Una frase leída al vuelo y que reservo para el final, me hizo tomar
conciencia de mi situación bancaria.
El tema financiero no
es mi fuerte, pero esta vez se trataba de ciertas cuentas que hay que cuidar,
independientemente de las de dinero, el cual admito que, aunque no conduce a la
felicidad, te deja a media cuadra, o al menos eventualmente, calma los nervios.
Esta otra cuenta a la
que decidí poner atención es mucho más compleja: es la de mi ánimo.
A veces se encuentra
exhausta, otras veces le entran depósitos millonarios, como cuando hay algo que
celebrar, un nuevo proyecto creativo, buenas noticias.
En general mi cuenta se
encuentra bastante balanceada.
A diario recibo cheques
en blanco de la naturaleza, de amaneceres gloriosos, de pelícanos danzando tras
mi ventana; o mis nietos dejando sus huellas amorosas (llámese mi caos feliz)
después de un fin de semana en mi casa.
Otros intentos de
depósito rebotan.
Mi cuenta
anímica rechaza cualquier miseria del alma, pero para no meterme en honduras,
mencionaré solo una que jamás se convertirá en efectivo: la necedad.
Los mejores depósitos
son los que generan risas, ahí los intereses suben al máximo y se multiplica
exponencialmente la felicidad.
Lo repito hasta el
cansancio, la distancia más corta entre dos personas no es una línea recta, es
el sentido del humor.
A propósito de ello, confieso,
como mencioné al principio, que la cita que me inspiró esta torpe reflexión
proviene de aquel divertido e icónico personaje de Quino, Manolito, quien no se
distinguía por ser muy brillante, pero que con estas sabias palabras se
reivindicó conmigo.
Dijo Manolito:
“Los cheques de tus
burlas no tienen fondos en la cuenta de mi ánimo.”
Se la tengo guardada a
mis hijos cuando se rían de mí cuando canto y bailo la bella vida, yo sola por
ahí…
Y que el humor no se pierda nunca.
ResponderBorrarUn abrazo.