La Toma de la Pastilla”.
Hoy en día me río recordando su diario ritual,
pues admito que también llegué a esa edad en mi vida en que yo también debo
homenajear (y acordarme) de esa toma.
Pero hay una píldora con la cual me topé hace
poco (y me dejó pensando), una que ingieren muchas personas en el mundo, a
veces en exceso, por ser gratis, y al alcance de cualquiera.
Se trata de la píldora de la importancia.
Claro, sería necesario definir la palabra
“importancia”, es decir, la cualidad de ser relevante, significativo o valioso.
Ahí es donde me doy cuenta de que quienes requieren
de esta gragea diaria, casi nunca merecen consideración, pues sus acciones en
general no tienen consecuencia.
Pero sí, importantes somos todos, pero otra
cosa son las ínfulas de grandeza tan populares hoy en día. Los verdaderos
héroes casi siempre son humildes y anónimos.
En fin, espero que mis prescripciones no
incluyan jamás esa necesidad de creerme tan “importante”.
Mi esposo se hubiese conformado con la pastilla
del ejercicio. Yo por mi parte le daría un premio a quien inventara la píldora
para las canas.
Para terminar, quisiera citar a quien me dejó
pensando cuando me crucé con sus palabras. Se trata de nuestro gran poeta y
humorista Aquiles Nazoa (“Humor y Amor”)
Así dice
un extracto, con el perdón de los banqueros:
“A las once el
banquero toca el timbre,
pues es hora de
tener jaqueca
y de la caja
fuerte saca una
píldora de
importancia y se la toma.
Qué extraña
profesión la del banquero…”
Muy curioso, gracias.
ResponderBorrarUn abrazo.